Elecciones Europeas

La semana grande de Europa

Aprobar la Constitución y decidir el nuevo presidente de la Comisión, históricos retos comunitarios

El porvenir de Europa quedará condicionado por lo que ocurra esta próxima semana en Bruselas. Los jefes de Estado y Gobierno se disponen el jueves y viernes a pactar la primera Constitución de la UE. Si superan las reservas de Londres, Madrid o Varsovia, Europa dará un paso fundamental hacia su unión política. Los líderes también quieren designar al sustituto de Romano Prodi al frente de la Comisión Europea, un puesto clave para impulsar la construcción europea al que aspira el liberal belga Guy Verhofstadt, y prorrogar el mandato de Javier Solana con vistas a convertirse en el futuro ministro...

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El porvenir de Europa quedará condicionado por lo que ocurra esta próxima semana en Bruselas. Los jefes de Estado y Gobierno se disponen el jueves y viernes a pactar la primera Constitución de la UE. Si superan las reservas de Londres, Madrid o Varsovia, Europa dará un paso fundamental hacia su unión política. Los líderes también quieren designar al sustituto de Romano Prodi al frente de la Comisión Europea, un puesto clave para impulsar la construcción europea al que aspira el liberal belga Guy Verhofstadt, y prorrogar el mandato de Javier Solana con vistas a convertirse en el futuro ministro europeo de Exteriores.

"No podemos permitirnos otro fiasco", ha advertido el canciller alemán, Gerhard Schröder, seguramente al recordar el estrepitoso fracaso de la cumbre del pasado diciembre, cuando el rechazo de Polonia y España al nuevo reparto de poder incluido en el proyecto constitucional hizo descarrilar el primer intento de cerrar la Carta Magna europea. "Europa no puede permitirse un segundo fracaso", opina un alto diplomático en el Consejo, quien afirma que un nuevo tropiezo "abriría una crisis gravísima".

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A sólo unos días de la cita, los líderes se muestran confiados. "El acuerdo es posible y necesario", ha señalado el primer ministro irlandés, Bertie Ahern, presidente de la Unión, quien en el último mes ha visitado todas las capitales en busca de un pacto aceptable para todos. "Haremos todo lo posible para lograr los necesarios compromisos, porque es muy importante para la población de Europa", ha dicho el presidente francés, Jacques Chirac.

De él depende, en buena parte, que se produzca el acuerdo final. Y de Schröder. El eje franco-alemán y la presidencia irlandesa son los elementos más activos en la búsqueda de esos compromisos. En el otro lado se encuentran los países con reservas respecto al proyecto constitucional, como Reino Unido, España y Polonia.

"Si no logramos los resultados esperados, no firmaremos", amenaza el ministro británico de Exteriores, Jack Straw, al hablar de las líneas rojas de Londres, que se resumen en mantener el derecho al veto en las áreas de fiscalidad, seguridad social o cooperación judicial penal. "No queremos una Constitución a la baja", responde el eje franco-alemán, porque "el derecho al veto significa bloqueo", según el ministro francés de Exteriores, Michel Barnier.

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Francia, y con tono más bajo Alemania, ya ha advertido de que el rechazo de algunos a la Carta Magna, ahora o en el proceso de ratificación que durará dos años largos, no detendrá a quienes quieren más Europa. "Algunos países tendrán la tentación de actuar por su cuenta", ha dicho Barnier, quien tampoco descarta que la Constitución entre en vigor sólo en los países que la ratifiquen. Las insinuaciones de que el Reino Unido, donde habrá un referéndum, tendría que abandonar la UE si rechaza la Constitución son permanentes. "Seamos claros: una retirada de la UE sería un desastre para Gran Bretaña", advertió Straw.

Mañana, lunes, los ministros de Exteriores de los 25 intentarán limar en Luxemburgo algunos contenciosos en la última reunión de la Conferencia Intergubernamental (CIG) que debate el proyecto. Quizás intenten saldar otro profundo litigio: decidir si el preámbulo de la Carta Magna añade una referencia a la "herencia judeo-cristiana" en Europa, una aspiración del Vaticano sostenida por media docena de países con Italia y Polonia a la cabeza.

Para la reunión de los líderes quedarán pendientes las reclamaciones de España y Polonia para que su pérdida de poder con respecto al Tratado de Niza sea la menor posible. Es Francia, reconocen fuentes diplomáticas españolas, la que más resistencia muestra a la tesis española. "Seguramente no la aceptaremos", ha dicho Barnier.

Convencer a Chirac de lo contrario será el reto del presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, en su primera cumbre europea. En una cita crucial para Europa y para España, en contra de Zapatero puede jugar su inexperiencia en estas lides, como admiten diplomáticos españoles, pero a su favor contarán su respaldo electoral del 14-M y el previsto hoy mismo en los comicios europeos y su aceptación del sistema de doble mayoría de Estados y población que rechazaba José María Aznar. Zapatero, según sus spropias palabaras, pide un poder "adecuado, suficiente y razonable".

En el caso de Polonia, su principal interlocutor no es Chirac, sino Schröder. "Cada cual tiene que ceder algo", le ha dicho al presidente Alexander Kwasniewski. Los polacos no podrán resistir un pulso frente a todos, sobre todo porque acuden a Bruselas en condiciones de debilidad. Su primer ministro provisional, Marek Belka, ya ha sido rechazado por el Parlamento polaco el 14 de mayo y será votado de nuevo después de la cumbre. "Aún es necesario dar unos retoques al proyecto", ha dicho.

Si se resuelven estos y otros contenciosos pendientes de menor relieve, la actual presidencia irlandesa de la UE "será realmente histórica", ha dicho el primer ministro francés, Jean-Pierre Raffarin.

En la misma cumbre, los líderes europeos quieren designar al sustituto del italiano Prodi al frente de la Comisión. El actual primer ministro belga, el liberal flamenco Guy Verhofstadt, es el mejor situado, pero aún debe superar las reticencias de Londres por su marcado federalismo. Hay un precedente: en 1994 el entonces primer ministro británico, John Major, vetó al belga Jean-Luc Dehaene por idéntica razón. Pero ahora, y por vez primera, el presidente de la Comisión será elegido por mayoría cualificada y, por tanto, no bastará para frenar a Verhofstadt el veto británico aunque se le una el italiano, como parece insinuar el primer ministro Silvio Berlusconi. Los primeros ministros de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker, e Irlanda, Bertie Ahern, son alternativas posibles y, si no hay consenso, la decisión será postergada.

Ningún recelo, por el contrario, existe para que los líderes ratifiquen en el cargo de Alto Representante para la Política Exterior de la Unión al español Javier Solana, quien tendrá ahora más competencias, como la creación del Servicio Europeo de Acción Exterior. Los líderes se plantean una fórmula para que su confirmación en el puesto conlleve, "de manera casi automática", como señaló el jueves el ministro Miguel Ángel Moratinos, su nombramiento como ministro europeo de Exteriores cuando entre en vigor la Constitución, quizás en 2007.

Los contenciosos pendientes

Son éstos los principales contenciosos pendientes para aprobar la Constitución europea:

- El reparto de poder. Es el litigio más importante y los propios líderes tendrán que resolverlo los días 17 y 18. Los grandes aceptan modificar el proyecto para que España y Polonia no pierdan tanto peso con respecto al Tratado de Niza, pero no les gusta la alternativa española (ver infografía adjunta), según la cual una decisión en el Consejo de la UE sólo será válida si es apoyada por una mayoría de países que representen al menos dos tercios de la población. "No se debieran tomar decisiones en contra del parecer de un tercio de ciudadanos de la UE, esto es, de 160 millones de personas", argumenta el ministro español de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. Los grandes consideran que será demasiado fácil bloquear decisiones y Europa avanzará menos. Los pequeños exigen que, si aumenta el porcentaje de población, aumente también el de los Estados porque así podrán lograr ellos más fácilmente minorías de bloqueo. Para satisfacer a los polacos, se maneja la posibilidad de que, en casos particulares, un país afectado en sus intereses vitales pueda exigir que se vote con arreglo a las reglas de Niza.

- Las 'líneas rojas' de Londres. El Reino Unido quiere limitar las pérdidas de soberanía y ha marcado esas líneas rojas de las que habla el ministro de Exteriores, Jack Straw. Rechaza perder el derecho al veto a la hora de que la UE legisle en áreas sensibles (fiscalidad, seguridad social o colaboración judicial penal) y quiere incluso que desaparezca un complejo artículo según el cual los países que quieran formar una cooperación reforzada en defensa (para avanzar más en este campo) podrán acordar por unanimidad que una cuestión determinada la decidirán por mayoría cualificada. España se enfrenta a Londres porque considera que, tras el 11-M, no pueden existir vetos en cooperación judicial penal.

Londres quiere que se incluya en la Constitución una declaración según la cual la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, que pasará a tener fuerza jurídica en la Unión, no interferirá en la legislación británica. Esa declaración ya fue suscrita en la Convención que redactó el borrador de la Constitución, pero no para incluirla en la misma.

- La religión. El preámbulo señala que la Constitución se inspira en "las herencias culturales, religiosas y humanistas de Europa". Polonia, Italia, Portugal, Rumania, Letonia y Lituania exigen que se añada "y las raíces judeo-cristianas". España no se opone a ello, pero sí Francia y Bélgica.

- Unanimidad y referendos. Aprobada la Constitución, tendrá que ser ratificada por Los 25, bien por referendos (anunciados ya en el Reino Unido, Bélgica, Dinamarca e Irlanda), bien por los Parlamentos nacionales. En caso de algún rechazo, no se descarta que la Carta Magna sea asumida por los que la hayan aprobado.

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