Editorial:

Rebajas de enero

El contundente descenso del IPC en enero, periodo en el que ha bajado un 0,4% y reducido la tasa anual al 3,7%, ha tomado relativamente por sorpresa a la oposición y algo menos a los economistas duchos en los efectos estadísticos. Recuérdese que en enero del año pasado el IPC mensual descendió el 0,1%, debido al efecto de incorporación de los precios de las rebajas. Para explicar esas tres décimas adicionales de caída en enero de este año hay que mencionar varias diferencias importantes. La tasa de crecimiento económico del año pasado era superior al actual, por lo que la demanda interna tirab...

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El contundente descenso del IPC en enero, periodo en el que ha bajado un 0,4% y reducido la tasa anual al 3,7%, ha tomado relativamente por sorpresa a la oposición y algo menos a los economistas duchos en los efectos estadísticos. Recuérdese que en enero del año pasado el IPC mensual descendió el 0,1%, debido al efecto de incorporación de los precios de las rebajas. Para explicar esas tres décimas adicionales de caída en enero de este año hay que mencionar varias diferencias importantes. La tasa de crecimiento económico del año pasado era superior al actual, por lo que la demanda interna tiraba más de los precios; por otra parte, el efecto euro, que el año pasado impulsó los precios al alza, ha desaparecido y, por lo tanto, la comparación ahora es favorable.

Todavía queda un factor decisivo: la desaceleración relativa de los precios de los combustibles el mes pasado respecto a enero de 2002. La mejora de los precios energéticos se debe al efecto de amortiguación sobre el precio del crudo producido por la elevada cotización del euro respecto al dólar y, sobre todo, a que este año el Gobierno no ha subido los impuestos indirectos de los derivados del petróleo, como hizo en enero de 2002. Las tres décimas que Hacienda sumó a la inflación el ejercicio pasado se las ahorra en el primer mes de este año.

Este efecto estadístico, favorecido por el enfriamiento de la economía, puede prolongarse durante los próximos meses. Pero las incertidumbres siguen pesando más que las expectativas favorables, por varias razones de peso. Los precios de los alimentos frescos siguen subiendo a un ritmo vertiginoso -7% en términos interanuales-, impropio de unos mercados con canales de distribución eficientes y desregulados; los precios de los servicios mantienen tasas excesivamente elevadas, en torno al 4% anual, y constituyen el núcleo duro de la elevada inflación española, y si el precio del barril de petróleo en el mercado sigue aumentando como consecuencia de las amenazas bélicas, los combustibles pueden acabar disparando la inflación a pesar de la posición del euro. Demasiadas incógnitas para dar por sentado que la inflación entra en un periodo continuado de descenso.

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