Crítica:200 AÑOS DEL FILÓSOFO DE LA RAZÓN

Inodoro, incoloro, insípido

"WASIANSKI, EHREGOTT (1775-1831) siguió cursos con Kant y fue su amanuense. En 1786 se hizo diácono de Königsberg y tomó a su cargo los cuidados de Kant durante sus últimos años. Fue el ejecutor de su última voluntad y el tercero de los biógrafos oficiales de Kant". Con esta ficha bio-policial presenta Manfred Kuehn al hombre que levantó acta de las horas finales del autor de las tres críticas, lo que, visto el fervor desde el que escribe el clérigo, es como presentar a san Marcos como uno de los cuatro biógrafos de Jesucristo. Veintitrés años después de la muerte del filósofo y llevado...

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"WASIANSKI, EHREGOTT (1775-1831) siguió cursos con Kant y fue su amanuense. En 1786 se hizo diácono de Königsberg y tomó a su cargo los cuidados de Kant durante sus últimos años. Fue el ejecutor de su última voluntad y el tercero de los biógrafos oficiales de Kant". Con esta ficha bio-policial presenta Manfred Kuehn al hombre que levantó acta de las horas finales del autor de las tres críticas, lo que, visto el fervor desde el que escribe el clérigo, es como presentar a san Marcos como uno de los cuatro biógrafos de Jesucristo. Veintitrés años después de la muerte del filósofo y llevado por una mezcla de admiración y morbo, Thomas de Quincey escribió Los últimos días de Emmanuel Kant, un opúsculo que tomaba el relato de Wasianski, lo trufaba sin avisar de otros testimonios contemporáneos y lo punteaba de notas llenas de humor y tino. De esa obra la editorial Valdemar publicó hace algunos años una versión completa. La que ahora edita Renacimiento presenta el texto principal sin introducción y prescinde de las notas del autor de Del asesinato como una de las bellas artes, con lo cual elimina la gracia de un retrato que presenta a Kant como un hombre perfecto, o mejor, como un cadáver perfecto, porque el hagiógrafo se recrea en la decadencia física y mental de una de las mentes más influyentes de la historia. Estamos, así, ante el Kant disecado por sus fieles como un hombre sin contradicciones, impaciente, amante del café, enemigo de la cerveza y que "no sudaba, ni de día ni de noche". Lejos de lo que dice el título del libro, no hay en él intimidad alguna, más bien rutina diaria. Alguna anécdota, ninguna idea. Aunque nos permite comprobar cómo vieron los apóstoles al mesías -lo cual dice menos de éste que de aquéllos-, este libro tiene el mismo sabor que un vaso de agua y, eliminado De Quincey, nada de su frescura.

Vida íntima de Kant.

E. Wasianski y T. de Quincey.

Traducción de José María Borrás.

Renacimiento. Sevilla, 2003.

132 páginas. 10 euros.

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