Crítica:POESÍA

El mundo como meditación

Wallace Stevens (1879-1955) tenía 44 años cuando publicó en 1923 su primer libro, Harmonium, un año después de que T. S. Eliot publicara otro de los monumentos del modernismo angloamericano, The Waste Land. Pero mientras que Eliot vendió en tres meses los 1.000 ejemplares de la primera edición Stevens (no sin apoyos relevantes en el mundo literario) vendió deprimentes cifras de los 1.500 ejemplares de que constaba la edición. Decepcionante experiencia para un autor tan tardío (aunque ya hubiera publicado poemas en revistas y recibido premios ) y consecuente silencio durante u...

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Wallace Stevens (1879-1955) tenía 44 años cuando publicó en 1923 su primer libro, Harmonium, un año después de que T. S. Eliot publicara otro de los monumentos del modernismo angloamericano, The Waste Land. Pero mientras que Eliot vendió en tres meses los 1.000 ejemplares de la primera edición Stevens (no sin apoyos relevantes en el mundo literario) vendió deprimentes cifras de los 1.500 ejemplares de que constaba la edición. Decepcionante experiencia para un autor tan tardío (aunque ya hubiera publicado poemas en revistas y recibido premios ) y consecuente silencio durante unos diez años en los que repetidas veces declina enviar poemas a los amigos que se los piden ('hago muchas cosas pero lo que no hago es escribir poesía', le escribe a Marianne Moore). Sin embargo, en 1931 revisa la reedición de Harmonium, también en Knopf, época en la que R. P. Blackmour publica un ensayo sobre su poesía decisivo para el alza imparable de su reputación. La publicación de su segundo libro, Ideas de Orden (1936), le consagra como un poeta central e indispensable y esa condición no le abandonó hasta la aparición de su último libro, The Rock (1954), previo paso por El hombre con guitarra azul (1937), Partes de un mundo (1942), Transporte al verano (1947) y Auroras del otoño (1950), todos ellos libros de un poeta dueño absoluto de su marca registrada y, por tanto, ganador absoluto frente al más alto tribunal, el que distingue y separa entre los singulares y los demás.

HARMONIUM

Wallace Stevens Edición de Julián Jiménez Icaria. Barcelona, 2002 195 páginas. 16 euros

Harmonium es un libro ma

du-ro en su estilo y poseedor completo de las claves que definen inigualablemente la poesía de este poeta que hizo de su vida profesional una perfecta máscara tras de la que se ocultaba un poeta ambicioso, refinado y denso. Alto ejecutivo de una compañía de seguros, vida alta burguesa, coleccionismo de libros y de cuadros, tertulias en selectos clubes de Hartford (allí vivía), amigos que apenas saben que en su tiempo libre escribe (gran) poesía y, por otro lado, poeta entregado a la escritura de una obra que bascula entre una afinadísima y extremadamente sensual percepción de la realidad concebida sobre todo como naturaleza (y aquí su procedencia romántica -Wordsworth sobre todo- es manifiesta: 'El alma -dije- se compone / el mundo externo') y un profundo ( y con frecuencia desolado) pensamiento surgido de esa misma captación de la realidad (y, por tanto, afectado por esa elevada sensorialidad originaria). La oscilación e imbricación de esos dos procesos simultáneos es la que da altura a la poesía de Stevens ya en Harmonium, y se ve con mayúscula y portentosa capacidad en un poema como Mañana de domingo, verdadera pieza maestra de lo que podríamos llamar poesía meditativa (pletórica realidad transfigurada imaginativamente, pletórica capacidad cognitiva que surge de todo ello). A su lado, pequeñas piezas de corte imagista, con un lirismo implícito que suele convivir con más emboscadas e inquietantes alusiones. Y poemas que son miniaturas juguetonas, puro intrascendente vanguardismo, tipo años veinte en España. Todo un señor librazo que debe ser leído con atención y esfuerzo en esta buena traducción.

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