Reportaje:

Ser gay priva del derecho al divorcio

La ley impide en Estados Unidos separarse a dos hombres que se casaron sin problemas enVermont

Glen Rosengarten y Peter Downes quisieron celebrar la llegada del siglo XXI casándose después de más de tres lustros de relación. Para contraer matrimonio, los dos hombres, que vivían en el Estado norteamericano de Connecticut, se trasladaron al cercano de Vermont, único de EE UU que permite la unión civil de personas del mismo sexo. 'Fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida, sólo parecido a mi primer matrimonio [con una mujer] y al nacimiento del primero de mis [tres] hijos', reconoció Glen.

Como Glen y Peter, otras 4.000 parejas de gays y lesbianas, se han casado en Vermont...

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Glen Rosengarten y Peter Downes quisieron celebrar la llegada del siglo XXI casándose después de más de tres lustros de relación. Para contraer matrimonio, los dos hombres, que vivían en el Estado norteamericano de Connecticut, se trasladaron al cercano de Vermont, único de EE UU que permite la unión civil de personas del mismo sexo. 'Fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida, sólo parecido a mi primer matrimonio [con una mujer] y al nacimiento del primero de mis [tres] hijos', reconoció Glen.

Como Glen y Peter, otras 4.000 parejas de gays y lesbianas, se han casado en Vermont desde julio de 2000, cuando entró en vigor la ley de uniones civiles. Tan sólo en unas 450 bodas los cónyuges eran residentes en Vermont. Los demás proceden del resto del país, y hay un pequeño porcentaje de extranjeros, según la Comisión de Revisión de las Uniones Civiles de Vermont.

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Pero la emoción de la boda duró poco. A los tres meses, Peter rompió la relación, y volvió a Nueva York. Glen topó entonces con un problema inesperado: como ninguno de los dos estaba empadronado en Vermont, no podía divorciarse.

'Es injusto que sea tan fácil casarse y luego hagan tan difícil divorciarse', dice Glen desde Connecticut. Sus intentos por romper los vínculos legales con su ex pareja han sido infructuosos. El último revés llegó del Tribunal de Apelación de su Estado, que el 24 de julio dictaminó que no tenía potestad para romper la relación, ya que el Estado de Connecticut no la reconocía.'Aunque algunos amigos me habían aconsejado que firmáramos un acuerdo prenupcial, no lo hice', se queja Glen, un ejecutivo retirado. 'Tampoco fui bastante listo o curioso como para mirar qué había al otro lado de la ley', añade. Hasta hoy sólo seis parejas, todas residentes en Vermont, han conseguido anular sus uniones.

El novio abandonado no cree que su pareja vaya a intentar reclamarle nada de lo que le correspondería con un divorcio. Pero Glen tiene tres hijos de un matrimonio anterior, cuyos derechos quiere proteger. 'Peter me ha sorprendido ya una vez. ¿Por qué voy a hacer peligrar mi herencia sin necesidad?', se pregunta Glen. 'Es una cuestión de derechos de herencia, de derechos a la propiedad', afirmó el abogado del ejecutivo, Gary Cohen. 'Es lo que pasa siempre que una pareja se divorcia, con la diferencia de que aquí son dos hombres', añadió.

A Glen sólo le queda recurrir al Tribunal Supremo. Y el derecho al pataleo: si hubiera una ley de uniones civiles en Connecticut, donde viven al menos 7.500 parejas de gays y lesbianas, todo esto no pasaría. 'Es una cuestión de derechos civiles. ¿Por qué no puedo tener un proceso como todo el mundo?', se pregunta Glen.

[Por otra parte, The New York Times anunció ayer que publicará en su sección de Enlaces las uniones homosexuales.]

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