Editorial:

Repliegue de Ibarretxe

Ibarretxe se propone canalizar la reivindicación nacionalista de más autogobierno hacia una reforma del Estatuto de Gernika, respetando el procedimiento legal previsto. Se trata de un repliegue que confirma la adaptabilidad del nacionalismo vasco a las resistencias que encuentra. Hace un año el planteamiento era que si no se completaba el desarrollo autonómico habría un referéndum de autodeterminación; en el pleno de julio se introdujo la variante de la asunción unilateral de las competencias reclamadas. En ambos casos se trataba de propuestas rupturistas, abocadas al conflicto. Ahora el plant...

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Ibarretxe se propone canalizar la reivindicación nacionalista de más autogobierno hacia una reforma del Estatuto de Gernika, respetando el procedimiento legal previsto. Se trata de un repliegue que confirma la adaptabilidad del nacionalismo vasco a las resistencias que encuentra. Hace un año el planteamiento era que si no se completaba el desarrollo autonómico habría un referéndum de autodeterminación; en el pleno de julio se introdujo la variante de la asunción unilateral de las competencias reclamadas. En ambos casos se trataba de propuestas rupturistas, abocadas al conflicto. Ahora el planteamiento es respetuoso con las reglas de juego. Se reclamará una reforma que para prosperar requiere la mayoría absoluta del Parlamento vasco y la ratificación del Parlamento español.

El PNV siempre apuesta por lo más para asegurarse lo menos. Su famosa doble faz aspira a hacer compatible el mensaje radical con el pragmatismo, de acuerdo con los intereses que representa. El ultimátum de julio fue contestado por el empresariado, más bien nacionalista pero cuidadoso con sus intereses; y encontró una respuesta firme del Gobierno central, respaldado por el PSOE. Para aprobar su dictamen, Ibarretxe necesitó de la abstención de Batasuna. Sin embargo, la evolución de los acontecimientos no parece favorable a estabilizar una alianza con la formación de Otegi.

Apostar por la reforma del Estatuto es hacerlo por un cambio de la política de alianzas, porque es evidente que Otegi no va a dar su apoyo a una vía autonomista; y como el tripartito (PNV-EA-IU) no tiene mayoría en el Parlamento de Vitoria, el nuevo planteamiento requiere de entrada incorporar al acuerdo al menos a un partido no nacionalista.

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Tal vez la referencia de Anasagasti a una vuelta a la lógica de Ajuria Enea fuera algo más que una ocurrencia. Tal vez, porque ayer mismo el Gobierno vasco prohibió las manifestaciones de apoyo a Batasuna previstas para el próximo fin de semana. Simultáneamente, el juez Garzón acababa de recordar el carácter ilícito de cualquier movilización de ese tipo, con independencia de quienes aparecieran como convocantes. Ibarretxe parece haber comprendido que negarse a aplicar las resoluciones judiciales, como exigía Otegi bajo advertencia, habría convertido al nacionalismo en rehén de ETA y Batasuna, que no dejarían de exigir más y más rupturas con la legalidad para no pasar a formar parte de los 'españoles'. Hay síntomas, por tanto, de que ahora toca destensar la cuerda previamente tensada.

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