Itinerario latinoamericano

Este curso 35 alumnos de la Universitat de València estudiarán en universidades no europeas. "La mayoría opta por Estados Unidos. Las plazas en universidades latinoamericanas no se cubren porque se prioriza aprender otros idiomas y se piensa que la tecnología en estos países es peor", revela Concha Reija, coordinadora de estos intercambios en la Universitat de València.

Paco Raigón, Juan Fabuel y Lidia Romero relatan sus experiencias académicas en destinos no inmaculados de América del Sur. "A mi la beca me cambió la vida", confiesa Paco Raigón, que a finales de enero vuelve a Nicaragua...

Este curso 35 alumnos de la Universitat de València estudiarán en universidades no europeas. "La mayoría opta por Estados Unidos. Las plazas en universidades latinoamericanas no se cubren porque se prioriza aprender otros idiomas y se piensa que la tecnología en estos países es peor", revela Concha Reija, coordinadora de estos intercambios en la Universitat de València.

Paco Raigón, Juan Fabuel y Lidia Romero relatan sus experiencias académicas en destinos no inmaculados de América del Sur. "A mi la beca me cambió la vida", confiesa Paco Raigón, que a finales de enero vuelve a Nicaragua donde trabaja. Cuando era ingeniero agrícola por la Universidad Politécnica de Valencia obtuvo la beca de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), junto con su compañero Pedro Fernández.

"Los estudiantes priorizan América del Norte y Europa por aprender otros idiomas"

Sólo 5 de los 20 solicitantes estaban dispuestos finalmente a pasar cuatro años de sus vidas en la Escuela de Agricultura de la Región Tropical Húmeda (EARTH), de Costa Rica. Una universidad en plena selva, destino de 400 universitarios becados de 18 países latinoamericanos y africanos. Ellos fueron los primeros y únicos españoles hasta la fecha. Allí se especializaron y obtuvieron el título de ingenieros agrónomos, especialistas en agricultura tropical y desarrollo rural. Ahora trabajan para Acción contra el hambre, una ONG con sede en 40 países y casi 5.000 empleados. Un trabajo que apareja cualquier destino, siempre que esté unido a la cooperación internacional. Pedro está ahora en Palestina.

"Cuando estudiábamos, fundamos la sección de ingeniería agrícola de la ONG valenciana Centro de Estudios Rurales y Agricultura Internacional (CERAI)". La mitad de aquellos voluntarios asiente con satisfacción ahora en sus nuevos oficios solidarios.

De vuelta a Nicaragua, Paco proseguirá con el proyecto de diversificación de productividad agropecuaria: "Uno de los principales problemas de los productores es que basan su producción en tres cultivos: sorgo, maíz y frijoles. Una dieta nutricionalmente pobre y frágil, pues una sequía puede dejar a una familia sin el 60% de la capacidad alimenticia", explica. La solución se basa en "que cada familia produzca lo que come y siembre entre 10 y 12 cultivos". Tras cinco años en Latinoamérica en su conversación desfilan anécdotas de todo tipo desde "la calidad humana de las personas, a los intereses que los estados esconden bajo la cooperación internacional".

A Juan Fabuel el arroz y frijoles que comía en Brasil, casi a diario, le sabían a gloria. "No cambiaría esta experiencia por la beca Erasmus en Dinamarca. Estaba cansado de tantos rubios y rubias", ironiza. Tras estudiar un primer ciclo de Relaciones Laborales y licenciarse en Comunicación Audiovisual por la Universitat se marchó al estado de Goiás con una beca de recuperación fotográfica digital en la universidad de la ciudad de Goiânia.

"Durante cuatro meses cogíamos el autobús y contactábamos con fotógrafos y centros con material gráfico que digitalizábamos". Así hasta meter en el disco duro más de 1.500 instantáneas dispersadas por más de 642.000 kilómetros cuadrados. "Aprendes mucho. Te sorprende la capacidad de supervivencia y la caridad de la personas dispuestas a cederte gratis una habitación. Aunque en la universidad no hay posibilidades laborales. Los profesores no tienen ni para tinta", reconoce. La beca cubría el viaje, la matrícula en la universidad, la manutención y el alojamiento. Casi todas alcanzan los dos primeros aspectos; los demás gastos son voluntad de la universidad de destino.

La última historia la protagoniza la bióloga Lidia Romero, una enamorada de la Paleolimnología, el estudio científico de los sedimentos de las aguas estancadas. Esto la llevó durante dos meses a Córdoba (Argentina), en cuya universidad intervino en un estudio sobre las toxinas que producían las algas en el lago de abastecimiento de la ciudad. Y como la experiencia le supo a poco se enroló en uno de las gigantes académicos latinos: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con más de 245.000 alumnos, donde contactó con un profesor checo que fue su tutor. Ahora disfruta de una beca, mientras se doctora en la Universitat. "Trabajar como ecóloga en España es muy complicado, y estoy metida en la universidad, el único ambiente donde se desarrolla la investigación básica", comenta la joven.

Como investigadora prefiere los países latinoamericanos porque "en EE UU estás sometida a la tiranía de las evaluaciones continuas y eso te coarta. Opto por decidir por dónde pueden ir mis investigaciones, aunque carezca de tantos medios técnicos". No obstante, indica que "decir que en América Latina no hay medios quizá sea generalizar demasiado. La UNAM es un monstruo". Como Raigón subraya que la cooperacional internacional entre estados encierra intereses.

Estas becas se pueden consultar en las Oficinas de Relaciones Internacionales de las diferentes universidades. La mayor parte de convocatorias están abiertas hasta mediados de febrero. Este año el Parlamento Europeo ha aprobado el programa Alban que permite a profesionales latinoamericanos cubrir estudios de postgrado y formación especializada en la Unión Europea.