Columna

Flecha rota

La semana pasada fui a ver Operación Flecha Rota, la exposición organizada por el Centro Andaluz de la Fotografía que recoge una serie de documentos gráficos sobre el accidente nuclear de Palomares. Hasta el momento, lo único que conocíamos de aquel suceso, todavía sin aclarar en muchos aspectos, era una lamentable fotografía de Fraga. El CAF expone estos días en Almería algunos fotogramas de películas rodadas entonces por el Ejército estadounidense y que han sido desclasificadas recientemente por su Administración.

Siempre me ha parecido curioso este movimiento de clasificación ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La semana pasada fui a ver Operación Flecha Rota, la exposición organizada por el Centro Andaluz de la Fotografía que recoge una serie de documentos gráficos sobre el accidente nuclear de Palomares. Hasta el momento, lo único que conocíamos de aquel suceso, todavía sin aclarar en muchos aspectos, era una lamentable fotografía de Fraga. El CAF expone estos días en Almería algunos fotogramas de películas rodadas entonces por el Ejército estadounidense y que han sido desclasificadas recientemente por su Administración.

Siempre me ha parecido curioso este movimiento de clasificación y desclasificación de documentos secretos que lleva a cabo el archivo estadounidense. Es como si el Gobierno de los Estados Unidos estuviera en manos de un esquizofrénico: las tropelías que han cometido a lo largo de su historia han sido escrupulosamente recogidas en documentos secretos que tras varios años de celosa ocultación han acabado haciéndose públicos. Sucede hoy con Palomares, pero ha ocurrido también con Cuba o con el Chile de Allende. Es como si cada Administración -demócrata o republicana- quisiera expiar y al mismo tiempo distanciarse de las barbaridades cometidas por las anteriores. Como si el país de hoy no tuviera nada que ver con el país de ayer. Como el asesino que, vencido por el tenaz gusano de la culpa, acaba viniéndose abajo y confesando su crimen. Bueno, confesándolo con reservas, con alguna que otra contradicción, porque varios metros de película -los más interesantes, me da por suponer- han sido destruidos por el mismo organismo que revela estos. Censura transparente, una especialidad de la casa.

La exposición se celebra en la sede provisional del Centro Andaluz de la Fotografía, la Escuela de Artes y Oficios, una de las construcciones más hermosas de Almería, pero no el lugar más adecuado para una exposición de estas características. Las fotografías están al aire libre, cubiertas por un protector que refleja la extraordinaria luminosidad del patio y que dificulta su visión. El Centro Andaluz de la Fotografía se merece un poco más de mimo. Parece que ya está en marcha una sede más adecuada. Veremos si cuenta con una digna sala exposiciones y sobre todo con la posibilidad de almacenar en condiciones su rico archivo.

Si tuviera que describir la atmósfera de estos fotogramas, diría que son una mezcla de Encuentros en la Tercera Fase y Bienvenido Mr. Marshall. Y también diría que es inevitable acordarse de Irak. La muchacha envuelta en un pañuelo que se come un tomate raf, quién sabe si contaminado; los paisanos con boina que saludan militarmente a los soldados; el guardia civil escurrido y desdentado junto a un ala radiactiva: no sabe que se está contaminando; la simpatía de los especialistas en accidentes nucleares; su conmiseración de Gran Hermano Mayor. Y los chiquillos. Los chiquillos son los mismos que hemos visto estos días revolotear alrededor de esos marines extraterrestres.

Salgo de la exposición y no sé si admirarme más de lo que ha cambiado Almería en los últimos treinta y siete años o de lo poco que ha cambiado el mundo en todo este tiempo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En