Crítica:LIBROS

¿Política o mercado? Buen gobierno frente a comercio

Precedido de un largo estudio preliminar de Eloy García (responsable de las notas a pie de página y de la traducción, junto a Marta Vázquez), el libro de Pocock es el opus magnum de todos aquellos autores que se agrupan bajo el denominador de la escuela de Cambridge (Laslett, Dunn, Skinner), y que invocando los valores de los antiguos se obstinan en contestar las causas y efectos de una modernidad a la que la globalización del mercado ha hecho posmoderna. Estos autores articulan su crítica escarbando en los orígenes de la polémica que en el siglo XVIII opuso virtud a comercio, en...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Precedido de un largo estudio preliminar de Eloy García (responsable de las notas a pie de página y de la traducción, junto a Marta Vázquez), el libro de Pocock es el opus magnum de todos aquellos autores que se agrupan bajo el denominador de la escuela de Cambridge (Laslett, Dunn, Skinner), y que invocando los valores de los antiguos se obstinan en contestar las causas y efectos de una modernidad a la que la globalización del mercado ha hecho posmoderna. Estos autores articulan su crítica escarbando en los orígenes de la polémica que en el siglo XVIII opuso virtud a comercio, en el instante histórico en que una Inglaterra unida a Escocia iniciaría la singladura hacia lo que un marxista llamaría sociedad capitalista.

El momento maquiavélico

John G. A. Pocock Editorial Tecnos ISBN 84-309-3840-0

Fue entonces cuando una pluralidad de factores (la sustitución del banquero personal del príncipe por la Bolsa, el crédito, los bancos y las sociedades por acciones que fijaban la lealtad política de la sociedad propietaria, la aparición de los ejércitos mercenarios permanentes y de la guerra como supuesto impulsor de un comercio que no tardaría en abrir puertas al Imperio) propiciaron el nacimiento de un patrón de pensamiento político fundado en el intercambio, para el que el hombre valía la imagen que proyectaba y no la identidad que en realidad portaba.

Contra las consecuencias de semejante versión de la modernidad levantarían su voz Jonathan Swift, Daniel Defoe o Addison que vieron en la alienación del hombre de su aristotélica condición política una inadmisible negación de la propia naturaleza que terminaría por arruinar su humanidad. Surgirá así un discurso que contraponiendo buen gobierno a mercado, ciudadanía a comercio, política a economía financiera, anticiparía la querella que hoy enfrenta a defensores de la globalización, de la juridificación de la política y de lo que en expresión de Beck se define como "sociedad del riesgo" con los partidarios del buen gobierno, del retorno a la política.

En una sociedad que no conoce fronteras, en un momento histórico que parece haber dejado atrás el concepto moderno de tiempo, el mensaje de John Pocock se levanta vigoroso para decirnos que no todo se reduce a reglas formales, finanzas y lucha por un mercado de competencia sin límites. Que frente al conformismo posmoderno se alza una forma alternativa de entender las cosas que sitúa al hombre por delante de lo que produce, a la identidad económica antes y más allá de la imagen que proyecta en el mercado, a la República por encima de la representación y de la implacable lógica de poder de partidos y grupos de interés.

Y es que, contra lo que hasta la fecha han venido repitiendo con insistencia machacona críticos interesados, la caída del muro de Berlín y el fin de las democracias socialistas no ha supuesto el triunfo incontestado de un universo capitalista y constitucional-representativo, sino la irrupción de un nuevo discurso crítico que hunde sus raíces en personajes como Maquiavelo, Harrington, Jefferson, Constant o Tocqueville. Un discurso cuyas razones se hacen más fuertes y patentes en el instante en que el crecimiento del mercado ha cesado de ser infinito, en el momento en que la acumulación de riqueza financiera se demuestra incapaz de dar tranquilidad al hombre frente a sus angustias, en el tiempo, en suma, en que la lógica del comercio no parece capaz de tener respuestas para 4.500 millones de los 5.000 millones de seres que pueblan el planeta.

Archivado En