Columna

La ciudad e-motiva

Ya hay camisetas que cambian de color según la temperatura del cuerpo, pero, ¿qué decir de las ciudades que modifiquen su aspecto de acuerdo con el humor de sus habitantes? En un reciente festival internacional de medios digitales, DigiFest, celebrado en Toronto a finales de marzo, se aireó la idea de futuras ciudades sensibles, sembradas de dispositivos que permitan interactuar con seres humanos, a su vez provistos de emisores y receptores digitales. Como resultado de tal interacción, la construcción dejaría de ser un producto rígido y danzaría al compás de la voluntad y la sentimentalidad de...

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Ya hay camisetas que cambian de color según la temperatura del cuerpo, pero, ¿qué decir de las ciudades que modifiquen su aspecto de acuerdo con el humor de sus habitantes? En un reciente festival internacional de medios digitales, DigiFest, celebrado en Toronto a finales de marzo, se aireó la idea de futuras ciudades sensibles, sembradas de dispositivos que permitan interactuar con seres humanos, a su vez provistos de emisores y receptores digitales. Como resultado de tal interacción, la construcción dejaría de ser un producto rígido y danzaría al compás de la voluntad y la sentimentalidad de los pobladores. El promotor de esta alternativa, que considera al alcance de las actuales tecnologías, es el arquitecto holandés Kas Oosterhuis, autor de uno de los diseños para la nueva edificación de la zona cero. En este proyecto, presentado al concurso neoyorquino que acabó ganando Daniel Libeskind, Oosterhuis defendía una edificación susceptible de metamorfosis y al cabo tan efectista que, por ejemplo, cada 11 de septiembre, las obras se convertirían durante 24 horas en la encarnación de las Torres Gemelas. ¿Puede imaginarse mayor penetrabilidad entre el presente y la memoria, la materia y el sueño? Para los componentes del estudio Hiperbody Research Group que lidera Kas Oosterhuis, la ciudad merece ser tratada como un organismo que, a imagen y semejanza de los seres vivos, posee musculatura, cerebro, corazón y circulación linfática. También DNA y sistema nervioso, capacidad de reacción, sentido y sensibilidad.

La arquitectura e-motiva, mezcla de lo digital y lo sensible, se complace en las urbes escenográficas que, en dialéctica con los actores, crean una masa variante y un proceso reversible donde, al cabo, es difícil distinguir la construcción física de las figuraciones, la vida y el espectáculo, la visión y el trampantojo. De hecho, cada vez más, el mundo se compone, sin sucesión de continuidad, de la experiencia fuera y dentro de las pantallas; y el amor, la codicia, la rivalidad, la ilusión, el timo, circulan sin dificultades de un lado a otro.

¿Avenidas virtuales? ¿Plazas emitidas a escala real por los poderes de la tecnología digital? El espacio urbano ha sido ocupado ya, como en el notable caso de Londres, por cientos de miles de ojos electrónicos, artefactos que controlan la circulación y a los circulantes, que alteran automáticamente la fluidez vivencial o deciden, a través de otros aparatos, las circunstancias del entorno.

La intervención actual sobre la realidad -y hasta de la más consistente- es un fenómeno que comprende tanto el control de la vida de las personas como la manipulación de lo que era evidente. El sistema capitalista ha agotado su ciclo de producción de objetos y mercancías, y ahora basa su último desarrollo en la producción de vida. Producción de realidades clonadas y, dentro de ellas, generación de sensaciones, experiencias, decisiones, hasta a componer una totalidad escrutable. Una totalidad censada y expuesta a los escáneres y perfectamente comprensible, modificable y diseñable.

La película El show de Truman pensó rodarse dentro de un decorado construido expresamente. Pero la paradoja de su truco sobrevino cuando, finalmente, no hubo necesidad de construir nada. El artificio mismo se hallaba presente en la realidad del pueblo de Seahaven gracias al urbanismo que difundía por entonces un grupo de arquitectos, Seaside, dispuestos a brindar a la clientela un entorno de cuento infantil. Una realidad igualada a la fantasía porque no se trata ya de huir torpemente de aquí, sino de producir en este mismo solar el sueño. El festival DigiFest 2003 ha exhibido otros logros del mundo digital, pero lo predominante fue la propuesta no ya de un nuevo diseño sino de un nuevo designio. En noviembre de 2003, en el Centre Pompidou, con ocasión de la exposición de Arquitecturas No Estándar, ofrecerá una demostración a escala "real" de los supuestos delirios del grupo arquitectónico holandés. Pero, pronto, ya no hará falta visitar una exposición para vislumbrar otro mundo, sino que el "otro mundo" lucirá deslumbradoramente aquí.

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