Análisis:

EEUU: la economía es un tiovivo

Hay un circuito de retroalimentación entre la incertidumbre geopolítica y la coyuntura económica. Ambas se bombean en sentido negativo. La economía de EE UU, que determina el estado del mundo, es lo más parecido a un carrusel de feria. Obsérvense los picos de sierra del crecimiento de los cuatro trimestres de 2002; primer trimestre, espectacular crecimiento del PIB del 5% (no parecía quedar ni rastro de los efectos psicológicos del 11-S); segundo trimestre, un escuálido 1,3%; tercero, un 4%, y cuarto, un 0,7%, pendiente de dos revisiones que lo ajusten de modo definitivo. Es casi imposible ded...

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Hay un circuito de retroalimentación entre la incertidumbre geopolítica y la coyuntura económica. Ambas se bombean en sentido negativo. La economía de EE UU, que determina el estado del mundo, es lo más parecido a un carrusel de feria. Obsérvense los picos de sierra del crecimiento de los cuatro trimestres de 2002; primer trimestre, espectacular crecimiento del PIB del 5% (no parecía quedar ni rastro de los efectos psicológicos del 11-S); segundo trimestre, un escuálido 1,3%; tercero, un 4%, y cuarto, un 0,7%, pendiente de dos revisiones que lo ajusten de modo definitivo. Es casi imposible deducir una línea sintética.

El parón del último trimestre podría continuar en la actualidad. Su composición parece estructural: la inversión empresarial está varada, y el consumo familiar se ha contenido como consecuencia de las expectativas de guerra y del gélido ambiente laboral (5,7% del paro). Según un informe publicado hace unos días, la tasa de contratación es la peor en los últimos 20 años; EE UU ha perdido más de dos millones de empleos desde marzo de 2001.

Las preocupaciones sobre el verdadero estado de la economía americana se han multiplicado al conocerse la evolución de otro indicador clave: la productividad, que mide la producción de cada ciudadano por hora trabajada. La productividad es el elemento básico en lo que respecta a la capacidad de invertir en los mercados, puesto que indica el uso que se hace del factor trabajo. Según Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal (Fed), la productividad es el mayor garante de un crecimiento no inflacionista. Un fuerte aumento de la productividad ha sido la principal característica de la nueva economía, en lo que significa de utilización de las nuevas tecnologías de la información. Aunque no únicamente de la nueva economía: en el año 1950, siendo Harry Truman presidente de EE UU, la economía creció un 8,7% y la productividad subió un 6,9%. Pero en los años de mayor crecimiento continuado, coincidentes con el segundo mandato de Bill Clinton (1996-2000), la productividad creció un 2,5% de media anual, frente a un 1,4% en el periodo medido desde 1976 y 1995. ¿Qué ha pasado en 2002? Nuevamente una descripción agridulce: en el conjunto del ejecicio subió un 4,7%, el mayor incremento desde el citado año 1950; pero en el último trimestre del año descendió un 0,2%, después de un aumento del 5,5% en el trimestre anterior. Otra vez un comportamiento esquizofrénico, que no augura nada definitivo.

En este ambiente binario se ha presentado el presupuesto para el año fiscal octubre de 2003-septiembre de 2004. El dato del déficit público ha sido espectacular: 304.000 millones de dólares en 2003 y 307.000 millones en 2004. Ello significa tres veces más de lo pronosticado por la Casa Blanca hace unos meses y 100.000 millones más que la previsión que hace 10 días hacía la Oficina Presupuestaria del Congreso. Aunque Keynes decía que a largo plazo todos muertos, se prevé que no haya superávit público hasta el año 2008, y que la suma de déficit de estos cinco años por delante supere el billón de dólares. El récord absoluto de déficit lo había logrado Ronald Reagan, con 290.000 millones de desequilibrio de las cuentas públicas.

Con dos agravantes: estos números no incorporan el efecto que en la economía americana tendrá la guerra contra Irak (que a corto plazo se han estimado, en caso de una victoria rápida, entre los 48.000 y los 60.000 millones de dólares, sin estimar los costes de la reconstrucción del país invadido), ni el de la reducción de impuestos por valor de 670.000 millones de dólares, a 10 años, pendiente de aprobación en el Congreso. Y segundo: el nuevo secretario del Tesoro, John Snow, acaba de anunciar que el próximo día 20 de febrero se alcanzará el tope anual de endeudamiento, fijado en 6,4 billones de dólares. Es la segunda vez que la capacidad financiera de la Administración Bush se ve en serios apuros, ya que en el pasado mes de junio las dos Cámaras ya aprobaron una subida del techo de endeudamiento.

La intendencia americana dista de estar en plena forma. La retaguardia no es segura.

George W. Bush, durante una comparecencia.REUTERS

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