Editorial:

Bush, a la defensiva

El creciente escepticismo del pueblo norteamericano sobre las razones que condujeron a la guerra de Irak y el ascenso del demócrata Kerry como un rival peligroso para Bush en las elecciones de noviembre, obligaron ayer al presidente de Estados Unidos a hacer algo que no le gusta: afrontar las preguntas de un periodista de independencia y profesionalidad probadas como Tim Russert. En su programa Meet the Press, Russert volvió una y otra vez sobre la inexistencia en Irak de las armas de destrucción masiva que, según Bush, obligaron a EE UU a desencadenar una "guerra preventiva" contra ese...

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El creciente escepticismo del pueblo norteamericano sobre las razones que condujeron a la guerra de Irak y el ascenso del demócrata Kerry como un rival peligroso para Bush en las elecciones de noviembre, obligaron ayer al presidente de Estados Unidos a hacer algo que no le gusta: afrontar las preguntas de un periodista de independencia y profesionalidad probadas como Tim Russert. En su programa Meet the Press, Russert volvió una y otra vez sobre la inexistencia en Irak de las armas de destrucción masiva que, según Bush, obligaron a EE UU a desencadenar una "guerra preventiva" contra ese país árabe. El periodista recordó que, el pasado 17 de marzo, Bush declaró: "Los datos reunidos por éste y otros Gobiernos no dejan dudas de que el régimen de Irak sigue teniendo y ocultando algunas de las armas más letales jamás concebidas". Bush respondió: "Exacto". Luego Russert señaló: "Aparentemente no es así". Y Bush aceptó: "Correcto".

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Bush confesó lo obvio, que esas armas químicas, biológicas y eventualmente nucleares no han sido encontradas, pero siguió defendiendo su guerra y esta vez la fundó en la idea de que el Irak de Sadam "tenía la capacidad" de fabricarlas. Lo cierto es que los inspectores estadounidenses que han trabajado en ese país con amplia libertad desde el derrocamiento de Sadam tampoco han encontrado, que sepamos, los lugares, equipos y componentes necesarios para producir tales armas. Según unas declaraciones efectuadas también ayer mismo por Hans Blix, que fue jefe del equipo de inspectores de la ONU antes de la guerra, eso tampoco deber sorprender. "Dijimos", señaló Blix, "que nosotros no habíamos visto prueba de ninguna arma (de destrucción masiva). Creo que emitimos las advertencias correctas". Para Blix, los políticos que lideraron la guerra actuaron como "los vendedores de una mercancía que tienen que exagerar la importancia de lo que tienen".

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Lo que Bush y Blair intentan ahora es convencer a sus ciudadanías de que no mintieron deliberadamente, aunque puede que exageraran. Bush aceptó ayer que los norteamericanos determinarán sus responsabilidades en los próximos meses.

¿Hará lo mismo Aznar, que apoyó a Bush, estuvo con él en las Azores y ha comprometido públicamente su palabra sobre la existencia de armas de destrucción masiva? Con el mismo entusiasmo con el que siguió entonces a Bush y Blair debería ahora seguir su ejemplo. En primer lugar, aceptando una comisión de investigación sobre las razones usadas para justificar la guerra, como las puestas en pie en EE UU y el Reino Unido, y luego dando la cara, como hizo ayer Bush, ante periodistas independientes. Por último, aceptando la posibilidad de que, como también hizo ayer Bush, haya dudas legítimas sobre esas razones y declarándose dispuesto a aceptar su responsabilidad ante el pueblo español.

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