Francia negocia con los refugiados que ocupan una iglesia de Calais

El ministro del Interior francés asedia a las organizaciones de tráfico de inmigrantes

Una iglesia de Calais es el escenario del forcejeo entre el Gobierno francés y las organizaciones dedicadas al tráfico de inmigrantes. Un centenar de extranjeros sin documentos ocupan el centro religioso desde el sábado e intentan quedarse hasta que logren el paso a Gran Bretaña. Pero el hombre fuerte de Francia, Nicolas Sarkozy, quiere que los organizadores de las expediciones se enteren de que su país ha dejado de ser tierra de paso irregular hacia el Reino Unido.

La policía bloquea desde anoche todos los accesos a la iglesia y se aguarda el desenlace en las próximas horas. Bél...

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Una iglesia de Calais es el escenario del forcejeo entre el Gobierno francés y las organizaciones dedicadas al tráfico de inmigrantes. Un centenar de extranjeros sin documentos ocupan el centro religioso desde el sábado e intentan quedarse hasta que logren el paso a Gran Bretaña. Pero el hombre fuerte de Francia, Nicolas Sarkozy, quiere que los organizadores de las expediciones se enteren de que su país ha dejado de ser tierra de paso irregular hacia el Reino Unido.

La policía bloquea desde anoche todos los accesos a la iglesia y se aguarda el desenlace en las próximas horas. Bélgica ha reforzado sus controles fronterizos para evitar que se internen los rechazados en Francia, mientras nutridos grupos de policías vigilan la estación del Norte, en París, punto de partida de los trenes que se dirigen a Gran Bretaña y Bélgica, pero también a las ciudades francesas de Calais o Boulogne-sur-Mer, a orillas del canal de la Mancha. Grupos de iraquíes imploraban ayer a los policías que les dejaran subir a uno de esos trenes, mientras uno de los agentes repetía: 'No more England, no more France' (Se acabó Inglaterra, se acabó Francia).

La situación es consecuencia del cierre de la admisión de inmigrantes en el centro de Sangatte. A seis kilómetros de Calais, unos 1.500 extranjeros en situación irregular permanecen alojados bajo la enseña de la Cruz Roja en los antiguos hangares de los trabajadores que construyeron el Eurotúnel. El ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, ha decidido que esos 1.500 sean los últimos admitidos: a partir de ahora se les evacuará poco a poco, bien hacia sus países de origen, bien hacia otros centros.

Sin embargo, decenas de nuevos refugiados siguen llegando cada día. El sábado por la noche, un centenar de rechazados en el centro de Sangatte entraron en la iglesia de San Pedro y San Pablo. El alcalde de la ciudad, el obispo de Arras y el subdelegado del Gobierno trataron de buscar una solución. Algunos de los ocupantes aceptaron salir, pero 75 se quedaron y ayer se les unieron otros 40. Los encerrados se niegan a subir a los autobuses en que se les promete llevarles a lugares donde se les dará techo y comida y se tramitarán sus eventuales demandas de asilo, pero temen la expulsión.

La situación no tiene vuelta de hoja. Una vez cerrado Sangatte, permitir nuevas concentraciones equivale a dejar en papel mojado la voluntad de cerrar las fronteras a la inmigración ilegal. Más allá de los sufrimientos de los refugiados, Sarkozy lo proclama sin ambigüedad: 'Nuestro país no puede acoger toda la miseria del mundo'.

Jacky Hénin, el alcalde comunista de Calais, que se vio sorprendido por el cierre de admisión en Sangatte, avaló la permanencia de los inmigrantes en la iglesia durante la primera noche para evitar la dispersión por las calles. Anoche, sin embargo, se declaraba impotente para hacer más: 'Les hemos conseguido alojamiento y comida, pero lo rechazan. Desgraciadamente, entre ellos hay gente que no les permite aceptar las condiciones de acogida que hemos conseguido y, por lo tanto, no puedo avalar por más tiempo la ocupación de este edificio religioso'.

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