Entrevista:ANDRÉS MOYA | Director del Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biología Evolutiva

"Los científicos tenemos la obligación de sacar la ciencia a la calle"

En su despacho forrado de madera y libros, en apariencia ajeno al aséptico laboratorio con el que comparte pared, Andrés Moya narra, como si de un relato policiaco se tratara, el conjunto de casualidades que le llevaron a él y a su grupo, a secuenciar el genoma de Buchnera, una bacteria que vive confortablemente en el interior de los pulgones, y cómo aquellos primeros resultados conseguidos a pesar de múltiples dificultades económicas les ha conducido a otros que hoy pueden apoyar emocionantes elucubraciones nada menos que sobre el origen de la vida. Moya (Xirivella, 1956), biólogo y filósofo,...

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En su despacho forrado de madera y libros, en apariencia ajeno al aséptico laboratorio con el que comparte pared, Andrés Moya narra, como si de un relato policiaco se tratara, el conjunto de casualidades que le llevaron a él y a su grupo, a secuenciar el genoma de Buchnera, una bacteria que vive confortablemente en el interior de los pulgones, y cómo aquellos primeros resultados conseguidos a pesar de múltiples dificultades económicas les ha conducido a otros que hoy pueden apoyar emocionantes elucubraciones nada menos que sobre el origen de la vida. Moya (Xirivella, 1956), biólogo y filósofo, es catedrático y director del Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biología Evolutiva de la Universitat de València desde 1998. El puro interés científico ha guiado la investigación sobre genomas mínimos que desde hace diez años desarrolla con su grupo. Han secuenciado ya dos genomas de bacterias simbiontes de insectos, el último de ellos publicado este año en la prestigiosa revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences USA, y sus investigaciones han llamado ya la atención de grupos americanos, japoneses y europeos Además, acaba de publicar un libro de evolución en colaboración con Antonio Fontdevila, catedrático de genética de la Universidad Autónoma de Barcelona, primer libro de autor en español que se ha escrito hasta ahora sobre el tema, un completo manual con un enfoque didáctico que lo hace accesible a profesionales de distintas áreas, incluidas las humanidades, y a estudiantes de ciencias de la vida.

Sus investigaciones han llamado la atención de grupos americanos, japoneses y europeos
"Podemos ya comparar todas las bacterias simbiontes de insectos secuenciadas"

Pregunta. ¿Cuál ha sido el último genoma que han secuenciado?

Respuesta. Hemos publicado la secuencia del genoma de Blochmannia, una bacteria endosimbionte que vive en el interior de la hormiga carpintero. Comparándola con una bacteria de vida libre como Escherichia coli nos hemos dado cuenta que tanto Buchnera como Blochmannia han perdido genes, sobre todo los que permiten recombinar con otros genomas, y que E. coli, por el contrario, los ha ganado respecto de un ancestro común a ambas. Ahora estamos secuenciando un genoma muy grande, el de la bacteria endosimbionte del gorgojo del arroz, conocida como SOPE, que se hizo endosimbionte del gorgojo hace unos 25 millones de años, poco tiempo comparado con la antigüedad de la asociación de los otros dos simbiontes con sus respectivos insectos, diez veces más. Con el estudio comparado de estos genomas queremos explicar qué hace que una bacteria sea simbionte y no patógena.

P. ¿Hasta qué límite pierden genes las bacterias?

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R. No lo sabemos todavía, pero el asunto no es trivial. Estamos finalizando el proyecto de secuenciación de otra especie de Buchnera que tiene el genoma bacteriano más pequeño que se conoce. Esta bacteria está genéticamente muy degradada, acumula muchas mutaciones nocivas y sus genes codifican proteínas que no funcionan de forma correcta porque su estructura no es la adecuada. Para evitar este problema las bacterias simbiontes, en general, disponen de otras proteínas que ayudan a que el resto de las proteínas defectuosas se plieguen de forma correcta y funcionen adecuadamente.

P. ¿A dónde lleva todos estos resultados?

R. Con todo el trabajo realizado por nuestro grupo, y otros, durante los últimos diez años estamos en condiciones de comparar los genomas de todas las bacterias simbiontes de insectos secuenciadas. Hemos comprobado que comparten 277 genes. Por otro lado, cuando comparamos ese conjunto de genes con el genoma de bacterias parásitas, también de reducido tamaño, encontramos que comparten 181 genes. Nos hemos dado cuenta, por otro lado, que esos genes codifican para diferentes funciones celulares, pero hay una categoría muy representada que agrupa unos 95 genes y que están implicados en la transcripción y, fundamentalmente, traducción. Nosotros especulamos que esos 95 genes está relacionado con un agregado macromolecular replicativo de un mundo anterior a la célula. Buena parte de los genes implicados en la fabricación de proteínas son los que conforman los ribosomas. Estructuras similares a ellos bien podrían ser unidades replicativas previas a la vida celular.

P. La especulación apunta muy alto, al origen de la célula. Después de diez años están llegando a resultados importantes.

R. De momento sólo es una hipótesis de trabajo, prometedora y que nos abre nuevas vías de investigación.

P. Además de científico, usted es muy activo como divulgador de la ciencia.

R. Quizás por mi formación filosófica tengo plena conciencia de la importancia que tienen la promoción no sólo de los resultados de la ciencia, sino del propio hacer científico. No me considero divulgador, un trabajo que desempeñan y deben desempeñar profesionales cualificados. No obstante los científicos tenemos la obligación de sacar la ciencia a la calle, a las aulas y medios de comunicación de todo tipo, presentarla en diferentes instituciones, en forma más enérgica que nunca, especialmente en nuestro país. No podemos decir que lo que hacemos es importante, sin explicarlo, y pensar que la gente lo creerá y vendrá a interesarse por nosotros. Tenemos que explicarla, una forma de explicarnos nosotros mismos como científicos.

P. ¿Por qué hay que hacer ahora más esfuerzo?

R. La ciencia no figura entre los intereses de los jóvenes. La oferta cultural e intelectual que rodea la sociedad occidental hoy en día es enorme y hay reclamos muy poderosos. La gente debe darse cuenta de que la ciencia no solamente es un instrumento de bienestar y, por que no, de destrucción, sino que puede ayudar a responder preguntas tan importantes como la del origen del hombre, de la vida o del universo. Debemos contagiar lo maravilloso que es el descubrimiento, demostrando y contando cómo es el proceso que lleva a él.

P. Eso ya se hace, lo medios presentan siempre resultados científicos espectaculares.

R. Estamos en una sociedad de valores cambiantes que se miden por las grandes noticias. Pero la ciencia es una labor sistemática que, de vez en cuando, se ve salpicada por el gran hallazgo o resultado. Lo que debemos presentar al público es la emoción del día a día, de una prueba, de un resultado que funciona, comunicar que las satisfacciones que reporta son similares a las de leer una buena obra literaria o escuchar una pieza de música. El problema radica en que el aprendizaje de la ciencia es arduo y de tal impresión se concluye que las satisfacciones que nos puede reportar no justifican implicarnos en ella.

P. Parece que además de la ciencia le interesan muchas otras cosas.

R. Compro arte, en la medida de mis posibilidades, tengo una extensa y variada biblioteca y una pasión inmensa por la música. Si no me hubiera dedicado a la ciencia, hubiera sido músico.

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