Columna

Guerra al 'top manta'

Se habrán dado cuenta. Habrán observado que algo ha cambiado estas navidades en las calles del centro de Madrid. Ya casi no hay manteros. El año pasado por estas fechas, en Preciados, por ejemplo, formaban dos largas hileras de vendedores ilegales con su mercancía expuesta en la manta. Recuerdo que en las horas punta la calle era prácticamente intransitable y la aparición de un vehículo policial provocaba una peligrosa estampida que ponía en riesgo la vida de los transeúntes. Así estaban realmente las cosas hasta principios de diciembre, en que fueron desapareciendo paulatinamente. Su a...

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Se habrán dado cuenta. Habrán observado que algo ha cambiado estas navidades en las calles del centro de Madrid. Ya casi no hay manteros. El año pasado por estas fechas, en Preciados, por ejemplo, formaban dos largas hileras de vendedores ilegales con su mercancía expuesta en la manta. Recuerdo que en las horas punta la calle era prácticamente intransitable y la aparición de un vehículo policial provocaba una peligrosa estampida que ponía en riesgo la vida de los transeúntes. Así estaban realmente las cosas hasta principios de diciembre, en que fueron desapareciendo paulatinamente. Su ausencia resulta especialmente llamativa porque, después de ver cómo la invasión aumentaba año a año, muchos madrileños habíamos llegado a la conclusión de que era imposible pararla. Los responsables municipales se indignaban incluso cuando los empresarios y comerciantes les echaban en cara que no hacían lo suficiente para atajarla.

Hace un mes estuve en Lisboa y he de reconocer que sentí envidia. Las calles de la capital portuguesa no sólo estaban más limpias que las de aquí, sino que además su centro histórico no tenía el aspecto de zoco tercermundista que le da a la ciudad el imperio del top manta. Viendo aquello resultaba inevitable el preguntarse los motivos por los cuales allí era posible erradicar el comercio ilegal y en Madrid no. La conclusión a la que llegué es que el mismo despliegue policial con el que las autoridades lusas tratan de mantener a raya al enjambre de carteristas que pululan por el centro ha conjurado la venta fraudulenta. En los principales cruces y puntos estratégicos la presencia policial es constante desde hace mucho tiempo y no han permitido que les engorde el problema como nos engordó a nosotros.

El pasado mes de noviembre el alcalde Ruiz-Gallardón se comprometía públicamente a reducir a cero en navidades la acción de los manteros en el centro de Madrid. Un compromiso aparentemente muy arriesgado no sólo por la magnitud del fenómeno al que se enfrentaban, sino también por que, de cumplirlo, quedaría en evidencia que nadie hasta ahora se había tomado el asunto en serio. El concejal de Seguridad, Pedro Calvo, puso en marcha el plan que ha logrado en cuatro semanas reducir el top manta a la mínima expresión. Ese concejal siempre me pareció un tipo listo y podría decir que ha ideado una ingeniosa estrategia de asedio, pero sería un halago desacertado. Calvo se ha limitado a emplear algo tan inusual como el sentido común y, si merece algún reconocimiento, es por aplicarlo con una convicción rayana en la cabezonería. Su plan ha consistido sencillamente en desplegar una decena de grupos de seis u ocho agentes de paisano y que caen sobre los manteros sin que tengan tiempo de salir corriendo.

Son funcionarios que tienen la consigna de confundirse con los viandante y pasar lo más inadvertidos posible evitando así que los "ojeadores" den el "queo". Sabedores además de lo inútil que resultaba llevar a los vendedores a comisaría y sobre todo del tiempo precioso que se perdía instruyendo diligencias, los agentes recibieron la orden de limitarse a decomisar la mercancía y atacar de inmediato otro foco.

Es evidente que esta guerra aún no se ha ganado. Para conseguirlo hay que atacar en muchos otros frentes, pero ya está demostrado que puede recuperarse el control de la calle. Habrá que mantener la presión y prepararse para afrontar las mil y una fórmulas que inventarán para seguir comerciando fraudulentamente. Aumentará espectacularmente la llamada "venta a domicilio" en bares y restaurantes, y veremos muchos "crucificados" exponiendo la mercancía colgada de los brazos. El margen de beneficio con que operan las mafias es brutal, un DVD ilegal apenas les cuesta cincuenta céntimos. La semana pasada, en una sola operación, el Cuerpo Nacional de Policía se incautó de material que en la calle habría alcanzado los 150.000 euros. Detuvieron a seis personas e intervinieron en cuatro pisos cinco torres de grabación capaces de producir casi 300.000 compactos musicales al mes. Si el acoso a los manteros debe ser constante, con los "tostadores" hay que ser implacables. Ellos son los auténticos beneficiarios de una actividad ilícita que está arruinando a todo un sector y enviando al paro a miles de trabajadores. La guerra al top manta no ha hecho más que empezar.

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