Columna

Malos tiempos

Sinceramente, no consigo comprender qué demonios nos pasa con Corea. Sé bien que, como articulista, mi deber sería intentar desentrañar lo oscuro y explicar lo complejo, pero 2003 me ha debido de pillar con el pie cambiado y la neurona fláccida, porque no entiendo nada. Me rindo: no sé por qué de la noche a la mañana tenemos a un paisito miserable hecho una fiera y amenazándonos con arrojarnos unos cuantos misiles nucleares a la cabeza. Ya es bastante complicado estar al tanto de esta larga crónica de la guerra anunciada que es el enfrentamiento con Irak, y de los movimientos de tropas y petró...

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Sinceramente, no consigo comprender qué demonios nos pasa con Corea. Sé bien que, como articulista, mi deber sería intentar desentrañar lo oscuro y explicar lo complejo, pero 2003 me ha debido de pillar con el pie cambiado y la neurona fláccida, porque no entiendo nada. Me rindo: no sé por qué de la noche a la mañana tenemos a un paisito miserable hecho una fiera y amenazándonos con arrojarnos unos cuantos misiles nucleares a la cabeza. Ya es bastante complicado estar al tanto de esta larga crónica de la guerra anunciada que es el enfrentamiento con Irak, y de los movimientos de tropas y petróleo, los gasoductos afganos, los intereses económicos occidentales, los fanatismos totalitarios orientales y la pasividad europea; de todo ese pantano de poder, en fin, en el que chapotea la situación internacional, como para que ahora de repente se tire al ruedo bélico un espontáneo como Corea. Y lo que la razón no entiende, la fantasía inventa. Quiero decir que la oscuridad propicia explicaciones conspirativas y paranoicas. Algo nos están ocultando con Corea, me digo. Algo se nos escapa.

Es evidente que vivimos tiempos malos para las libertades individuales. El mundo está entrando en otra especie de guerra fría, como en los cincuenta; y, al igual que entonces, se intenta aplastar la disidencia (por cierto, que en esa época también hubo un conflicto con Corea: qué coincidencia). El endurecimiento ideológico y el enrarecimiento informativo nos empobrecen a todos y nos hacen más fácilmente manipulables. Por ejemplo, mientras en Estados Unidos imperaba la bárbara represión del macartismo, el tiránico Stalin lograba convencer a la intelectualidad norteamericana de que la URSS representaba la libertad. Y ahora no hacen más que llegar a mi ordenador cadenas y cadenas de firmas contra la guerra de Irak que hay que remitir a una dirección (unicwash@unicwash.org) que ya se utilizó durante la guerra del Golfo y que entonces fue denunciada como un hoax: una broma pesada, una trampa. Puede que las cadenas sean falsas y, si lo son, ¿quién las manda? ¿Y por qué no circula nada en la Red sobre Corea? Suceden cosas raras en los malos tiempos y hay que estar vigilantes para que nuestro corazón y nuestra cabeza sobrevivan.

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