Columna

Secesión

Me contaba Ricardo Muñoz Suay -cuando yo no le creía- que la situación del País Vasco caminaba poco a poco hacia una situación de guerra. Esto ocurría hace unos 12 años, en el edificio Rialto, donde pasábamos los días entre trabajos y conversaciones, ironías y maniobras, enfados y carcajadas. Ricardo, que era muy radical y que había sido un viejo topo del comunismo en los años cincuenta, daba por supuesto que en Euskadi había mucha más gente de la que nos imaginábamos laborando por la secesión, y se tomaba a broma mi gran argumento tranquilizador: el pacto de Ajuria Enea, entonces vigente, y b...

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Me contaba Ricardo Muñoz Suay -cuando yo no le creía- que la situación del País Vasco caminaba poco a poco hacia una situación de guerra. Esto ocurría hace unos 12 años, en el edificio Rialto, donde pasábamos los días entre trabajos y conversaciones, ironías y maniobras, enfados y carcajadas. Ricardo, que era muy radical y que había sido un viejo topo del comunismo en los años cincuenta, daba por supuesto que en Euskadi había mucha más gente de la que nos imaginábamos laborando por la secesión, y se tomaba a broma mi gran argumento tranquilizador: el pacto de Ajuria Enea, entonces vigente, y bajo cuyo paraguas ético se encontraban unidos contra el terrorismo todos los partidos vascos democráticos, nacionalistas y no nacionalistas. Todos nominalmente fraternos en la defensa de la libertad, la democracia y el estatuto de Gernika, que habilita el mayor nivel de autogobierno regional de toda Europa.

Bastantes años después de aquel tiempo y también de la muerte de Ricardo, yo continuaba creyendo que era imposible un conflicto de esas dimensiones en el norte de España. Imposible porque existe la Constitución, existe el Estatuto, existe el Estado de derecho y existe una mayoría de vascos que se manifiesta conforme con el actual marco normativo. Además, y ya más trágico, me decía que la última vez que en España se había quebrado la legalidad constitucional fue con motivo del golpe de estado de julio de 1936, y tenía por puro delirio imaginar algo parecido en la España actual, por mucho que a veces asuste recordar la historia reciente de Yugoslavia.

Éste era mi criterio hasta el domingo pasado, día del Aberri Eguna, la gran fiesta del PNV, pues fue allí donde Xabier Arzallus reveló al mundo que "Euskadi está casi en guerra con España", lo que ya aventuraba Muñoz Suay en 1990, entre escéptico y pesimista. ¿Hay alguna esperanza en evitar las inminentes hostilidades? Tal vez sólo una, aunque muy eficaz y democrática: que los partidos constitucionalistas salgan bien parados en las grandes ciudades vascas en los comicios del 25 de mayo. La ciudad os hará libres.

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