Columna

Eurocastizos

La alta abstención registrada en las últimas elecciones europeas confirma la tesis de que la mayor parte de los ciudadanos europeos se sienten muy poco europeos y que el modelo de Europa propuesto por la UE sólo entusiasma a los belgas y a los luxemburgueses, por la cuenta que les trae, y algo a los malteses que acaban de llegar, a los italianos que querían darle un disgusto y un escarmiento a Berlusconi y poca cosa más.

El entusiasmo de los recién llegados, malteses y chipriotas, con el 82,3% y el 71,1% de participación, contrasta con el pasotismo de otros neófitos como estonios, checo...

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La alta abstención registrada en las últimas elecciones europeas confirma la tesis de que la mayor parte de los ciudadanos europeos se sienten muy poco europeos y que el modelo de Europa propuesto por la UE sólo entusiasma a los belgas y a los luxemburgueses, por la cuenta que les trae, y algo a los malteses que acaban de llegar, a los italianos que querían darle un disgusto y un escarmiento a Berlusconi y poca cosa más.

El entusiasmo de los recién llegados, malteses y chipriotas, con el 82,3% y el 71,1% de participación, contrasta con el pasotismo de otros neófitos como estonios, checos, eslovenos, polacos y eslovacos, todos ellos por debajo del 30%. En la lista de europeidad que empieza en Bélgica y termina en Eslovaquia, España ocupa el décimo lugar entre 25, con un 45,9%, y dentro del Estado español, la Comunidad de Madrid queda por encima de la media y la capital aún más arriba con el 53.

¿Es Madrid una ciudad con vocación europea? ¿Son los madrileños europeístas? Europeístas y del PP, contesta don Pío García Escudero, presidente del Partido Popular de Madrid que vive en un permanente e incomprensible estado de euforia, inducido por los pequeños triunfos que, según su personalísimo criterio, subyacen en cada nueva derrota de su partido. Para don Pío, más locuaz de lo que su nombre sugiere, el voto madrileño en las europeas "es un claro respaldo" al trabajo de Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón. Los votantes del PP no respaldaban al señor Mayor, sino a doña Esperanza y a don Alberto. Según este peculiar diagnóstico, para saber qué opinan los votantes madrileños del PP sobre la Unión Europea, habrá que esperar a las próximas elecciones municipales y autonómicas. Hablar de europeísmo en el PP es, hoy por hoy, incurrir en una flagrante contradicción de términos, como se puede deducir de las posturas mantenidas por el Gobierno del señor Aznar en el tema europeo y de su pertinaz alineamiento con los Estados Unidos y sus aliados, británicos y considerablemente euroescépticos.

El hecho de que los votantes del PP, mayoritarios en Madrid hayan votado a sus autoridades locales y autonómicas con las papeletas de Bruselas es un dato en contra del cacareado europeísmo madrileño. La tradición de la Villa a la que hicieron Corte a la fuerza no es tampoco un ejemplo de inquietudes europeístas, sino de todo lo contrario, recuerden si no la rebelión anticosmopolita del motín de Esquilache y el motivo de las celebraciones festivas del Dos de Mayo. Una tradición castiza que Hugh Thomas en su Madrid, una antología para el viajero recupera con algunas anécdotas al respecto: "En el siglo XVII, los madrileños a veces habían agarrado a ciertos caballeros elegantes que parecían extranjeros y les habían obligado a pronunciar ajo y cebolla; si no podían articular correctamente tales palabras, recibían una paliza por el crimen de ser franceses. En 1680, un genuino madrileño que se estaba bañando en el Manzanares fue maltratado por un grupo que encontró una chaqueta francesa entre sus ropas".

Cuando Europa mantenía cerrados a cal y canto los Pirineos para que no se colara en el democrático cenáculo del Mercado Común el superlativo dictador y fundador de la "democracia orgánica", muchos madrileños aspiraban a ser europeos y así lo reflejaban sus gustos literarios, artísticos, musicales o cinematográficos, pero Franco, como Aznar, se abrió a los Estados Unidos, que al fin y al cabo estaban regidos por un general anticomunista y veterano de guerra como él; el hecho de que Eisenhower hubiera conseguido la primogenitura mediante unas elecciones democráticas en lugar de hacerlo por las armas, que eran su oficio y su vocación, no le restaba méritos a Ike frente a Franco, cada uno hace lo que puede. Para acceder a Europa, Franco necesitaba el beneplácito de los Estados Unidos, Aznar no lo necesitaba, pero lo buscó en detrimento del europeísmo.

Pero de todas formas ya era demasiado tarde, desde el desembarco de Normandía, los jóvenes franceses, polacos, españoles o malteses no quieren ser europeos, sino norteamericanos de los Estados Unidos, la colonización USA de Europa es un hecho difícilmente reversible.

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