Haces de luz seductora en la noche de Cibeles

Miles de personas se echan a la calle a contemplar la iluminación en la víspera de la boda real

Miles de personas recorrieron anoche, antevíspera de la boda regia entre el príncipe Felipe y Letizia Ortiz, desde el atardecer y hasta la madrugada, los paseos de Recoletos y el Prado, entre la plaza de Colón y el Museo, que exhibe desde el martes y hasta el viernes una inédita iluminación polícroma. La instalación, diseñada por Pascua Ortega, decorador de casas y mansiones del barrio de Salamanca, consiste en haces de luz que bañan de tonalidades fucsia, azul, amarillo, verde y blanco los principales monumentos que se despliegan en ese eje: Biblioteca Nacional, Palacio de Comunicaciones, fue...

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Miles de personas recorrieron anoche, antevíspera de la boda regia entre el príncipe Felipe y Letizia Ortiz, desde el atardecer y hasta la madrugada, los paseos de Recoletos y el Prado, entre la plaza de Colón y el Museo, que exhibe desde el martes y hasta el viernes una inédita iluminación polícroma. La instalación, diseñada por Pascua Ortega, decorador de casas y mansiones del barrio de Salamanca, consiste en haces de luz que bañan de tonalidades fucsia, azul, amarillo, verde y blanco los principales monumentos que se despliegan en ese eje: Biblioteca Nacional, Palacio de Comunicaciones, fuentes de Cibeles, Apolo y Neptuno, así como el Museo del Prado. También la cercana Puerta de Alcalá recibe esta iluminación que subraya sus molduras, columnas y arcos con haces luminosos de coloración distinta y cambiante. "Sobre la puerta se ve la bandera de la República", comenta jocosamente María, vecina de la calle de Ibiza, que confiesa: "No me gusta nada el montaje". Opinión bien diferente muestra Rosa Martínez, de San Lorenzo de El Escorial: "Lo que más me gusta es que esta iluminación rompe la rutina en una ciudad como Madrid, cuyo peso ahoga siempre su belleza", señala con una sonrisa. "Además", añade, "Madrid ha sufrido mucho hace apenas unas semanas, con los atentados del 11-M, y a nadie puede dañar que la ciudad se encienda así de noche".

Cientos de personas se arremolinaban al atardecer bajo un cielo diáfano y estrellado en la esquina entre Alcalá y la Gran Vía, desde donde percibían un luminoso alineamiento entre la fuente de Cibeles y la Puerta de Alcalá. De cuando en cuando, al cambiar las tonalidades de los colores de los haces, surgían de la multitud voces de admiración, incluso algún silbido, mientras otros preferían fotografiar con sus cámaras o grabar en video las escenas que se mostraban a su contemplación. En el Museo del Prado destacaba la luz blanca que hacía resaltar los medallones de su fachada, frente al rosa de sus columnas de orden gigante, mientras los automóviles pugnaban, sin fortuna, por abrirse paso entre el atasco. Policías municipales intentaban, a duras penas, hacer fluido el tráfico.

Decenas de viandantes se agolpan ante la fuente de la Cibeles para ver la iluminación nocturna especial con motivo de la boda real.
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