Una antológica revisa el peso de Echevarría en la renovación de la pintura española

El Museo de Bellas Artes revisa sus personales retratos, bodegones y paisajes

Discípulo de Manuel Losada, amigo de Francisco Durrio y Francisco Iturrino, admirador de Cèzanne, Gauguin y Van Gogh, Juan de Echevarría (Bilbao, 1875-Madrid, 1931) supo llevar a su pintura, afín a los movimientos postimpresionistas que conoció en su etapa en París, los aires de renovación de la pintura europea. La exposición antológica que el Museo de Bellas Artes de Bilbao inauguró ayer reivindica el peso de Echevarría en la llegada de la modernidad al arte español con una selección de sus personales retratos, naturalezas muertas y paisajes.

Juan de Echevarría nació en una familia de ...

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Discípulo de Manuel Losada, amigo de Francisco Durrio y Francisco Iturrino, admirador de Cèzanne, Gauguin y Van Gogh, Juan de Echevarría (Bilbao, 1875-Madrid, 1931) supo llevar a su pintura, afín a los movimientos postimpresionistas que conoció en su etapa en París, los aires de renovación de la pintura europea. La exposición antológica que el Museo de Bellas Artes de Bilbao inauguró ayer reivindica el peso de Echevarría en la llegada de la modernidad al arte español con una selección de sus personales retratos, naturalezas muertas y paisajes.

Juan de Echevarría nació en una familia de industriales del acero que enfocó su formación hacia la dirección de las empresas de su propiedad. Tras estudiar en Francia e Inglaterra, concluyó su carrera de Ingeniería en Alemania. La fatalidad hizo que abandonara los negocios familiares: la muerte repentina de su madre mientras asistía a una representación de ópera en el Teatro Arriaga desencadenó una crisis personal que le llevó a dedicarse en exclusiva a cultivar su vocación por la pintura.

Fue discípulo de Losada en Bilbao, pero en 1903 decidió afincarse en París, donde durante más de una década estuvo en contacto con los artistas más renovadores de los primeros años del siglo XX. La exposición, comisariada por Verónica Mendieta, nieta del artista y autora de una tesis doctoral sobre su obra, muestra cómo su introducción en los movimientos postimpresionistas parisinos llevaron a su pintura la fuerza del color y las influencias de Gauguin y Vincent Van Gogh.

Siguiendo un orden cronológico, la selección realizada por Mendieta muestra ya en los primeros años de producción artística en París los retratos y las naturalezas muertas, pilares de toda su trayectoria artística. A su regreso a España, Echevarría siguió pintando retratos, pero cambiaron los personajes y los tonos empleados. Es la etapa de los cuadros de gitanas, muchos de ellos pintados en Granada, y los personajes castellanos, captados durante sus estancias en Ávila.

Echevarría manifestó su habilidad en el uso del color en sus series de bodegones. La mayor parte están dominados por un florero, acompañados en ocasiones por frutas, libros y estampas, en unas composiciones armoniosas y elegantemente decoradas. Junto a las naturalezas muertas, las series de retratos de intelectuales y personajes ilustres es el trabajo más característico del artista. Echevarría pintó en Madrid a varios miembros de la generación del 98 -Baroja, Unamuno y Valle-Inclán, entre otros-, aunque sus maneras pictóricas no sintonizaban con la línea tradicional que preferían los escritores, según destacó la comisaria.

El recorrido cronológico de la exposición se cierra con retratos de grupo de gitanas y paisajes de Ondarroa y Madrid. El último autorretrato del artista, que dejó inconcluso cuatro años antes de su muerte, muestra el rostro atormentado de un hombre introvertido y perfeccionista hasta el extremo, que destruía las obras que no llegaban a satisfacerle por completo.

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Su vida acabó de forma inesperada. Echevarría murió a los 56 años, días después de sufrir un ataque cardiaco durante la final de Copa que enfrentó al Athletic con el Betis.

La exposición se presentó el pasado invierno en la sede madileña de la Fundación Cultural Mapfre Vida, entidad que ha producido la muestra junto con el Museo de Bellas Artes. A lo largo de dos meses visitaron la exposición más de 30.000 personas.

La antológica de Echevarría se enmarca dentro de la tarea de recuperación y revisión de las figuras del arte vasco anterior a la guerra civil que lleva a cabo el Museo de Bellas Artes, como hizo el pasado año con Ángel Larroque. El pintor bilbaíno, con una buena selección de su obra en la colección del Reina Sofía de Madrid se halla "muy bien representado" en los fondos del Bellas Artes, en palabras de su director, Javier Viar. La exposición incluye ocho pinturas propiedad de la pinacoteca, entre ellas los retratos Gitana de Granada (1915), El paria castellano (1917) y Serrano (1916), y el bodegón Florero con plátanos, limones y libros (1917). La exposición permanecerá abierta al público hasta el 27 de junio.

SANTOS CIRILO

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