Reportaje:REPORTAJE

Secuelas psíquicas en 'La Concha'

"ESTAMOS MUY TRISTES. Todavía no nos lo creemos". Así expresaba Antonio, un auxiliar de clínica que pertenece al comité de empresa, la conmoción que aún reinaba en la Fundación Jiménez Díaz -hospital de La Concepción- días después de que en esta clínica de Madrid una médica de 31 años, Noelia de Mingo, agrediera con un cuchillo a ocho personas, de las cuales fallecieron tres.

Aunque entre las víctimas hay pacientes y familiares de éstos, la mayoría forma parte del personal sanitario. La clínica, conocida popularmente como La Concha, dio la baja a 15 trabajadores, en su mayoría po...

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"ESTAMOS MUY TRISTES. Todavía no nos lo creemos". Así expresaba Antonio, un auxiliar de clínica que pertenece al comité de empresa, la conmoción que aún reinaba en la Fundación Jiménez Díaz -hospital de La Concepción- días después de que en esta clínica de Madrid una médica de 31 años, Noelia de Mingo, agrediera con un cuchillo a ocho personas, de las cuales fallecieron tres.

Aunque entre las víctimas hay pacientes y familiares de éstos, la mayoría forma parte del personal sanitario. La clínica, conocida popularmente como La Concha, dio la baja a 15 trabajadores, en su mayoría por estrés postraumático. Desde el pasado 14 de abril, gran parte de ellos deberían estar reincorporados.

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"Lo mejor es que vuelvan enseguida", explicaba José Luis González de Rivera, catedrático de Psiquiatría y jefe de este servicio en la clínica. "Aunque muchos tienen miedo a volver a la planta donde ocurrió todo".

Ante el riesgo de que este suceso haya afectado a más trabajadores de los que fueron testigos presenciales, la dirección de la clínica, encabezada por el director médico, Manuel de Oya, envió el 7 de abril una carta a todos sus empleados en la que les advertía de la posibilidad de desarrollar el síndrome de estrés postraumático y, para evitarlo, les sugería que acudieran al departamento de Psiquiatría. Además, se les informaba de que se había incluido un examen psicopatológico en las exploraciones básicas de la unidad que atiende a todos los empleados. "A la mínima duda, sugiero que les visites", indicaba. La intención es mantener la vigilancia durante al menos un año.

"Lo que hemos hecho es ponernos en marcha enseguida y no esperar a que nos salgan casos floridos", aseguraba el jefe de Psiquiatría. En la primera semana tras el múltiple asesinato, unos 30 trabajadores pasaron por su unidad, con diferentes grados de síntomas, y entre ellos había médicos, enfermeras, auxiliares, secretarias y celadores. "El análisis se hace de toda la población en riesgo, independientemente de lo que ellos digan, porque algunos se bloquean", precisó el médico.

El síndrome de estrés postraumático es peligroso, porque si no se ataja a tiempo, puede conducir a un estado depresivo. "Como no estamos preparados para entender una situación así, el cerebro se encasquilla y empezamos a darle vueltas y a tratar de entenderlo. Pero en este caso en concreto se añade un factor extra, que es lo absurdo de una situación de este tipo en un hospital", aseguraba González de Rivera. Es en este momento cuando aparecen los primeros síntomas: desconexión de sí mismo y del entorno, lapsos de memoria, distracción, dificultades para concentrarse. Además aparecen síntomas biológicos de angustia de todo tipo: alteraciones del sueño, irritabilidad, taquicardias, escasa capacidad afectiva, alteraciones de la piel, mareos. Pueden incluso producirse seudoalucinaciones. Si no se tratan, se convierten en crónicas, y conducen directamente a la depresión.

"El único que no parece afectado es un celador, el que consiguió reducir a la médica agresora. Y se puede explicar porque en estos casos, si consigues hacer algo, te sientes mejor". De hecho, lo que empeora la situación general es la impotencia y, más tarde, pensar en lo que se podía haber hecho para evitar el crimen, lo que genera sensación de culpa.

Al personal sanitario se le ha aplicado un programa de atención temprana, que consiste en aprender técnicas para mantener la calma. Porque, como explica González de Rivera, lo que agrava el estado es recordar la vivencia en una situación de estrés, mientras que si, con la ayuda de un terapeuta, se revive en un entorno de calma, "se le da al cerebro la oportunidad de hacer su trabajo y digerirlo". Al tratamiento terapéutico se le han añadido también fármacos: antidepresivos, que aumentan la tolerancia al estrés, y ansiolíticos.

Una de las secretarias que fue testigo directo del suceso explicó que esta terapia la ha ayudado a controlar lo negativo. "Yo no quiero hablar de lo que pasó. No quiero recordarlo. Lo que estoy tratando es de olvidarme. Y el programa me ha ayudado mucho", aseguró.

Aunque la normalidad va llegando poco a poco, todavía pasará tiempo. "Tenga en cuenta que aquí dentro ha sido como unas torres gemelas en una sociedad reducida. Para prevenir una epidemia psicológica, tendremos que estar de vigilancia durante al menos un año", añade el jefe de Psiquiatría.

"Éste es un hospital donde la gente está muy unida", sostiene un auxiliar en el local sindical de CC OO. "Y ahora, pues lo estamos más. Lo que más se nota es el reforzamiento de ese vínculo".

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