Elecciones Europeas

El desinterés y los euroescépticos, principales desafíos del nuevo Parlamento Europeo

La indiferencia ciudadana contrasta con el incremento de poderes de la Cámara en la Constitución

Casi 350 millones de ciudadanos de la Unión Europea están llamados desde el jueves hasta hoy a participar en el mayor ejercicio democrático del mundo, excepción hecha de los comicios en India: la elección de los 732 integrantes del nuevo Parlamento Europeo. Es la sexta cita con las urnas de la Eurocámara y la primera de la UE con veinticinco miembros tras su expansión al Este. A pesar de ello, sus 450 millones de habitantes, lejos de ver aumentado su europeísmo por la reciente ampliación, se sienten indiferentes ante un Parlamento que ni entienden ni terminan de ver como propio.

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Casi 350 millones de ciudadanos de la Unión Europea están llamados desde el jueves hasta hoy a participar en el mayor ejercicio democrático del mundo, excepción hecha de los comicios en India: la elección de los 732 integrantes del nuevo Parlamento Europeo. Es la sexta cita con las urnas de la Eurocámara y la primera de la UE con veinticinco miembros tras su expansión al Este. A pesar de ello, sus 450 millones de habitantes, lejos de ver aumentado su europeísmo por la reciente ampliación, se sienten indiferentes ante un Parlamento que ni entienden ni terminan de ver como propio.

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El abstencionismo, que va a dejar en casa a la mitad de los votantes, y el previsto ascenso de los euroescépticos son los principales desafíos de un Parlamento que tendrá muchas más competencias con la futura Constitución europea. El incremento de poder de la Eurocámara, por la que ya pasa el 60% de la legislación europea que después deben ratificar los parlamentos nacionales, no va acompañado de credibilidad ni de visibilidad. En estas elecciones pueden faltar ilusión y votantes, pero no candidatos: más de 14.670 en toda la UE, el 35,1% de ellos mujeres, distribuidos en 947 listas de 481 partidos.

La campaña electoral ha puesto de manifiesto el escaso atractivo popular del Parlamento Europeo, con debates volcados más en asuntos de política interna (para los italianos, que empezaron a votar ayer, la consulta es un referéndum sobre Silvio Berlusconi) que europea y que, cuando han tenido dimensión continental, lo han sido sobre cuestiones que no son competencia de esta Cámara, como la guerra de Irak.

El interés de la calle por esta institución, la única elegida por sufragio universal de la Unión, ha ido cayendo con el paso del tiempo. Desde el 63% de 1979, cuando la UE contaba con nueve miembros, hasta el 49,4% de hace cinco años. Un sondeo de opinión realizado por Gallup para el Parlamento Europeo aventura en 2004 una participación del 52%, que podría verse incrementada en seis puntos si los que se sienten inclinados a votar deciden finalmente hacerlo. De confirmarse, sería un espectacular cambio de tendencia.

Por el momento ha habido un incremento de diez puntos en la participación en Holanda (que votó el jueves), hasta el 39%, pero el sondeo de Gallup pronosticaba un 50%. En el Reino Unido, las elecciones del jueves (municipales y europeas) hicieron subir la tasa del 24% de 1999 al 39% (Gallup había previsto un 43%). En Letonia, donde se votó ayer, la participación fue del 40,21%.

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Los holandeses dieron un notable apoyo a la candidatura Europa Transparente, cuyo cabeza de lista, Paul van Buitenen, ayudó a derribar en 1999 la anterior Comisión entre acusaciones de corrupción y nepotismo. Los euroescépticos británicos del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), que proponen la salida de la UE, esperan repetir el buen resultado de las locales.

Problemas en el Este

En los países del centro y del este de Europa, nada eufóricos por la ampliación, la elevada abstención irá acompañada de una movilización de los euroescépticos, con los polacos de Autodefensa a la cabeza, que tienen alarmados a responsables de las instituciones comunitarias. "Una baja participación podría producir resultados extraños y hasta la elección de antieuropeos al Parlamento", ha dicho Günter Verheugen, comisario de la ampliación.

"En las instituciones europeas, la democracia se traduce en control de unas instituciones sobre otras, mientras que para los ciudadanos la democracia supone en última instancia elegir Gobierno", dice Giovanni Grevi, politólogo del European Policy Center, un centro de estudios de Bruselas, para explicar el desentendimiento popular del Europarlamento. A falta de un Gobierno europeo, señala Grevi, la clave para dar credibilidad y visibilidad al Parlamento es convertirlo en un auténtico foro de debate político. No es el caso ahora, cuando no infrecuentemente se imponen los intereses nacionales sobre los ideológicos.

La propia composición del Parlamento menoscaba su credibilidad ante los ciudadanos, que no ven en los escaños europeos a figuras políticas con tirón. Los países del norte tienden a enviar a la Eurocámara a jóvenes ambiciosos e ilusionados, mientras que para los del sur es un refugio de políticos en retirada, un cementerio de elefantes con tan pocos riesgos políticos como envidiables retribuciones, entre 8.000 y 9.000 euros mensuales. Está claro que los políticos prefieren lidiar en la escena nacional antes que en la europea. Uno de cada siete europarlamentarios que comenzaron la legislatura que concluye abandona la Cámara para volver a la política nacional, entre ellos algunos que han luchado por hacer más transparente, creíble y viva la Eurocámara y han terminado por tirar la toalla.

A falta de saber cuántos euroescépticos salen de las urnas y qué juego puedan hacer desde sus escaños (los hay de derechas y de izquierdas), los sondeos predicen que el Partido Popular Europeo continuará siendo la primera fuerza de la Cámara, seguido de los socialistas y de los liberales.

El presidente de la Comisión, Romano Prodi, y su esposa se dirigen a votar en su colegio electoral de Bolonia.EFE
El presidente checo, Václav Klaus, en el colegio electoral en el que votó en Praga.REUTERS

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