Columna

Papá Noel

El azar ha hecho coincidir estos días la imagen de un genocida avejentado y abatido, humillado por sus captores, junto a la de un joven que hace sólo tres años sajó la vida de su hermana y de sus padres con una catana que le dejó Papá Noel. Cada uno responde a su manera ante el objetivo de esa cámara que simboliza, ni más ni menos, el ojo del mundo que los observa y los juzga como a rotundos criminales. José Rabadán ha cumplido ya veinte años. Cuando asesinó a su familia era menor de edad. Ni su sangre fría ni su calculadora mirada desafiante ofrecen el menor signo de arrepentimiento. Lo demos...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El azar ha hecho coincidir estos días la imagen de un genocida avejentado y abatido, humillado por sus captores, junto a la de un joven que hace sólo tres años sajó la vida de su hermana y de sus padres con una catana que le dejó Papá Noel. Cada uno responde a su manera ante el objetivo de esa cámara que simboliza, ni más ni menos, el ojo del mundo que los observa y los juzga como a rotundos criminales. José Rabadán ha cumplido ya veinte años. Cuando asesinó a su familia era menor de edad. Ni su sangre fría ni su calculadora mirada desafiante ofrecen el menor signo de arrepentimiento. Lo demostró el pasado lunes a su salida del Juzgado de Instrucción número 4 de Murcia. Miró a los fotógrafos y les obsequió con un soberbio corte de mangas y la obscena rúbrica de su dedo corazón diciendo que te den, o anda, filma esto, ¿a que te mola? No sé lo que tardará en salir a la calle y rodar por esa vida que lo tiene vigilado y marcado por los restos, pero tampoco me cuesta demasiado imaginarlo con cincuenta años más, escaso de energía, cansado probablemente de sí mismo y de esa mueca de adversario perpetuo que se le irá cayendo a pedazos. Ahora mismo, con esa juventud que revienta en sus ojos, no le importa provocar ni exhibirse en la ofensa. Lo que no sabe es que el mundo, pese a todos sus códigos, dejó hace mucho de aplicar la redención y sólo administra, con mayor o menor sutileza, remedios de venganza. Y la sutileza está ahí, cuando aseguran que Sadam el terrible será tratado como prisionero de guerra y, sin embargo, saltándose de lleno la Convención de Ginebra, lo exhiben como trofeo humano, lo humillan y nos los muestran casi en directo para que saboreemos, con la anticipación y la avidez que requiere, el infinito placer de su castigo.

Me interesa la actualidad, nunca lo duden, pero me genera desprecio la propaganda de detalles, la edificante visión de esa pandilla de "buenos" que se relame ante la presa y anima a nuestros hijos a que cojan su catana y se ensañen a gusto con ese muñeco (Sadam capturado) que la compañía Herobuilders.com ha fabricado para Navidades. Y es que Papá Noel, hay que reconocerlo, siempre estuvo en todo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En