Reportaje:

'Proyecto récord del mundo'

Víctor Conte, dueño de Balco; dos técnicos, uno de ellos Francis, 'ex' de Ben Johnson, y un culturista que fue 'míster Universo' utilizaron a Tim Montgomery como conejillo de Indias de un producto llamado en clave 'Clear'

Sólo había cinco personas sentadas en torno a la mesa. La cita, tan secreta que parecía clandestina, se convocó en Burlingame, una ciudad casi artificial, prefabricada para el descanso de la élite financiera californiana. La reunión se montó en una sala trasera de un complejo de oficinas y laboratorios médicos de la empresa Bay Area Laboratory Co-Operative. Los cinco asistentes, nada bien avenidos, accedieron a la cumbre porque compartían un objetivo común: convertir a uno de ellos en el hombre más rápido del mundo. La justicia investiga hasta qué punto intentaron conseguirlo con productos ile...

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Sólo había cinco personas sentadas en torno a la mesa. La cita, tan secreta que parecía clandestina, se convocó en Burlingame, una ciudad casi artificial, prefabricada para el descanso de la élite financiera californiana. La reunión se montó en una sala trasera de un complejo de oficinas y laboratorios médicos de la empresa Bay Area Laboratory Co-Operative. Los cinco asistentes, nada bien avenidos, accedieron a la cumbre porque compartían un objetivo común: convertir a uno de ellos en el hombre más rápido del mundo. La justicia investiga hasta qué punto intentaron conseguirlo con productos ilegales.

El equipo de investigación del diario San José Mercury News, el que sigue más de cerca el escándalo del anabolizante THG, ha podido reconstruir la gestación de una carrera contra la naturaleza dominada por el ansia de triunfo y la pasión por el dinero.

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La cumbre se celebró en noviembre de 2000. La sala estaba presidida por un póster con una cita de Albert Einstein: "Los grandes proyectos siempre se han enfrentado a la oposición violenta de las mentes mediocres". El carácter furtivo del encuentro no restó un ápice al entusiasmo de uno de los asistentes, tan arrebatado por la belleza de la estrategia que repartió camisetas con el nombre en clave del plan: Proyecto récord del mundo.

Las cinco personas allí sentadas cerraron un calendario médico, deportivo, nutritivo y, sobre todo, químico diseñado con el único objetivo de mutar el aspecto físico y las capacidades atléticas de un corredor para convertirle en el hombre más rápido del planeta.

En la sala estaba Víctor Conte Jr., un individuo pintoresco y oscuro que dejó su carrera musical con el grupo Tower of Power para convertirse en una especie de gurú nutricionista que vende suplementos alimenticios con lenguaje de predicador. Suyo era el local en el que estaban reunidos: los laboratorios Balco.

Estaba también Milos Sarcev, un culturista yugoslavo que llegó a mister Universo en su época de mayor gloria. Se le conoce con el apodo de La Mente porque está obsesionado con la relación entre el volumen de la musculatura y su efecto en la preparación psicológica de los atletas.

Junto a ellos estaban dos entrenadores que representaban la gloria y la deshonra del atletismo. Uno, Trevor Graham, era respetado y premiado. Otro, Charlie Francis, llevaba sobre su reputación el peso de una de las mayores miserias deportivas de la historia. Era el preparador del canadiense Ben Johnson en los Juegos Olímpicos de Seúl 88, el hombre que estaba detrás del escándalo con esteroides que culminó con la devolución de la medalla de oro de los 100 metros por parte del velocista.

Junto a los cuatro se sentaba el objeto del experimento, el estadounidense Tim Montgomery, un corredor flaco, sin estatura y con un futuro dudoso. Ahora Montgomery ostenta el récord mundial en los 100 metros y está casado con otra atleta norteamericana sometida a la mirada de la lupa judicial, Marion Jones.

Se redactó con esmero hasta el último detalle del Proyecto récord del mundo. Francis diseñó el programa de entrenamiento de Montgomery, Graham se encargaría de ponerlo en práctica junto al corredor y Sarcev ideó una metodología de preparación física que, dos meses después, ya permitiría al atleta levantar regularmente pesas con 40 kilos más de peso.

El papel de Montgomery estaba suficientemente establecido: él era el objeto de laboratorio, el conejillo de indias que aceptaba el experimento a cambio de la promesa de medallas.

Pero era el papel de Conte el que obligaba a convertir ese encuentro en una reunión confidencial. Conte puso sobre la mesa un ingrediente secreto que prometía convertir a Montgomery en un súperatleta. El grupo aceptó referirse a la sustancia con un nombre en clave, Clear (Claro), un compuesto extraño que Conte dijo haber diseñado junto a un químico de Chicago llamado Patrick Arnold. El producto le dio a Montgomery un incremento de 15 kilos en su masa muscular.

Montgomery logró el récord mundial (9,78s), pero los socios acabaron separados por sus peleas sobre el reparto del dinero que el atleta ganaba en la pista.

El verano del año pasado, la Agencia Antidopaje de Estados Unidos recibió una jeringuilla enviada de manera anónima. En el interior había una muestra de Claro. Los científicos tardaron en descubrir la presencia de un anabolizante escondido en la composición química del líquido. Lo llamaron tetrahidrogestrinona o THG. Las federaciones deportivas volvieron entonces a analizar muestras que habían dado negativo y encontraron múltiples casos de atletas que tenían en su organismo residuos del producto de Conte.

El San José Mercury News reconoce que no hay manera de saber si los asistentes a esa reunión conocían la ilegalidad del producto que manejaron, aunque las normas federativas dejan claro que el desconocimiento no exime de la culpa. Ahora los cinco se enfrentan a un futuro judicial incierto.

Tim Montgomery (a la izquierda) gana a Dwain Chambers en París, en 2002, y logra el récord del mundo.AP

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