Tribuna:EL FUTURO DE EUROPA

Defensa imparable

Si se mira con perspectiva histórica, la Unión Europea ha establecido una capacidad militar en un tiempo récord. Esta capacidad, todavía modesta, fue lanzada justo al final de la guerra de Kosovo, en el Consejo Europeo de Colonia (en junio del año 1999), porque los europeos se dieron cuenta de que no podían gestionar las crisis que se producían en su patio trasero, esto es, los Balcanes.

La sinergia entre la OTAN, que había realizado la intervención pacificadora, y la Unión Europea, que aportaba los recursos económicos y la influencia para la transición política, resultó al final perfec...

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Si se mira con perspectiva histórica, la Unión Europea ha establecido una capacidad militar en un tiempo récord. Esta capacidad, todavía modesta, fue lanzada justo al final de la guerra de Kosovo, en el Consejo Europeo de Colonia (en junio del año 1999), porque los europeos se dieron cuenta de que no podían gestionar las crisis que se producían en su patio trasero, esto es, los Balcanes.

La sinergia entre la OTAN, que había realizado la intervención pacificadora, y la Unión Europea, que aportaba los recursos económicos y la influencia para la transición política, resultó al final perfecta, pero los europeos tomaron conciencia de que ser "un gigante económico, un enano político y un gusano militar", como algunos comentaristas tildaban a la UE, ya no era aceptable.

Por primera vez en la historia, la bandera de la UE ha ondeado en misiones militares

En 2003, la Fuerza de Reacción Rápida de la Unión es una realidad y los órganos necesarios para su empleo existen en Bruselas. Un acuerdo operativo con la OTAN está en vigor. Por primera vez en la historia, la bandera de la UE ha ondeado en misiones militares.

La misión de policía en Sarajevo que comenzó en enero incluye unos 500 policías dedicados a tareas de formación e inspección de la policía en Bosnia. La Operación Concordia, con mandato del Consejo de Seguridad y usando las capacidades de planificación de la OTAN, está formada por unos 350 militares que aseguran la estabilidad en Macedonia. Finalmente, la Operación Artemis, la más numerosa hasta ahora, con aproximadamente 1.800 efectivos, se desplegó de junio a septiembre bajo mando francés y en estrecha coordinación con la fuerza de Naciones Unidas en Congo para impedir el deterioro de la situación humanitaria en la región de Bunia. Un acuerdo para la cooperación entre la UE y la ONU ha sido firmado recientemente en Nueva York.

Todos los miembros de la Unión Europea (también los 10 nuevos que accederán en mayo próximo) desean que la Unión disponga de una capacidad militar para la gestión de las crisis y la lucha contra las nuevas amenazas.

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Esto se está concretando a través de dos ejercicios paralelos. Por un lado, la Conferencia Intergubernamental definirá las normas básicas sobre seguridad y defensa que han de incluirse en el tratado constitucional. Aunque ya parece claro que no habrá una cláusula de asistencia defensiva para evitar posibles desajustes con la misma cláusula en la Alianza Atlántica, el futuro tratado proclamará seguramente la solidaridad de todos los Estados miembros. Por otro lado, a petición del Consejo Europeo, Javier Solana está redactando un documento donde se detectan los riesgos y las oportunidades para la Unión en un mundo globalizado y se identifica la estrategia de seguridad que podrá ser compartida por todos los europeos.

Estos pasos históricos demuestran que la Unión Europea ha alcanzado la madurez y que ha llegado el momento de definir su papel y sus responsabilidades en el mundo del siglo XXI. A la hora de realizar este ejercicio, la Unión Europea se enfrenta a dos retos considerables. El primero es mantener una lealtad coherente con la OTAN, de la que 11 de los 15 actuales miembros de la Unión Europea son también miembros. Aunque todos los europeos piensan que la Alianza Atlántica sigue siendo esencial, el grado de autonomía de las operaciones de la UE es todavía objeto de debate. En cualquier caso, la Operación Artemis, realizada sin recursos de la OTAN, ha demostrado que no constituye ningún problema realizar una acción humanitaria europea en apoyo de Naciones Unidas, lo que favorece la paz y seguridad en el mundo y, por tanto, también beneficia a nuestros aliados transatlánticos.

El segundo reto es dedicar los recursos adecuados para tener una política exterior y de seguridad eficaz. Los ciudadanos europeos reclaman más presencia y mayor implicación en la resolución pacífica de conflictos internacionales, pero deben entender que todo eso es terriblemente caro.

La seguridad y la defensa de los europeos, en un contexto internacional particularmente incierto, sólo pueden conseguirse a través de la acción armoniosa en tres niveles: OTAN, Unión Europea y Estados miembros. Quienes piensan que esa seguridad puede alcanzarse a través de la OTAN exclusivamente no han comprendido ni la complejidad de las amenazas actuales ni las nuevas actitudes al otro lado del Atlántico. Los que desean hacer de Europa un polo político y militar distinto a los Estados Unidos son románticos europeístas que ignoran sus propias limitaciones y las realidades de poder.

Aquellos que creen que los Estados por sí mismos deben llevar la iniciativa e incluso lanzar operaciones militares preventivas forman parte del sueño neofascista que hoy tienta al mundo industrializado. Las acciones preventivas, además, han probado sus miserias en Irak, donde la pregunta ¿por qué hacía falta invadir y ocupar Irak? sigue sin responder.

La defensa europea es imparable porque los ciudadanos exigen una respuesta eficaz a los problemas de seguridad y un papel más decidido ante los retos globales. El carácter multilateral de la fuerza europea y el hecho de que está basada en los principios y valores de la Unión Europea la convierten en una aportación muy original. Los Estados individualmente podrán hacer usos de la fuerza armada más o menos discutibles, como en Irak, pero es obvio que la Unión nunca empleará la fuerza que está generando más que para fines pacíficos y respetando la legalidad internacional.

Martín Ortega Carcelén es investigador en el Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea.

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