CARTAS AL DIRECTOR

Dime de qué presumes...

Se cuenta de H. A. Bethe, famoso físico, que en sus últimos años publicó un trabajo manifiestamente incorrecto. Tiempo después, los que aceptaron su publicación (referees) dijeron que ellos se habían dado cuenta del error, pero que ¡el autor era Bethe!

Cuando leíamos y discutíamos el texto de la Ley Orgánica de Universidades (LOU) (sin haber sido sus referees, ni tan siquiera consultados), muchos nos preguntamos si ampliar al 49% el personal contratado no era sino una forma de institucionalizar la tan manida endogamia y aún más una Universidad servilista. Muchas voces clam...

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Se cuenta de H. A. Bethe, famoso físico, que en sus últimos años publicó un trabajo manifiestamente incorrecto. Tiempo después, los que aceptaron su publicación (referees) dijeron que ellos se habían dado cuenta del error, pero que ¡el autor era Bethe!

Cuando leíamos y discutíamos el texto de la Ley Orgánica de Universidades (LOU) (sin haber sido sus referees, ni tan siquiera consultados), muchos nos preguntamos si ampliar al 49% el personal contratado no era sino una forma de institucionalizar la tan manida endogamia y aún más una Universidad servilista. Muchas voces clamaban acerca del carácter tan meditado y discutido de dicha ley (como si la hubiese escrito Bethe), ante lo cual (como el referee de su trabajo) dudamos y adujimos esa posibilidad a nuestra prolija imaginación.

Pero en los últimos meses hemos asistido a la demostración de que no era una posibilidad tan remota, sino acaso la más real de todas ellas. En Cataluña se ha puesto en marcha la primera norma autonómica que desarrolla la LOU y que aprovecha ese hueco del 49% (más que hueco, diría yo que es socavón) para crear un cuerpo paralelo de profesores no funcionarios contratados. Ésa parece ser la tónica general de todas las demás autonomías. ¿No es eso un gigantesco paso atrás en comparación con la LRU?

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Aunque todo gran sabio echa un borrón, fíjense en Bethe, creo que esta ley de universidades ya en sus primeros pasos debería llevar a sus mentores a replantearse de principio aquellas virtudes que tanto preconizaron y, ante todo, su capacidad para poner fin a la endogamia. Como referee que nunca fui, veo que poco a poco se empieza a demostrar que la mayor virtud de esta nueva ley es aquello que nuestra imaginación maquinó: el servilismo. ¡Ojalá el tiempo me quite la razón!

Por no extenderme en demasía, déjenme decir que los que tantas banderas enarbolaron y ánimos crisparon en contra de esta ley (cuyas voces no hemos vuelto a oír), quizás deberían permanecer críticos con aquello que en el fondo creo que su último fin es acabar con lo poco que queda de la Universidad pública.

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