CARTAS AL DIRECTOR

Lo que cuesta el Perejil

Lo mejor de esta historieta de verano -las historias de verano son tan ligeras y movedizas que apenas si tienen la consistencia de un espejismo- es que nos ha descubierto una nueva isla para la imaginación con nombre de condimento (los condimentos nada son en sí, sólo sirven para aliñar). De Leila -el nombre que le dan en Marruecos- no sé el significado, pero tiene el sonido de la brisa entre las rocas. Esta isla se abre paso en la historia en los deslumbrantes cantos de Homero, ¡que no es paja!, con los amores de Ulises y la ninfa Calipso; y se cierra, por ahora, con esos estúpidos episodios ...

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Lo mejor de esta historieta de verano -las historias de verano son tan ligeras y movedizas que apenas si tienen la consistencia de un espejismo- es que nos ha descubierto una nueva isla para la imaginación con nombre de condimento (los condimentos nada son en sí, sólo sirven para aliñar). De Leila -el nombre que le dan en Marruecos- no sé el significado, pero tiene el sonido de la brisa entre las rocas. Esta isla se abre paso en la historia en los deslumbrantes cantos de Homero, ¡que no es paja!, con los amores de Ulises y la ninfa Calipso; y se cierra, por ahora, con esos estúpidos episodios de arriar y desarriar banderas que han tenido como consecuencia inmediata la espantada de las cien montaraces cabras de la señora Rajma Lachill, que en el verano pastan y triscan por esos riscos.

Y lo peor: esa esperpéntica situación que, de pronto, ha irrumpido en Perejil, un peñasco sobresaliendo del mar, tan pequeño que ni siquiera ocupa físicamente lo que mi mínimo valle de El Aravalle (en los confines de El Barco de Ávila) y que, como espacio humano, se queda muchas leguas atrás. Con los gastos que ha producido esa estúpida operación, El Aravalle podría haber recuperado con creces, en parámetros del año 2002, lo que en los últimos 50 años ha ido perdiendo.

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