Análisis:ESPUMAS Y AIRES | ELECCIONES EN CATALUÑA

Mejor oreja

Hay que poner la oreja: "La herencia de ETA es el plan Ibarretxe y la herencia de Pujol es la posibilidad de que Esquerra Republicana de Cataluña sea el árbitro del gobierno de Cataluña. Y entre la herencia de ETA y la herencia de Pujol hay más conexión que entre ETA y Pujol". Esto dijo Jaime Mayor Oreja hace unos días, molestando a todo el mundo. Al ex ministro le preocupa una acción coordinada entre el nacionalismo vasco y el catalán, y opina que los resultados electorales pueden hacer más fácil, y más radical, esa posibilidad que en el pasado. No es un insulto. Ni siquiera es un deli...

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Hay que poner la oreja: "La herencia de ETA es el plan Ibarretxe y la herencia de Pujol es la posibilidad de que Esquerra Republicana de Cataluña sea el árbitro del gobierno de Cataluña. Y entre la herencia de ETA y la herencia de Pujol hay más conexión que entre ETA y Pujol". Esto dijo Jaime Mayor Oreja hace unos días, molestando a todo el mundo. Al ex ministro le preocupa una acción coordinada entre el nacionalismo vasco y el catalán, y opina que los resultados electorales pueden hacer más fácil, y más radical, esa posibilidad que en el pasado. No es un insulto. Ni siquiera es un delirio. Sólo es una ingenuidad. La de pensar que en una campaña electoral alguien escucha. En esa frase están ETA, Esquerra, Pujol... y Mayor. No importa cómo se combinen. Es suficiente con batirlos en la coctelera.

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Mayor es en sí mismo un argumento de autoridad. Todo lo que dice se oye como un porrazo. Como cuando Alfonso Guerra iba a Santa Coloma y hablaba de Banca Catalana. Guerra, Pujol, Santa Coloma, Banca Catalana. Eran los años de hierro. ¿Qué más da lo que dijera Guerra? Encarados a los argumentos de autoridad están los de legitimidad. A Mayor Oreja le contestaron (traducido: incluso de su propio partido) que dejara de joder con el País Vasco. Claro que no es el País Vasco de lo que se trata. De lo que se trata es del País Vasco de Mayor Oreja. Dispongo de pruebas. Hay un candidato que todos los días habla y se alimenta del País Vasco. Se trata del candidato Carod. Nadie le escucha tampoco. Pero nadie le discute: basta con su legítima presencia.

Carod encarna la legitimidad del ser (frente a la plebeya circunstancia del decir) hasta un punto que ni el mismo imagina. En los salones, la nobleza catalana más estricta -indignada con Cnncienta- se pasa billetes con la consigna de votarle. A la nobleza profunda no le importa el qué, sino el quién. La legitimidad. Derrumbado el mundo, Carod es ahora su pata negra.

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