Crítica:

Retazos de Europa

Es una lástima que este libro no haya conservado, en esta edición, su título inglés: Una historia en fragmentos. Europa en el siglo XX. Porque su originalidad no consiste en presentar una Europa fragmentada, sino una interpretación comprensiva de Europa a partir de retazos, lo que evidentemente es otra cosa. Richard Vinen renuncia al punto de vista de una historia de totalidades, entendidas como grandes sujetos colectivos, como Estados-nación. Normalmente, este tipo síntesis se resuelve en un relato de las relaciones entre políticos y diplomáticos como representación de Estados. Aquí, e...

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Es una lástima que este libro no haya conservado, en esta edición, su título inglés: Una historia en fragmentos. Europa en el siglo XX. Porque su originalidad no consiste en presentar una Europa fragmentada, sino una interpretación comprensiva de Europa a partir de retazos, lo que evidentemente es otra cosa. Richard Vinen renuncia al punto de vista de una historia de totalidades, entendidas como grandes sujetos colectivos, como Estados-nación. Normalmente, este tipo síntesis se resuelve en un relato de las relaciones entre políticos y diplomáticos como representación de Estados. Aquí, el sujeto Estado-nación pasa a un segundo plano y de lo que se trata es de captar la entraña del siglo sustituyendo la totalidad por el fragmento, por la anécdota cargada de sentido.

EUROPA EN FRAGMENTOS. HISTORIA DEL VIEJO CONTINENTE EN EL SIGLO XX

Richard Vinen. Traducción

de Bernardo Moreno Carrillo

Península. Barcelona, 2002

787 páginas. 24,50 euros

La apuesta comienza a dar resultados desde el mismo punto de partida: la Europa de la estabilidad burguesa deja el sitio a la Europa de los que buscan como escape la emigración. Ninguna nostalgia, pues, por el periodo anterior a 1914. Hasta esa fecha, el mundo económicamente privilegiado constituía una franja muy reducida de la población europea y Vinen pasa olímpicamente de él, preguntando a Keynes; sí, muy bien, pero ¿quién prepara el té? En su mayoría los europeos eran campesinos y, para sobrevivir, tuvieron que abandonar sus casas: en sólo 20 años, 25 millones de europeos llegaron a los puertos de Estados Unidos. Este punto de partida abre nuevas perspectivas a la interpretación de los procesos sociales y culturales que a partir de esa masiva emigración se sucederán en Europa: la vida obrera, las diferencias generacionales del primer tercio de siglo, las relaciones de sexo y de clase, la transformación del papel de las mujeres, la familia. Es en estos temas donde el método de Vinen da sus mejores resultados, porque es en ellos donde los procesos de cambio rompen las fronteras nacionales. El caso particular, la anécdota bien traída, que ilumina una situación, son estupendamente manejados gracias al dominio de una inmensa bibliografía.

Otra cosa es cuando con este método se pretende dar cuenta también de los grandes acontecimientos o procesos que han marcado el siglo XX: la Gran Guerra, la revolución, los totalitarismos, el genocidio, la Segunda Guerra, el consenso, la edad de oro del capitalismo, la caída del comunismo. Nada queda fuera de foco, pero su aproximación a este tipo de hechos no resulta siempre tan estimulante y en algún caso es francamente decepcionante, si no trivial y exculpatoria. El caso más sorprendente lo proporciona el genocidio del pueblo judío: como no hay pruebas de que Hitler diera las órdenes explícitas de exterminio, como no se puede demostrar que los nazis actuaran empujados por su antisemitismo, como los guardias de los campos no eran conscientes de que formaban parte de un plan general, como otros países fueron cómplices con su silencio, como los judíos no resistieron y a veces colaboraron, como algunas unidades se mostraron reticentes a ejecutar su tarea, resulta que... entre todos la mataron y ella sola se murió.

Y es que la virtualidad de esta forma de hacer historia, salpicada de pequeños detalles, de ironía, atenta a ámbitos abandonados por los cultivadores de la historia estatal/nacional, exige un control de lo fragmentario muy diferente cuando se trata de dar cuenta de relaciones sexuales o de la política de un Estado. Europa es, desde luego, lo que ocurre entre señores y criados un día de caza en Godsford Park, pero no lo es menos lo que ocurre determinado por la existencia de Estados totalitarios. Vinen no siempre toma en cuenta esa diferencia, aunque en la segunda parte del libro la política vuelve a ocupar un puesto de primera fila: su interpretación del consenso de la posguerra y las respuestas a las preguntas que él mismo se formula sobre la caída del comunismo y el triunfo del capital son algo más comprensivas que su visión de la Gran Guerra y de su legado.

En todo caso, sólo por romper el habitual modelo de síntesis, por prestar atención a hechos y motivaciones rara vez tenidos en cuenta en obras de este tipo, y por la enciclopédica bibliografía que maneja ya merece la pena seguir a Vinen en su intento de recomponer la historia de Europa en el siglo XX.

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