Crítica:

Argumentos contra la tribu

"Con 15 años conocía perfectamente la diferencia entre el patriotismo (del Estado plurinacional) y el nacionalismo étnico. En poco tiempo me convertí en un nacionalista fanático. (...) En clase abucheábamos todos al unísono al profesor de religión que era el único ya que defendía al Estado plural". Estas frases no son el testimonio de un joven etarra de la última hornada, de esos ya nacidos en una España democrática constitucional y en una Euskadi con el Estatuto de autonomía en plena vigencia. Son recuerdos de hechos sucedidos en una capital de provincia austriaca en 1903 y el que lo relata a...

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"Con 15 años conocía perfectamente la diferencia entre el patriotismo (del Estado plurinacional) y el nacionalismo étnico. En poco tiempo me convertí en un nacionalista fanático. (...) En clase abucheábamos todos al unísono al profesor de religión que era el único ya que defendía al Estado plural". Estas frases no son el testimonio de un joven etarra de la última hornada, de esos ya nacidos en una España democrática constitucional y en una Euskadi con el Estatuto de autonomía en plena vigencia. Son recuerdos de hechos sucedidos en una capital de provincia austriaca en 1903 y el que lo relata algo más de dos décadas después es Adolfo Hitler en Mein Kampf (Mi lucha). El devenir posterior de aquel mozalbete entusiasta del colegio de enseñanza media de Linz junto al Danubio es historia. Lo evoca la historiadora Brigitte Hamann en el libro La Viena de Hitler, que de forma insuperable relata y explica niñez, adolescencia y juventud del hijo de un funcionario de aduanas dipsómano llamado a arrasar Europa.

EL GRAN FRAUDE

Fernando Savater

Aguilar. Madrid, 2004

200 páginas. 16,50 euros

Nadie piense que los vascos defensores de la Constitución y el Estatuto, uno de cuyos máximos representantes es hoy el escritor y filósofo Fernando Savater, temen que de los ambientes reinantes en muchas aulas de Euskadi surja alguien con la proyección histórica europea que tuvo aquel niño de la Austria profunda. Pero tampoco se nos podrá condenar por las muchas asociaciones espontáneas en que podamos incurrir al leer esas líneas. Porque son perfectamente pertinentes. En Euskadi hoy gobiernan fuerzas que quieren destruir un Estado plural existente para crear uno nuevo monolítico, "donde no haya pueblos invitados" (Hitler dixit). Durante demasiados años, en Euskadi y en el resto de España también, han sido muy pocos los que hacían asociaciones como las arriba concitadas que tan lógicas parecen hoy a tantos (aunque por desgracia no a todos los que debiera). Si es así es en gran medida gracias a la labor de Fernando Savater, un antifranquista perseguido y encarcelado durante la dictadura pero nunca en peligro de muerte como ahora. Lo está porque desde hace muchos años denuncia el absurdo que supone la deriva soberanista del nacionalismo vasco. Ahora lo hace una vez más en su nuevo libro El gran fraude, editado por Aguilar. Duro, claro, irónico y siempre inmune al sentimentalismo, Savater nos presenta, en una colección de artículos publicados sobre todo en EL PAÍS, también en otros diarios, una amplia paleta de enfoques sobre una realidad cruel de Euskadi que muchos, y no sólo nacionalistas, se niegan aún a ver. Esta ceguera y sordera de tantos ante lo evidente irritan al autor hasta la ira pero en todos los textos queda claro que no lo harán resignar. En muchos capítulos de El gran fraude -véase Aviso para distraídos- se percibe la pena y alarma que le produce esa masa silente que muestra una y otra vez su falta de compasión y solidaridad hacia las víctimas y siempre tienen una salvedad en la manga para mantener distancia de los muertos y sus familiares así como una mano tendida hacia los responsables de tanto luto. La ira se emboza en su prosa tras la ironía y la esperanza pero también la impaciencia "ante la actitud de los numerosos testigos que, con los brazos cruzados, asistieron a las vejaciones y los crímenes sin hacer nada por evitarlos". Reiteradamente aparecen, más que los verdugos, los ciudadanos que, en su actitud de inhibición ante el terror, evocan la pasividad culpable tan generalizada bajo nazismo y estalinismo en el siglo pasado.

Si no hubiera muertos por

medio, insiste Savater, todo el discurso y la simbología nacionalista serían risibles. Pero es un hecho incontestable que los hay y Savater ha asistido ya a muchos de los entierros de víctimas a las que después, desde las instancias nacionalistas, se les niega el mínimo reconocimiento. Si Savater llega en casos a expresar algo que se antoja desprecio es por aquellos que dicen buscar fórmulas "buenistas" de "integración y convencimiento de los terroristas" para que depongan su actitud. La palabra diálogo se ha convertido hace tiempo en un término pervertido por quienes no quieren realmente la derrota del terror. El gran fraude es un compendio de ensayos de combate (un panfleto en el sentido clásico y noble del término) en cuya introducción Para empezar arremete sin piedad contra las traiciones de la izquierda española a sus tradiciones de búsqueda de cohesión y solidaridad en una España democrática y laica y que gesta no ya sólo acuerdos como los de Lizarra entre nacionalistas y terroristas, sino también otros como los muy recientes del nacionalismo catalán. Savater revela en El gran fraude el peligro que se cierne sobre la convivencia de todos los españoles y no sólo sobre los amenazados de muerte y perseguidos. Destaca y denuncia las contradicciones, perversiones semánticas y mentiras en que se basa el plan Ibarretxe y en la debilidad intelectual y política de quienes no ven que alianzas con el enemigo del adversario político sólo benefician a los enemigos de las libertades. Lo hace con un ánimo a prueba -nunca mejor dicho- de bomba y en lucha sin cuartel contra el fundamentalismo antidemocrático del nacionalismo soberanista, quizá la última rémora de la España oscurantista de nuestra caverna del pasado. Savater, como en Václav Havel en la Praga bajo la dictadura comunista, denuncia a verdugos y cómplices pero también a los indolentes. El silencio plomizo de décadas pasadas se ha roto y se han escrito mucho y buenas obras para explicar el absurdo que genera asesinos y víctimas en una sociedad tan desarrollada en lo material y tan jibarizada moralmente por la obsesión identitaria. Los ensayos de Savater en El gran fraude, como no podía ser menos, están entre lo mejor.

Fernando Savater (en el centro), durante la manifestación en San Sebastián el 13 de diciembre de 2003.JESÚS URIARTE

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