Reportaje:

Israel deja a 2.000 familias sin casa

Una operación militar se cobra ocho vidas en un fin de semana y derriba 150 viviendas en un campo de refugiados de Gaza

El Ejército israelí mantiene bajo asedio el campo de refugiados de Rafá, al sur de la franja de Gaza, escenario de una sangrienta y desproporcionada operación militar bautizada con el nombre de Raíces Profundas, que tiene como finalidad cortar el suministro de armas a los movimientos radicales palestinos que luchan en la Intifada. La ofensiva militar, protagonizada por más de 200 tanques, se ha saldado hasta ahora con la muerte de ocho civiles -entre ellos dos niños- y la destrucción total de 150 casas, que ha dejado sin techo a más de 2.000 personas, según fuentes palestinas y de organizacion...

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El Ejército israelí mantiene bajo asedio el campo de refugiados de Rafá, al sur de la franja de Gaza, escenario de una sangrienta y desproporcionada operación militar bautizada con el nombre de Raíces Profundas, que tiene como finalidad cortar el suministro de armas a los movimientos radicales palestinos que luchan en la Intifada. La ofensiva militar, protagonizada por más de 200 tanques, se ha saldado hasta ahora con la muerte de ocho civiles -entre ellos dos niños- y la destrucción total de 150 casas, que ha dejado sin techo a más de 2.000 personas, según fuentes palestinas y de organizaciones humanitarias. En la tarde de ayer, las fuerzas volvieron a entrar tras haberse replegado horas antes, impidiendo a los palestinos curar sus heridas.

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"Los tanques y las excavadoras se detuvieron ante nuestra casa. Uno de los soldados nos dijo que teníamos que salir a la calle desde lo alto de la torreta. Cuando le pregunté por qué, me respondió que tenía noticias de que en el patio de nuestro domicilio se encontraba una de las bocas del túnel que pasaba debajo de la frontera, y a través del cual se introducían las armas de contrabando de Egipto", explica Amar Hammed Sabe, de 55 años, con 10 hijos, empleado municipal de la limpieza, mientras permanece sentado a la puerta de lo que hasta hace dos días había sido su casa.

Amar asegura que no hubo tiempo para un diálogo, ni siquiera para recoger sus pertenencias personales, ya que, antes de que pudiera hablar, la excavadora empezó a embestir con toda la brutalidad del acero para derribar los frágiles muros de yeso y adobe. En pocos minutos, el número 231 de la calle Salahadin de Rafá se vino abajo, dejando sin techo a cuatro familias, algo más de 30 personas, entre ellas una decena de niños. Habían vivido allí durante los últimos 56 años, cuando se instalaron procedentes de la aldea de Yibna, en Cisjordania, de la que fueron expulsados por los israelíes en 1948.

La ofensiva mortífera no había hecho más que empezar. En este barrio del campo de refugiados, al sur del municipio de Rafá y a poco menos de un centenar de metros de la frontera con Egipto, el Ejército israelí ha destruido durante este fin de semana cerca de medio centenar de casas. Las excavadoras y los tanques, en su recorrido por la zona, abrieron zanjas profundas y cortaron de cuajo las conducciones de agua, electricidad y teléfono.

Ayer por la mañana, pocas horas después de que las tropas israelíes salieran del área, los empleados del municipio trataban de restablecer los suministros mínimos. Por la tarde, las autoridades de Rafá declaraban la localidad "zona catastrófica". Mientras, la organización de las Naciones Unidas destinada a asistir a los refugiados palestinos -UNRWA- se afanaba por levantar en puntos estratégicos del barrio unas tiendas de campaña de lona, donde los vecinos pudieran al menos pasar la noche.

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El grueso de la ayuda humanitaria, sin embargo, no ha podido aún llegar a la ciudad de Gaza, porque el Ejército israelí ha sometido a la población, de 122.000 habitantes, a un durísimo asedio. La única carretera que le sirve de cordón umbilical con el resto de los territorios palestinos se encuentra cerrada. La salida hacia Egipto es un sueño imposible. La huida campo a traviesa por las pistas es un ejercicio peligroso, que puede acabar ante una patrulla del Ejército israelí o con las ruedas del coche hundidas en la arena.

"Rafá no quedará aislada del mundo. Nosotros nos ocuparemos de ello", aseguraba ayer al pie de la carretera un voluntario de la organización no gubernamental Islamic Relief, la más importante del mundo islámico, cuya central se encuentra en Londres. Los empleados de esta ONG lograron ayer, a base de paciencia y horas de espera, romper el bloqueo y llevar hasta el corazón destruido de Rafá un cargamento compuesto por 400 mantas, medio millar de latas de carne, paquetes de ropa y 1.200 litros de leche. Ayer noche no pudieron volver a casa, y se vieron obligados a dormir en la biblioteca municipal, junto a centenares de refugiados, ahora sin casa.

Saied F. Zourob, el alcalde de Rafá, afirma que ésta ha sido la peor y más sangrienta ofensiva del Ejército israelí sobre su ciudad en los tres años de Intifada. Pero aun así, afirma que sus habitantes no piensan huir: "Volveremos a construir aquí nuestras casas, porque en definitiva no tenemos a dónde huir". Fuera, en la calle, sobre un montón de ruinas y basura, un muchacho ha hincado, con un gesto desesperado, la bandera de la milicia los Mártires de Al Aqsa.

Un palestino, sentado en las ruinas de una casa destruida, ayer, en Rafá.REUTERS

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