Columna

Memoria y demagogia

La demagogia es mala por definición. Pero es insufriblemente perversa cuando se juega con el dolor y la congoja de las gentes; cuando se apela a la memoria de toda una sociedad para luego hacerla añicos; cuando se despiertan recuerdos desgraciados, para luego jugar al "vuelva usted mañana". Es lo que ha hecho en relación con las víctimas de la guerra civil y el primer franquismo el Departamento de Vivienda y Asuntos Sociales, liderado por su inefable guía Javier Madrazo.

La Guerra Civil del 36 es una de nuestras asignaturas colectivas pendientes. Todavía hay quien dice que aquell...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La demagogia es mala por definición. Pero es insufriblemente perversa cuando se juega con el dolor y la congoja de las gentes; cuando se apela a la memoria de toda una sociedad para luego hacerla añicos; cuando se despiertan recuerdos desgraciados, para luego jugar al "vuelva usted mañana". Es lo que ha hecho en relación con las víctimas de la guerra civil y el primer franquismo el Departamento de Vivienda y Asuntos Sociales, liderado por su inefable guía Javier Madrazo.

La Guerra Civil del 36 es una de nuestras asignaturas colectivas pendientes. Todavía hay quien dice que aquello fue una "guerra entre hermanos" (entre otros, la Conferencia Episcopal). Aquello fue -y debe decirse- una guerra civil inducida, la más terrible de las guerras, la que mayores odios desata. Nada que objetar a las miles de personas que en uno u otro bando, convencidos o no, se vieron en la circunstancia de combatir. Pero, ¿cuándo, en España o en el paisito, se debatirá seriamente sobre las ideologías antidemocráticas e inmorales que condujeron a ella? ¿Cuándo se mostrará públicamente, como hizo la Wehrmacht alemana con sus exposiciones, la barbarie de aquella guerra, las responsabilidades colectivas existentes, o mostrará la "inmensa prisión" -título de un excelente libro- que España fue con el franquismo? ¿Cuándo se hará una valoración ética del pasado a favor de una memoria más limpia? Ahora, y sólo ahora, comienzan a publicarse, a crearse asociaciones y realizarse trabajos que expurguen y nos muestren toda aquella infamia.

Pero en Asuntos Sociales eso importaba poco: hipotéticos votantes, intensa campaña de buzoneo con la foto del líder, e inmensas expectativas generadas en miles de familias doloridas. Reunión en el Carlton, cientos de familiares, conferencias y boato. A la hora de la verdad: nada. Según la ley-promesa, se darían ayudas a personas de más de 65 años, a sus viudas o hijos, siempre que el afectado hubiera estado en prisión o en un campo de concentración. Han pasado los meses y las ayudas no han llegado. ¿Restitución de la dignidad de las gentes? Ninguna. Ahora, promete "pagar" en mayo. Suena a un retraso en el pago del alquiler.

Las cosas empezaron ya mal: escaso presupuesto por un cálculo erróneo de posibles solicitantes, un escasísimo personal para gestionarlo, y el peso de la prueba en manos de los familiares, perdidos, como no podía ser de otro modo, en la maraña administrativa y archivística española. La casa por el tejado. La cosa debió hacerse exactamente al contrario. Hay especialistas entre nuestros investigadores que debieron hacer un informe previo. Un buen equipo debió generar información y una buena base de datos que ofrecer al público (los archivos españoles son más inescrutables que los designios del Señor). Y, sólo entonces, hacer una oferta firme a la ciudadanía. Eso es trabajar en serio, aunque quizá no dé votos inmediatamente. Al parecer, para el consejero eran perentorios.

Que las cosas pueden hacerse bien lo demuestra el trabajo, aún incipiente, de la Dirección de Derechos Humanos (Departamento de Justicia del Gobierno vasco) que ha establecido un convenio con la Sociedad de Ciencias Aranzadi para la exhumación ordenada y exhaustiva de las fosas comunes provenientes de los años de la guerra civil. O el trabajo encargado a la UPV-EHU por la Diputación Foral de Álava, a instancias de la Juntas Generales, para generar una excelente base de archivo sobre el fenómeno del terror en aquel tiempo. ¿No es lícito acaso aspirar a una administración eficaz y no demagógica; especialmente en estos temas delicados? ¿No pueden, tal vez, coordinarse todos estos esfuerzos? ¿Podría evitarse el dolor añadido a quienes ya fueron víctimas del terror?

La memoria de la guerra civil, ética y científicamente ponderada, es esencial para la sociedad de hoy. Quizá la Dirección de Derechos Humanos pudiera articular con el resto de instituciones una comisión de expertos que coordinaran e impulsaran esa labor. Sería lo deseable.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En