Tribuna

El mío lava más blanco

El congreso del Partido Popular de Cataluña celebrado el pasado fin de semana y la solemne conferencia de Artur Mas pronunciada el lunes son dos opciones muy distintas para el futuro de la política catalana.

El PP adquiere con Josep Piqué una imagen más catalanista y mesocrática que en su época anterior, aunque, en todo caso, sigue siendo el único partido catalán que no propugna, como eje central de su estrategia, la reforma del Estatuto para aumentar el nivel de autogobierno. Por el contrario, considera que la crítica a los gobiernos de Convergència i Unió (CiU) debe centrarse en el de...

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El congreso del Partido Popular de Cataluña celebrado el pasado fin de semana y la solemne conferencia de Artur Mas pronunciada el lunes son dos opciones muy distintas para el futuro de la política catalana.

El PP adquiere con Josep Piqué una imagen más catalanista y mesocrática que en su época anterior, aunque, en todo caso, sigue siendo el único partido catalán que no propugna, como eje central de su estrategia, la reforma del Estatuto para aumentar el nivel de autogobierno. Por el contrario, considera que la crítica a los gobiernos de Convergència i Unió (CiU) debe centrarse en el deficiente ejercicio de las competencias que el actual Estatuto otorga a la Generalitat.

La propuesta de Artur Mas es innovadora respecto a las tradicionales posiciones de CiU. Mas no ha planteado una reforma, sino un nuevo Estatuto basado en unos supuestos 'derechos históricos' de Cataluña que, entre otras cosas, permita a la Generalitat estar financiada por un sistema semejante al modelo vasco.

La reforma del Estatuto se ha convertido en centro de la política, sólo el PP apuesta por la obra de gobierno
La campaña electoral, que ya ha comenzado, se parece a la de los anuncios de detergentes

Este giro de CiU está determinado por tres factores. Primero, por las críticas de sus afiliados y votantes más nacionalistas al pacto parlamentario con el PP, que ha tenido en el brusco abandono de Pere Esteve su momento estelar. Segundo, porque CiU no puede permanecer impasible ante una propuesta tan radical como la de Ibarretxe y debe formular también su propia propuesta para contentar a parte de su parroquia. Tercero, porque un partido nacionalista como CiU no puede quedar a la zaga de los proyectos de reforma del Estatuto planteados por el Partit dels Socialistes (PSC), Esquerra Republicana (ERC) e Iniciativa per Catalunya (IC). Ahora bien, la propuesta de Mas no es creíble. ¿Con qué apoyos parlamentarios pretende aprobar una reforma de tal calibre? Más parece un brindis al sol, motivado por razones de crisis interna ante unas elecciones decisivas para su supervivencia, que una posición responsable con posibilidades de futuro. Revistiéndola de seriedad, Mas ha formulado una propusta demagógica y electoralista.

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Estas dos posiciones de CiU y el PP, añadidas a las de los otros tres partidos parlamentarios, nos ofrecen un panorama electoral catalán dividido en dos bandos: a) los que consideran que la reforma del Estatuto, en sus diversas versiones, es el actual punto neurálgico y prioritario de la política catalana, y b) los que que consideran que la política catalana debe jugarse en el campo de la obra de gobierno. En este segundo bando sólo está el PP; en el primero todos los demás partidos.

Ante este panorama quien sale perdiendo es el PSC, sumido en el magma de los partidos nacionalistas y ligado a ERC por un pacto incomprensible. En este sector quien se mueve como pez en el agua es CiU y quienes acaban siendo siempre los malos de la película son los cándidos y acomplejados socialistas, siempre obsesionados por disimular que pertenecen a un partido español para lograr así acceder al selecto club de los buenos catalanes que Pujol ha impuesto. En lugar de aprovechar el importante activo electoral que supone pertencer al PSOE, acaban desatendiendo a quienes en las elecciones generales les votan precisamente por eso y se abstienen en las autonómicas porque no se reconocen en el PSC.

El escenario de la campaña electoral que ya ha comenzado se parece a los anuncios de detergentes: 'El mío lava más blanco'. Aquí lo que se formula es: 'Mi reforma del Estatuto es mejor que la tuya'. ¿Seguro que esto es lo que esperan los ciudadanos de sus gobernantes, presentes o futuros, cuando sus problemas están relacionados con la educación, las infraestructuras, el destino de la inversiones públicas, la vivienda, el medio ambiente o la economía? Ahí es donde acierta el PP.

Queda un año para las elecciones. Nada está escrito, pero la última etapa ya ha comenzado. Algunos han movido ficha. Otros esperan confiadamente que su hora histórica ha llegado. Ha finalizado, ciertamente, un ciclo. Pero puede empezar otro que sea clónico del que acaba de terminar.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

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