Tribuna:DÍA MUNDIAL DEL MEDIO AMBIENTE

Un mar de posibilidades

La Europa continental asoma su mirada de poniente hacia el Atlántico y comparte con el casi cerrado Mediterráneo las costas africanas. Dos espejos de la riqueza de los mares y océanos que cubren el 70% de la superficie de la Tierra que, al decir del profesor Cousteau, debería ser el planeta Agua. Esta enormidad, portentosa como naturaleza física explica y justifica a la vez el desconocimiento que recubre aún hoy los océanos. Quizá en la paradoja entre desconocimiento y necesidad de protección radica la magia de los océanos y su capacidad de atracción para el ser humano. Y como actividad propia...

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La Europa continental asoma su mirada de poniente hacia el Atlántico y comparte con el casi cerrado Mediterráneo las costas africanas. Dos espejos de la riqueza de los mares y océanos que cubren el 70% de la superficie de la Tierra que, al decir del profesor Cousteau, debería ser el planeta Agua. Esta enormidad, portentosa como naturaleza física explica y justifica a la vez el desconocimiento que recubre aún hoy los océanos. Quizá en la paradoja entre desconocimiento y necesidad de protección radica la magia de los océanos y su capacidad de atracción para el ser humano. Y como actividad propia del ser humano, también seduce a los políticos. En la base de esta aparente contradicción está la declaración del Día Mundial del Medio Ambiente de 2004, como fecha para concienciarnos de la importancia de los océanos y los mares en nuestro devenir diario.

Cualquier paradoja, sin embargo, se convierte en interés cuando descubrimos que el 40% de la población vive a menos de 60 kilómetros de una costa y que, a no más tardar en 2010, el 80% de las personas vivirá en un radio de 100 kilómetros de la costa; o que tres de cada cuatro megaciudades del futuro próximo estarán ubicadas junto al mar. O que un 90% del comercio de bienes entre países se transporta por mar. Significa ello que hay un interés por los mares y los océanos que supera el valor ideológico que conlleva su preservación; existe un interés lógico por nuestra propia supervivencia: mantener en condiciones la gran masa de agua que cubre el planeta repercute sobre la pervivencia de la biodiversidad marina así como sobre la terrestre, y, a su vez tiene su efecto positivo sobre el clima.

La acción humana sobre el mar, pese al interés que acabamos de ver que tiene para nuestra supervivencia, no está siempre a la altura de las circunstancias cuando descubrimos que un millón de aves marinas o 100.000 mamíferos marinos mueren ahogados por los desechos plásticos que llegan al mar. O que más del 70% de las pesquerías marinas están agotadas o han excedido su límite sostenible.

Cuando en el Plan de Aplicación de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible se solicita la eliminación de las prácticas de pesca destructivas y de los subsidios que contribuyen a la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada, el ser humano toma conciencia de que el equilibrio biológico de los mares es indisociable de nuestro propio porvenir como habitantes del planeta Agua. Estas apreciaciones que pueden parecer catastrofistas a primera vista son algunos de los datos que vienen recogidos en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en este Día Mundial del Medio Ambiente, dedicado en 2004 a los mares y océanos, con el sugerente título de "¡Se buscan! Mares y océanos. ¿Vivos o muertos?".

La Comunidad Valenciana, con más de 450 kilómetros de costa mediterránea y 94 lugares de interés comunitario (LIC) -una gran parte de ellos humedales marinos-, dispone en la actualidad de diferentes modelos legales de protección que en una gradación que va desde el local al autonómico representa alrededor de cien kilómetros protegidos en nuestro encuentro con el mar. A su vez nuestros fondos marinos están cubiertos por la Posidonia oceánica que constituye uno de los mejores ecosistemas marinos, necesarios para la preservación de la biodiversidad, la calidad de las aguas y la estabilidad de las costas. Y, las playas, un patrimonio natural y social reconocido por su excelencia una año más, como acaba de recoger el informe sobre Calidad de las aguas de baño de la Comisión Europea.

Hacer compatible el mantenimiento de un modelo de desarrollo social y económico con la protección y la preservación de la biodiversidad marina, haciendo que cada vez lleguen con mayor limpieza las aguas terrestres al mar, es una labor determinante para mantener la vida no sólo de los mares y océanos sino la nuestra propiamente dicha.

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El catastrofismo que a veces acompaña estas aseveraciones no siempre se ajusta a la realidad y ha significado con frecuencia el aprovechamiento de una corriente de opinión para intentar satisfacer posibilidades de difícil cumplimiento por parte de la comunidad internacional. Sobre todo cuando según algunos estudios tan solo conocemos el 1,5% de los más de diez millones de especies que pueblan el mar. Los océanos guardan en su profundidad fría y oscura la parte más importante de la riqueza natural del planeta y una parte de la chatarra que se ha vuelto inservible para el hombre en su paso por la Tierra. Ante esta contradicción no cabe sino tomar conciencia de la realidad que nos envuelve y actuar con suma diligencia para que las fosas marinas dejen de ser un estercolero para el hombre y pasen a ser una explosión de vida para la flora y fauna marina.

El desarrollo sostenible instaurado por una gran parte de los países asistentes a la Cumbre de Río de Janeiro tiene en los océanos y en los mares su gran prueba de fuego: se trata en la mayoría de los casos de ámbitos internacionales donde la solidaridad legal proviene del desarrollo de normativas de carácter trans o extranacional. Aprovechemos una oportunidad como ésta planteada desde el acuerdo entre países y la aquiescencia de las personas en un momento en que los grandes consensos internacionales parecen tan difíciles de alcanzar. No podemos permitir que una parte de agua de ese 70% que ocupa el planeta tenga en el mar de Aral un espejo donde mirarse, porque las consecuencias ya las conocemos y las hemos vivido en carne propia. Una vez conocidas, es el tiempo de emprender acciones conjuntas para el mar y la biodiversidad que lo habita sean patrimonio de la humanidad.

Rafael Blasco es consejero de Territorio y Vivienda.

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