CUMBRE EUROPEA EN COPENHAGUE

Aznar adopta una actitud defensiva ante los nuevos socios, salvo en lo que se refiere al ingreso de Turquía

José María Aznar abordó ayer el Consejo Europeo de Copenhague con una actitud defensiva frente a la ampliación, salvo por lo que se refiere a Turquía, ya que el presidente del Gobierno es adalid en la causa de acelerar el ingreso de ese país musulmán en la UE. Por lo demás, Aznar ha dejado bien claro que los países candidatos deben conformarse con lo que ya se les ofrece y que, precisamente cuando intenta obtener financiación comunitaria para los damnificados del Prestige, rechazará de plano que la factura de la ampliación suba.

Se lo dijo la semana pasada en Madrid al primer min...

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José María Aznar abordó ayer el Consejo Europeo de Copenhague con una actitud defensiva frente a la ampliación, salvo por lo que se refiere a Turquía, ya que el presidente del Gobierno es adalid en la causa de acelerar el ingreso de ese país musulmán en la UE. Por lo demás, Aznar ha dejado bien claro que los países candidatos deben conformarse con lo que ya se les ofrece y que, precisamente cuando intenta obtener financiación comunitaria para los damnificados del Prestige, rechazará de plano que la factura de la ampliación suba.

Se lo dijo la semana pasada en Madrid al primer ministro polaco, Leszek Miller: el Gobierno español apoya la propuesta de la presidencia danesa de ampliar en más de 1.500 millones de euros la oferta financiera de la Comisión para ayudas a los nuevos socios, pero ahí se acaba el debate. La diplomacia española acepta esa propuesta como un punto de llegada, y estima, en consecuencia, que Dinamarca tal vez se haya precipitado al descubrir demasiado pronto la carta comunitaria, porque así fomenta que los candidatos suban la puja. "Ni un euro más", es la consigna de Aznar, que ve también con horror los intentos de los aspirantes a socios de que se les suban las cuotas de producción agrícola garantizadas, una reivindicación que España nunca va a sostener para sí misma, a diferencia de lo que están haciendo Portugal o Italia, porque, según fuentes gubernamentales, si lo hiciera, sería señalada como la mala de la ampliación, es decir, la responsable de un eventual fracaso.

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Y el peligro de que se produzca "la catástrofe" -de que salte el calendario porque, a falta de acuerdo, los líderes traspasen el paquete financiero a sus ministros y éstos sigan debatiendo el 16 de abril, la fecha en que los tratados de adhesión tendrían que estar listos para la firma- es real, en opinión del Gobierno español. De ahí que Aznar haya pedido expresamente a los candidatos que no compliquen más las cosas y que tengan en cuenta que España ingresó en la Comunidad con peores condiciones que las que se ofrecen ahora.

Por otro lado, la diplomacia española entiende que el deseo de Alemania de que la ampliación le cueste incluso menos de lo que se previó hace tres años en Berlín indica cuando menos una cortedad de miras con respecto a esta ampliación histórica. "Alemania no puede pensar en hacer el gran negocio de la ampliación y que encima le salga gratis, o que se lo paguemos nosotros", comenta una fuente española.

Todas estas cautelas y esfuerzos por encontrar una vía media se trocan en entusiasmo y apertura sin reservas cuando se trata de la adhesión de Turquía. Si la ministra de Exteriores, Ana Palacio, acuñó la frase "la UE no es un club cristiano, pero sí un club laico", Aznar fue ayer, una vez más, el principal defensor de la causa turca durante la reunión que el Partido Popular Europeo celebró antes del Consejo, con la asistencia de seis primeros ministros, entre ellos el italiano, Silvio Berlusconi, y el francés, Jean-Pierre Raffarin.

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Según fuentes de la ejecutiva popular, el presidente español logró el apoyo de todos los reunidos, menos de los democristianos alemanes, para su propuesta de que el Consejo de Copenhague indique a Turquía que sus negociaciones de adhesión comenzarán a finales de 2004. El caso es que ni Edmund Stoiber ni Angela Merkel, como dirigentes de la CDU, dieron su brazo a torcer. Tampoco el presidente del PPE, el belga Wilfred Martens, que presentó una propuesta de "asociación privilegiada", en línea con las posiciones alemanas. Por eso no hubo acuerdo, y los populares se limitaron a pedir que Turquía entre cuando cumpla las condiciones de democracia que le son exigidas.

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