Reportaje:

En una casa ajena

El 46,3% de los niños y jóvenes protegidos por las diputaciones vive en acogimiento familiar

El 53,7% de los menores separados de sus padres biológicos y protegidos por las tres diputaciones vascas (un total de 702) vive en residencias forales, mientras que el restante 46,3% (605) se encuentran en acogimiento familiar. De este último grupo, 468 niños —un 77,3%— convive con sus abuelos, tíos u otros parientes, mientras que 137 —el otro 22,7%— ha sido integrado en familias ajenas.

Todos son niños y adolescentes desprotegidos cuyos padres son incapaces de hacerse cargo de ellos por motivos sociales, económicos o de salud. Por eso, y mientras los progenitore...

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El 53,7% de los menores separados de sus padres biológicos y protegidos por las tres diputaciones vascas (un total de 702) vive en residencias forales, mientras que el restante 46,3% (605) se encuentran en acogimiento familiar. De este último grupo, 468 niños —un 77,3%— convive con sus abuelos, tíos u otros parientes, mientras que 137 —el otro 22,7%— ha sido integrado en familias ajenas.

Todos son niños y adolescentes desprotegidos cuyos padres son incapaces de hacerse cargo de ellos por motivos sociales, económicos o de salud. Por eso, y mientras los progenitores reciben ayuda para superar sus problemas, los servicios sociales han decidido separar temporalmente a los niños y jóvenes de sus padres.

Vizcaya y Guipúzcoa han lanzado una campaña para captar familias que acojan a chavales desprotegidos

En este contexto, el acogimiento familiar se presenta como una medida de protección favorable para el desarrollo personal del menor. La integración del niño en otra familia es la forma "más normalizada y socializadora" para lograr su "evolución física, cognitiva, afectiva y social", señala Margarita Pardo, jefa de la sección de Infancia de la Diputación de Guipúzcoa. "El entorno familiar favorece el que los niños puedan vincularse afectivamente a otras personas", subraya el psicólogo Álex Muela, uno de los encargados de supervisar la estancia de los niños en las familias de acogida guipuzcoanas.

Por estas razones, las diputaciones guipuzcoana y vizcaína han lanzado una campaña para captar familias dispuestas a acoger a niños desprotegidos. En Guipúzcoa se buscan familias para 24 niños con edades entre cero y once años.

Las familias acogedoras deben atender y educar a los niños como si fueran hijos propios, pero han de tener muy claro que el acogimiento es una medida temporal que no hay que confundir con la adopción, aunque en casos muy puntuales pueda terminar en ella. El objetivo es que el menor pueda volver a su entorno, tras la recuperación de la familia biológica. Durante el periodo de acogimiento, los menores, salvo si es perjudicial para ellos, mantienen el contacto con sus padres biológicos.

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Itxaso y Aitor, un matrimonio de Urretxu, conocen bien los entresijos del acogimiento familiar. Hace seis años, y ante sus problemas para tener hijos biológicos, se interesaron por la adopción, pero "la cosa estaba difícil", explica Aitor. En esas fechas, la Diputación les dio a conocer la figura del acogimiento. "Pero nuestro chip estaba con la adopción, así que dijimos que no", recuerda.

Dos años más tarde se lanzó una nueva campaña. "Lo que antes nos pareció muy duro, en ese momento no, de manera que acogimos a un bebé de siete meses", relata Aitor. La niña, en principio, iba a quedarse con ellos seis o siete meses. "La marcha era inminente, así que aprendimos a vivir el día a día, a considerar que lo que estábamos haciendo merecía la pena", cuenta Itxaso. Pero la sombra de la separación les hizo pasar "momentos muy duros". Pasó el plazo previsto y los padres biológicos de la niña dieron su consentimiento para que fuera adoptada. La pequeña, ya como su hija legal, ha cumplido cuatro años viviendo con Itxaso y Aitor.

Hace dos años, la Diputación contactó de nuevo con el matrimonio para preguntarle si querían acoger a otra niña a punto de cumplir siete meses. Aceptaron y aún está con ellos. "Es como una hija más, pero somos conscientes de que tiene sus padres biológicos y es bueno que siga manteniendo contacto con ellos", apunta Aitor.

La pequeña cada día se va soltando más con el habla y Aitor e Itxaso saben que empezarán a aumentar las preguntas: de dónde soy, por qué tengo tantos padres o por qué no puedo estar con mi familia biológica. Pero se sienten preparados para responder. "Es importante la naturalidad, darle en cada momento la versión de la verdad acorde con su edad y no intentar ocultar nada", señala Itxaso.

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