Editorial:

Premios de consolación

La remodelación del Gobierno realizada ayer por el presidente Aznar responde a claves estrictamente partidarias; de ajuste de los equilibrios de poder trastocados por la designación de Rajoy entre las cinco o seis personas que conforman su cúpula. El ajuste no sirve para introducir gentes próximas a Rajoy y sí para realzar, en esta especie de prórroga hasta las elecciones, la posición de Rato, ascendido a vicepresidente primero y cuyos fieles son también confortados con vistas al futuro colocando a uno de ellos, Juan Costa, en el hueco que deja la salida de Piqué. La ausencia de Mayor Oreja só...

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La remodelación del Gobierno realizada ayer por el presidente Aznar responde a claves estrictamente partidarias; de ajuste de los equilibrios de poder trastocados por la designación de Rajoy entre las cinco o seis personas que conforman su cúpula. El ajuste no sirve para introducir gentes próximas a Rajoy y sí para realzar, en esta especie de prórroga hasta las elecciones, la posición de Rato, ascendido a vicepresidente primero y cuyos fieles son también confortados con vistas al futuro colocando a uno de ellos, Juan Costa, en el hueco que deja la salida de Piqué. La ausencia de Mayor Oreja sólo sería síntoma de distanciamiento con Aznar si no hubiera poderosas razones para su permanencia en el País Vasco.

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Rato es, con Álvarez-Cascos -que también fue secretario general-, uno de los dos dirigentes que ha permanecido ininterrumpidamente en el Gobierno desde la llegada de Aznar a La Moncloa. En los Gobiernos de Felipe González hubo siete que resistieron más de dos legislaturas. A Rato se le otorga un reconocimiento que los suyos consideraban que le era debido desde al menos la mayoría absoluta de 2000. Ahora no sólo se le premia su contribución a esa mayoría, sino la deportividad con que ha acogido la elección del otro candidato probable.

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Javier Arenas, que ha ligado públicamente la duración de su carrera a la de Aznar, la culminará como vicepresidente segundo y ministro de la Presidencia, cargos con los que Aznar rinde homenaje a su fidelidad y disponibilidad, incluyendo la de renunciar a la secretaría general para dejar el puesto a Rajoy. A diferencia de éste, no será portavoz, tal vez porque como secretario general fue tan sectario como le dijeron y arruinó la fama de dialogante que se había labrado en Trabajo. Será precisamente el actual titular de Trabajo, Eduardo Zaplana, que también se ha trabajado esa fama, quien asuma la responsabilidad de la relación con los medios y la opinión pública hasta las elecciones.

A Arenas le sustituye en Administraciones Públicas la hasta ahora delegada del Gobierno en Cataluña, Julia García Valdecasas. Su nombramiento permite mantener la cuota catalana tras la salida de Piqué y en el momento en que éste debe hacer valer el peso del PP catalán en su campaña electoral. La ausencia de Mayor Oreja, al que las encuestas han seguido dando como candidato favorito entre los votantes del PP, podría ser motivo de agravio. Pero había motivos para evitar que a escasos días del debate sobre la propuesta soberanista de Ibarretxe, el portavoz del PP en el País Vasco abandonase el campo para regresar al Gobierno. No sabemos si Aznar se lo ofreció, pero Mayor no podía aceptarlo.

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