CARTAS AL DIRECTOR

Estupor y tristeza

El viernes 28 leí una noticia que me llenó de estupor y tristeza: Carlos Castilla del Pino, uno de los hombres más eminentes de nuestro país, un científico y humanista de inmenso prestigio entre lo que queda de la comunidad universitaria, no había podido ingresar en la Real Academia Española por falta de votos. A punto de cumplir 80 años y con una obra indiscutible, le faltaron dos votos para ocupar el sillón que había pertenecido antes a Pedro Laín Entralgo. De las tres personas que en su momento le propusieron, ni una sola de ellas estaba presente en la votación para arroparle como correspon...

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El viernes 28 leí una noticia que me llenó de estupor y tristeza: Carlos Castilla del Pino, uno de los hombres más eminentes de nuestro país, un científico y humanista de inmenso prestigio entre lo que queda de la comunidad universitaria, no había podido ingresar en la Real Academia Española por falta de votos. A punto de cumplir 80 años y con una obra indiscutible, le faltaron dos votos para ocupar el sillón que había pertenecido antes a Pedro Laín Entralgo. De las tres personas que en su momento le propusieron, ni una sola de ellas estaba presente en la votación para arroparle como corresponde. Cuesta trabajo comprender que una institución como la Real Academia Española no haya alcanzado un acuerdo ante un intelectual de su talla. Proteger un activo cultural pasa, en primerísimo lugar, por saber valorar adecuadamente a quienes se han preocupado por enriquecerlo. Y debería pasar por evitarnos la vergüenza de ver cómo, una vez más, los intereses (¿de quién?) o la negligencia se imponen al mérito. Carlos Castilla del Pino no merecía de ningún modo esta humillación por parte de la Real Academia Española. Y quienes le tenemos como modelo de rigor y conocimiento, tampoco.

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