Tribuna:ELECCIONES 25M | El análisis

Elecciones, plebiscitos y normalización política

No es razonable esperar que la solución de todos nuestros problemas dependa de los resultados electorales

Las elecciones municipales presentan, en nuestro caso, características específicas, distintas a las de cualquier otro lugar. Ser concejal en un municipio vasco no significa sólo representar a los vecinos y gestionar los intereses municipales; además, y sobre todo, en el caso de pertenecer a una de las formaciones políticas -PP, PSE-EE, UA- que ETA ha decidido seleccionar como objetivo de sus atentados terroristas, supone asumir un alto riesgo personal, con peligro incluso de la propia vida.

Nunca se insistirá lo suficiente en el reconocimiento que merecen estos hombres y mujeres por su ...

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Las elecciones municipales presentan, en nuestro caso, características específicas, distintas a las de cualquier otro lugar. Ser concejal en un municipio vasco no significa sólo representar a los vecinos y gestionar los intereses municipales; además, y sobre todo, en el caso de pertenecer a una de las formaciones políticas -PP, PSE-EE, UA- que ETA ha decidido seleccionar como objetivo de sus atentados terroristas, supone asumir un alto riesgo personal, con peligro incluso de la propia vida.

Nunca se insistirá lo suficiente en el reconocimiento que merecen estos hombres y mujeres por su contribución, en las condiciones personales más adversas, al mantenimiento de la democracia en nuestro país. Conviene tenerlo presente, antes de entrar en cualquier otra cuestión relativa a estas elecciones. Dicho esto, podemos pasar a reseñar algunas de las cuestiones que suscitan las presentes elecciones municipales; la primera de ellas, el contexto político en el que tienen lugar, marcado desde hace ya bastante tiempo, en particular desde la formación del frente nacionalista de Lizarra, por una dinámica de aguda fractura política entre las fuerzas democráticas; dinámica que ha tenido continuidad, si bien adecuadamente reformulada tras las últimas elecciones autonómicas, a través del denominado plan Ibarretxe.

En este contexto, polarizado en la actualidad en torno a la viabilidad del referido plan, los temas propiamente municipales quedan relegados a un segundo lugar, pasando al primer plano los aspectos predominantemente plebiscitarios en torno al plan Ibarretxe. Así lo confirma, además, la oferta electoral por parte de las formaciones nacionalistas, con referencias insistentes a este tema (así como también por parte de la oposición), sin olvidar que hasta la propia ETA ha creído conveniente fijar su posición al respecto.

De acuerdo con el carácter plebiscitario con que se presentan estas elecciones, no tiene nada de extraño que, más allá de las cuestiones propiamente municipales, lo que se trata de dilucidar sea, ante todo, la correlación de fuerzas entre el bloque partidario del plan Ibarretxe, agrupado en la actual coalición gubernamental, y quienes siguen manteniendo la validez del actual marco estatutario. Las elecciones, en esta perspectiva, servirían, más que para contrastar los diversos proyectos municipales, y en nuestro caso también los territoriales cuya importancia no debe minusvalorarse, como el mejor test para cuantificar el apoyo al Gobierno y a su plan de libre asociación; y, en particular, saber si éste se ha incrementado o no en relación con las últimas elecciones. No parece que vayan a producirse grandes cambios en el mapa político vasco tras estas elecciones, ni en relación con las anteriores municipales ni con las últimas autonómicas, que son las que mejor pueden servirnos como referencia comparativa. Si bien la más que discutible prohibición de concurrir a las elecciones de las agrupaciones electorales proscritas puede ser un factor de distorsión del proceso electoral cuyos efectos en la redistribución de votos está aun por conocer, no es previsible que ello afecte de forma determinante a la configuración estructural del electorado vasco, que mantiene una gran estabilidad, sobre todo por lo que se refiere a las relaciones entre el electorado nacionalista y el no nacionalista.

De cumplirse estas previsiones, y a pesar del carácter plebiscitario con que se plantean estas elecciones, seguiriamos en una situación muy parecida a la que ya estamos. Cabe también otra posibilidad, como es que estas elecciones puedan servir para cerrar el periodo frentista iniciado con el acuerdo nacionalista de Lizarra, proseguido a continuación con el plan Ibarretxe, y abrir un nuevo escenario político, que necesariamente ha de asentarse sobre bases distintas a las de aquellos -los acuerdos de Ajuria Enea y de Eudel podrían servir como referente- para poder articular unas relaciones transversales entre nacionalistas y no nacionalistas.

Aunque uno no puede dejar de ser profundamente escéptico ante esta eventualidad, sobre todo viendo cómo se desarrollan los acontecimientos hasta el momento presente, no está de más hacer una referencia a ello ya que no faltan quienes consideramos que ésta es la única alternativa viable de normalización de la vida política vasca. Tan importante como saber contar los votos -los propios y los ajenos- la noche de las elecciones, es saber qué se va a hacer con ellos al dia siguiente de las elecciones.

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En este sentido, hay que recordar que, aunque indudablemente condicionado por los votos obtenidos, lo realmente decisivo no es tanto el número de votos cosechado como la actitud y la orientación a seguir por cada formación política, bien para persistir en la dinámica frentista seguida hasta ahora o bien para poner fin a ésta, abriendo espacios de colaboración entre todas las fuerzas democráticas. El dia siguiente a las elecciones, a la vista de los resultados, es, sin duda, un buen momento para plantearse estas opciones.

Una consideración final es preciso realizar sobre la lectura que previsiblemente pueda hacerse de los resultados electorales, en consonancia con el carácter plebiscitario que presentan estos comicios. En este sentido, conviene advertir, por más que pueda resultar inútil tal y como están planteadas las cosas, sobre la tentación de contabilizar los votos en términos de bloque contra bloque, lo que solo serviría para alimentar la dinámica de confrontación frentista. No es razonable esperar que la solución definitiva de todos nuestros problemas dependa de los resultados electorales; menos aun en nuestro caso, dada la naturaleza de los problemas que tenemos planteados.

Pero también es cierto que tanto los resultados electorales como la lectura que se haga de ellos y la actitud que adopten tras las elecciones las formaciones políticas puede contribuir a aproximarnos a su solución o, por el contrario, a su enquistamiento o a agravarles más.

Andoni Pérez Ayala es profesor de Derecho Constitucional de la UPV-EHU.

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