La dinastía Bush se juega su futuro en las elecciones de Florida

Bill Clinton y el presidente Bush acuden a Miami para arropar a sus candidatos

El martes próximo se disputa en las urnas de Florida el futuro de la dinastía Bush. Los electores que voten por el Bush que gobierna este Estado, Jeb, lo harán indirectamente también por el que gobierna el país, George W., porque la reelección del gobernador se interpreta en círculos políticos como un referéndum al presidente de Estados Unidos, del que dependerá su propia reelección en dos años.

Una vez más, Florida vuelve a ser el escenario clave en la lucha por el poder entre republicanos y demócratas; prueba de ello es que el duelo final de este fin de semana lo protagonizarán Bill C...

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El martes próximo se disputa en las urnas de Florida el futuro de la dinastía Bush. Los electores que voten por el Bush que gobierna este Estado, Jeb, lo harán indirectamente también por el que gobierna el país, George W., porque la reelección del gobernador se interpreta en círculos políticos como un referéndum al presidente de Estados Unidos, del que dependerá su propia reelección en dos años.

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Una vez más, Florida vuelve a ser el escenario clave en la lucha por el poder entre republicanos y demócratas; prueba de ello es que el duelo final de este fin de semana lo protagonizarán Bill Clinton y George W. Bush. Clinton acude al rescate de Bill McBride, un novato en política con el que los demócratas aspiran a librar la revancha por los 537 polémicos votos floridanos que alzaron a Bush a la Casa Blanca y dejaron a Al Gore en la estacada en 2000. Hasta hace apenas una semana, McBride rozaba peligrosamente a Jeb, pero la contienda dio un vuelco favorable al gobernador en el último debate y sólo el empujón de un peso pesado como Clinton parece poder salvarle de los ocho puntos que le separan de la victoria en los sondeos.

Los Bush no bajan la guardia. El clan completo -actual presidente, ex presidente y mamá Bárbara- tiene previsto acudir en ayuda del hermano pequeño. Llegarán, además, acompañados de estrellas de la política estadounidense, como el ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani y el senador John McCain.

Para George W. será el duodécimo viaje a Florida. El presidente ha invertido un gran capital político en la reelección de su hermano, y, según sus críticos, también ha invertido capital del tesoro de EE UU. Comenzó en enero con una cena de recaudación de fondos para Jeb en la que los comensales pagaron un millón de dólares. El acto se celebró horas después de que la Casa Blanca anunciara la restauración de los Everglades de Florida, uno de los santuarios naturales de EE UU. Esa medida ha decantado a favor de Jeb a los medioambientalistas, un sector tradicionalmente demócrata.

Desde entonces, los actos de recaudación han ido mano a mano con la lluvia de dólares del Gobierno federal al Gobierno de Florida. Más de 45 millones para clases de lectura; otros 45 millones para la NASA; 18 millones para préstamos a pequeñas empresas; 37 millones para una universidad de Miami; 115 millones a las petroleras para que desistan de hacer prospecciones. La lista es larga, pero no exenta de ironía: uno de los préstamos a bajo interés lo ha recibido Intimate Treasures, una tienda de pornografía.

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El talonario de campaña de Jeb supera los 38 millones de dólares, gran parte de los cuales se los debe a su hermano. El de McBride, sin embargo, apenas pasa de los 11 millones. La diferencia se nota en la cantidad de publicidad. Bush ha inundado la televisión, la radio, las vallas, el correo y el teléfono: 'Hola, soy Bárbara Bush y quiero pedirle que vote a mi hijo Jeb', comienza el mensaje que miles de votantes escuchan estos días.

El eco de las voces pro-Bush resuena entre los ancianos, los conservadores del norte del Estado y los cubanos del sur. No tiene, sin embargo, repercusión entre los homosexuales, porque se opone a que adopten niños, y los negros, irritados porque ha eliminado el sistema de discriminación positiva de acceso universitario. Ambos sectores apoyan a McBride, junto con los padres, a favor de su propuesta de limitar el tamaño de las aulas.

La campaña de ambos giró entorno a la educación, hasta que hace una semana McBride no supo explicar de dónde iba a sacar los 27.000 millones de dólares para pagar su propuesta. Bush vio la puerta abierta para cambiar al tema que más temen los votantes: 'McBride va a subir los impuestos', repite en sus mítines. La última palabra la tendrán los hispanos no cubanos. Son más de dos millones, de los que McBride se había olvidado hasta ahora. Los Bushes, sin embargo, llevan meses, si no años, cortejándoles en español y haciendo lo imposible por conquistarles. Jeb incluso se ha convertido al catolicismo.

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