ANÁLISIS

Terrorismo y resistencia

LA TRÁGICA MUERTE de los siete agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) víctimas de una emboscada en la carretera que une Bagdad con Diwaniya, base de la Brigada Plus Ultra, movió al presidente del Gobierno a comparecer finalmente ante el Congreso para informar en un pleno monográfico sobre la presencia militar en Irak. Las razonables sugerencias planteadas por Zapatero -restablecido de la pájara de los últimos meses- con el propósito de recuperar la perdida unidad en torno a la política exterior no merecieron más que una respuesta desabrida y displicente de Aznar: la oposición...

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LA TRÁGICA MUERTE de los siete agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) víctimas de una emboscada en la carretera que une Bagdad con Diwaniya, base de la Brigada Plus Ultra, movió al presidente del Gobierno a comparecer finalmente ante el Congreso para informar en un pleno monográfico sobre la presencia militar en Irak. Las razonables sugerencias planteadas por Zapatero -restablecido de la pájara de los últimos meses- con el propósito de recuperar la perdida unidad en torno a la política exterior no merecieron más que una respuesta desabrida y displicente de Aznar: la oposición no tendría el derecho a pedir el consenso, sino "simplemente" el deber de prestárselo al Gobierno de forma "incondicional".

La trágica muerte de siete agentes del Centro Nacional de Inteligencia en Latifiya reabre el debate parlamentario sobre la presencia de las fuerzas militares españolas en la ocupación de Irak

El jefe del Ejecutivo no hizo el menor esfuerzo para acercar posiciones con los grupos parlamentarios discrepantes. Tampoco rectificó pasadas mezquindades, al estilo del calumnioso juicio de intenciones lanzado contra Zapatero el pasado verano tras una audiencia con el Rey: "Hay gente que lo único que espera es que tengamos la desgracia de ver algunos soldados españoles que vuelvan en féretros". Por el contrario, minó sus dos intervenciones con ruindades tales como insinuar oscuramente, mediante preguntas retóricas, que la distinción realizada por algunos portavoces entre el terrorismo en un país libre y la resistencia en un país ocupado implicaba justificar la atroz muerte de los siete agentes del CNI en Latifiya.

Los errores de diagnóstico y las apuestas equivocadas sobre Irak acumuladas por el presidente del Gobierno durante el último año obligan a preguntarse sobre las razones de la implicación de España en esa aventura. La certeza de que Francia y Rusia aceptarían finalmente el dictado de Estados Unidos y votarían a su favor en el Consejo de Seguridad, las expectativas -a lo Bienvenido, Míster Marshall- del botín anunciado por Jeb Bush y la confianza en que la ocupación de Irak sería coser y cantar colorearon de oportunismo la decisión tomada por Aznar de acudir gratis en socorro del vencedor; la vanidad de fotografiarse en las Azores con los grandes y la petulancia de saber "leer la historia" del nuevo mundo unipolar -a diferencia de los líderes de la Vieja Europa- debieron de formar parte del lado más infantil de sus motivaciones. Cabe preguntarse si Aznar fue un taimado cómplice de las mentiras de Bush o se tragó como un doctrino los embustes del Pentágono sobre las armas de destrucción masiva en poder de Sadam Husein y su inminente entrega a Al Qaeda y restantes grupos terroristas del planeta.

El debate del Congreso confirmó la simpleza de las ideas de Aznar sobre el terrorismo, uno en esencia -como Dios- pero innumerable en sus personificaciones. El presidente del Gobierno se considera un gran experto mundial en la materia; la razón es que España conoce -a causa de ETA- el fenómeno terrorista "como pocos países del mundo": no sólo sus consecuencias, sino también "cómo es". Aznar extiende así al terrorismo internacional en general (desde Al Qaeda hasta las organizaciones palestinas, pasando por los Tigres Tamiles y un larguísimo etcétera) una experiencia como la española, caracterizada por la lucha policial y judicial contra el terrorismo dentro del marco del Estado de derecho. Las contradicciones saltan a la vista. ¿Qué parecido hay entre Txikierdi y Bin Laden? ¿Cómo condenar a los GAL y bendecir a las bandas paramilitares en Irak? ¿Guantánamo y la prisión de Herrera de la Mancha son equiparables? ¿Por qué España no confía a las Fuerzas Armadas la lucha antiterrorista como ha hecho Estados Unidos? ¿La motivación terrorista, sea el fundamentalismo religioso (musulmán, cristiano o judío), el nacionalismo (vasco, irlandés o checheno) o la ideología, tiene importancia operativa? ¿Cuáles son las fronteras que separan al terrorismo de la resistencia en un país ocupado? Aznar se opone, sin embargo, a "buscar, encontrar y explicarse las causas" del terrorismo; prefiere desafiar a ciegas sus planes, descritos en ocasiones como una película de Fu-Man-Chu.

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