Reportaje:

Laia y el caso de la colilla gigante

Un grupo de teatro recorre las playas de Barcelona y critica con humor los comportamientos incívicos

Laia es despampanante y lo sabe. El sábado por la tarde paseaba por la playa de la Barceloneta contoneándose exageradamente y embutida en un impactante biquini de flores. A Jordi, un chulo de playa del lugar, no se le escapa ni una y la seguía hipnotizado. La miraba y, en su obsesión, no se dio cuenta de que tiraba su gigantesca colilla de cigarrillo a los pies de la dama. Ella se quemó con la brasa y empezó a gritar de una forma desgarradoramente cómica. En aquel momento, todos bañistas de la zona, en la que se acumulaban hasta cinco bolsas de patatas vacías, se reían sin apartar los o...

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Laia es despampanante y lo sabe. El sábado por la tarde paseaba por la playa de la Barceloneta contoneándose exageradamente y embutida en un impactante biquini de flores. A Jordi, un chulo de playa del lugar, no se le escapa ni una y la seguía hipnotizado. La miraba y, en su obsesión, no se dio cuenta de que tiraba su gigantesca colilla de cigarrillo a los pies de la dama. Ella se quemó con la brasa y empezó a gritar de una forma desgarradoramente cómica. En aquel momento, todos bañistas de la zona, en la que se acumulaban hasta cinco bolsas de patatas vacías, se reían sin apartar los ojos de la escena. Llegó Ismael, el enfermero, ululando como una imaginaria sirena y trató de descubrir al causante del accidente, que, avergonzado, se escondió, hasta que confesó su culpabilidad. Seguidamente, los tres repartieron ceniceros de playa -una cajita hermética en forma de cono para poder clavarla en la arena- y los allí presentes se los quitaron de las manos. Laia, Jordi e Ismael son miembros del grupo Teatre d'Aigua y el sábado fue el primer día que, junto con otros seis compañeros, desarrollaron una serie de escenas cómicas en la playa en las que representan situaciones ilustrativas de la falta de civismo de muchos bañistas.

En la playa de la Nova Icària, otro trío de actores personifican a una atribulada y gritona familia que deja botes de champú y latas de cerveza a su paso. Algún bañista despistado les recrimina su actitud, que cree real, pero la mayoría del público ríe y aplaude. "Creo que lo que hacen está muy bien, porque no se puede ensuciar un espacio que es de todos", explica Pilar Cuny, de 63 años.

Las miles de colillas, latas, botellas y restos de comida que mucha gente abandona en la arena son un quebradero de cabeza para el Ayuntamiento, y es que no en vano las playas de la ciudad son el espacio de ocio más grande de Barcelona. Según datos del municipio, cada semana se recogen ocho toneladas de residuos en la arena, "y esto no puede ser", explica Imma Mayol, presidenta de Parques y Jardines.

Para Mayol, la solución "no es aumentar los equipos de limpieza municipales, sino reducir la suciedad que generamos". Con esta idea, el Ayuntamiento ha puesto en marcha una campaña de información y sensibilización que rompe con tópicos como que los residuos orgánicos, como las cáscaras de pipas y las mondas de fruta, desaparecen rápidamente, pues estos residuos necesitan un tiempo de descomposición de dos años. Es en esta campaña donde actúan los jóvenes actores de la compañía Teatre d'Aigua.

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