Miles de trabajadores protestan en México contra las reformas sociales de Fox

El presidente mexicano pronuncia un discurso optimista sobre la situación económica

El presidente mexicano, Vicente Fox, procedió ayer a su cuarta, y siempre optimista, rendición de cuentas, con un paro de 200.000 empleados, y el centro de la capital y de otras ciudades colapsado durante dos días por miles de trabajadores, alzados contra la reforma del seguro social y el supuesto desmantelamiento de "los beneficios obtenidos por los trabajadores". Liderados algunos sindicatos por gente de turbio expediente, cercaron el Congreso con arengas a la huelga general. El lema, a gritos, fue: "¡Señor presidente Fox, sus reformas no pasarán!".

El Congreso aprobó hace tres semana...

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El presidente mexicano, Vicente Fox, procedió ayer a su cuarta, y siempre optimista, rendición de cuentas, con un paro de 200.000 empleados, y el centro de la capital y de otras ciudades colapsado durante dos días por miles de trabajadores, alzados contra la reforma del seguro social y el supuesto desmantelamiento de "los beneficios obtenidos por los trabajadores". Liderados algunos sindicatos por gente de turbio expediente, cercaron el Congreso con arengas a la huelga general. El lema, a gritos, fue: "¡Señor presidente Fox, sus reformas no pasarán!".

El Congreso aprobó hace tres semanas una reforma bastante razonable, según el análisis de los especialistas, pero el sindicato del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que atiende a la mitad de los 104 millones de mexicanos, armaron el pandemonio. Sus 370.000 empleados se jubilan a un promedio de 53 años, tras 27 años de trabajo, con una pensión un 30% superior a su último sueldo. El resto de sus compatriotas, lo hace a los 65 años con una pensión un 50% inferior a su salario. La reforma amplía hasta los 65 años la jubilación de los nuevos trabajadores del IMSS y establece que las cuotas al organismo sufraguen atención médica, no el pago de pensiones.

Más esenciales son otros cambios pendientes. No han pasado la aprobación parlamentaria, ni probablemente la pasarán durante los dos años que restan de administración, las reformas estructurales ofrecidas por el conservador Fox durante su investidura, en diciembre de 2000: la fiscal, la laboral y la energética.

Se opuso a casi todo el sindicalismo arcaizante y vertical, cantera de votos y de manipulación política en los siete decenios de hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), con dirigentes en la poltrona desde hace dos decenios, pero dividido hoy en corrientes de oportunidad y coyuntura. El Gobierno no pudo con ellos y buscó la alianza de los más acomodaticios.

Ignorando a quienes reprochan una escuálida presidencia, el mandatario preparó ayer un discurso de éxitos y retos, y no siente que exista una brecha entre las expectativas de la ciudadanía y los logros de su gestión. Se siente en paz consigo mismo, según ha manifestado frecuentemente. Es popular en las encuestas, con el 54%, y vilipendiado como inepto, en las columnas de los periódicos. México es más democrático y más libre, su economía crecerá cerca de tres puntos este año, gracias a los ingresos petroleros, exportaciones y a las remesas de los emigrantes, la inflación cayó hasta cerca del 4%, y las tasas de interés, a los seis puntos. La disciplina fiscal es sólida, aunque discutible la obsesión por el déficit cero, las reservas superan los 50.000 millones de dólares (unos 41.000 millones de euros) y disminuye el índice país-riesgo.

No es suficiente, subrayan sus críticos, porque cientos de miles de mexicanos emigran anualmente a EE UU, la pobreza, la miseria y el paro encubierto castigan a 50 millones, la delincuencia es una plaga (4,5 millones de delitos anuales) y la construcción de un verdadero Estado de Derecho es todavía una entelequia, a juzgar por el ritmo de su discusión en comisiones parlamentarias o foros. La ausencia de acuerdos sobre las reformas esenciales responde, según los analistas, a la incapacidad del Ejecutivo para forjarlos y a una oposición siempre pendiente de sus riñas internas y de su electorado.

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El Congreso, protegido por 3.500 policías, se reunió ayer para escuchar el cuarto informe del presidente, a la vez que en la calle se sucedían las protestas. "Mientras el presidente habla de un país maravilloso, con una inflación baja, con un millón de casas entregadas y con dos millones de pobres menos, afuera del recinto está la cruda realidad", dijo Agustín Rodríguez, secretario del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Campesinos mexicanos se enfrentan a la policía junto al Ministerio de Agricultura en Ciudad de México.EFE

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