Editorial:

Fracaso de Powell

Ni siquiera Colin Powell ha podido enderezar la situación en Oriente Próximo. Si el peso de un país se mide por su grado de influencia en lo que sucede, la superpotencia no es EE UU, sino Israel. El secretario de Estado norteamericano, tras su gira de dos semanas por la zona, regresó a Washington con las manos vacías: descartado un alto el fuego, tampoco ha logrado una conferencia regional como pretendía, pues hasta el egipcio Mubarak, que anuló su cita de ayer con él en El Cairo, considera que la situación no está madura para tal iniciativa.

Pese a que el presidente Bush ha apreciado '...

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Ni siquiera Colin Powell ha podido enderezar la situación en Oriente Próximo. Si el peso de un país se mide por su grado de influencia en lo que sucede, la superpotencia no es EE UU, sino Israel. El secretario de Estado norteamericano, tras su gira de dos semanas por la zona, regresó a Washington con las manos vacías: descartado un alto el fuego, tampoco ha logrado una conferencia regional como pretendía, pues hasta el egipcio Mubarak, que anuló su cita de ayer con él en El Cairo, considera que la situación no está madura para tal iniciativa.

Pese a que el presidente Bush ha apreciado 'progresos hacia la paz', la misión de Powell se ha saldado con un rotundo fracaso. El presidente de EE UU ha puesto la carga de la prueba en los palestinos y prefiere dejar que Sharon termine su operación militar 'en unos días' y retire sus tropas tras arruinar lo que quedaba de la Autoridad Palestina, dejando en los territorios reocupados a unidades de seguridad, desandando el camino recorrido en los últimos diez años.

La última entrevista de Powell con Arafat en su vejatorio confinamiento en Ramala fue calificada de 'catástrofe' por la parte palestina. La Administración Bush, en la que coexisten diversas sensibilidades, no parece haber apoyado claramente la misión de Powell, enviado sin instrucciones claras a Oriente Próximo ante la presión internacional y mediática. Powell llegó a Oriente con poco que ofrecer y no ha logrado nada. Lo más preocupante es la nueva sensación de impotencia: si EE UU no puede imponer ni la paz, ni un alto el fuego, ni la mínima cordura, ¿quién puede? Se ha gastado otra oportunidad.

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La detención de Marwan Barguti, líder de la Intifada y secreterio general de Al Fatah, es una clara indicación de que Sharon no tiene intención de negociar con los palestinos ni con los interlocutores internacionales. Tampoco permitirá que una comisión internacional aclare la sobrecogedora matanza de Jenín. El primer ministro israelí se equivoca si entiende que va a poder destruir así la 'infraestructura terrorista palestina', que ha escapado completamente del control del aún nominalmente presidente palestino.

El fracaso de Powell puede agravar la situación sobre el terreno y en toda la región. El ataque contra una sinagoga enTúnez es un sombrío aviso de que el terrorismo palestino vuelve a internacionalizarse. Si algunos países árabes se niegan a sentarse en la misma mesa que Israel, el agravamiento de la situación puede afectar muy negativamente al desarrollo de la Conferencia Euromediterránea que se va a reunir el lunes y martes próximos en Valencia, uno de los hitos planeados de la presidencia española de la UE. Sharon ha humillado también a Europa. Quizá algunos países como Alemania, por su pasado, o Francia, inmersa en elecciones, se sientan satisfechos con la política de la no política que sigue la UE. Chirac se ha limitado a sugerir la conveniencia de convocar una nueva Conferencia de Madrid cuando peor está la situación. El cinismo se superpone a los escombros dejados por las tropas israelíes y los atentados suicidas palestinos. Pero, al final, bajo una presión internacional que ha de ser efectiva y creíble, israelíes y palestinos tendrán que volver a empezar.

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