Crítica:

De lo grave a lo pintoresco

En Italia, Dickens se siente atraído y repelido; atraído por la gente y el arte; repelido por la ruina, la pobreza y la suciedad. Pero la vida es demasiado fuerte en Italia para que a su visión crítica, pero animosa y, hasta donde le era posible, disfrutadora se le imponga lo peor. La seriedad sólo aparece donde rechaza íntimamente algo, por ejemplo, en la descripción de una decapitación pública; en cambio, su rechazo a la pomposidad y el fingimiento de todo el ceremonial católico, apostólico y romano está tratado con una ironía en la que es imposible no reconocer al autor de Pickwick. ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En Italia, Dickens se siente atraído y repelido; atraído por la gente y el arte; repelido por la ruina, la pobreza y la suciedad. Pero la vida es demasiado fuerte en Italia para que a su visión crítica, pero animosa y, hasta donde le era posible, disfrutadora se le imponga lo peor. La seriedad sólo aparece donde rechaza íntimamente algo, por ejemplo, en la descripción de una decapitación pública; en cambio, su rechazo a la pomposidad y el fingimiento de todo el ceremonial católico, apostólico y romano está tratado con una ironía en la que es imposible no reconocer al autor de Pickwick. Hay momentos memorables: la ascensión al Simplon, el carnaval en el Corso Vittoria Emmanuele, la Lotería, la visión de San Pedro... De lo grave a lo pintoresco, los recursos del autor son absolutos al servicio de la creación de esas estampas de viaje. Les dejaré un regalo para ir abriendo boca: 'Liorna tenía mala fama por los apuñalamientos, y con razón, hay que admitirlo, pues no hace muchos años había un club de asesinos cuyos miembros no guardaban rencor a nadie en particular, pero se dedicaban a apuñalar a la gente (personas a quienes no conocían de nada) en las calles, de noche, por el placer y la emoción que les proporcionaba el esparcimiento. Creo que el presidente de tan amable asociación era un zapatero. Pero lo capturaron y el club se disolvió'. Ya no se hacen viajes como éstos. No desaprovechen la ocasión.

ESTAMPAS DE ITALIA

Charles Dickens. Traducción de Ángela Pérez Alba. Barcelona, 2002 288 páginas. 16 euros

Charles Dickens viaja por Italia a lo largo del año 1844 y recoge sus impresiones en este libro de estampas, título muy adecuado a su contenido, pues ni es cuaderno de viaje ni es una narración en jornadas. Siete años antes había alcanzado un éxito con Los papeles póstumos del club Pickwick. El Pickwick no es sólo una visión de la vida y costumbres de la Inglaterra de principios del XIX a través de un quinteto de personajes desopilantes, sino uno de los pilares sobre los que se asienta el mejor humor inglés, además de un viaje imaginario inigualable.

Pues bien, si operamos al revés, si aceptamos que Dickens (1812-1870) coloca la mirada sobre la vida y costumbres de un país antes que sobre el alma y el sentido de la vida de un grupo de personajes de ese país, tendremos el tono y la medida de estas Estampas de Italia. Es el Dickens que escribió Pickwick el que viaja a Italia, no el autor de Casa desolada o Nuestro amigo común. Ese Dickens aún optimista, viajero a la inglesa, de mirada de lince, gran sentido del humor y posición idónea para observar sin perder la calma ni el sentido crítico de un país que a ojos anglosajones parecería un puro disparate.

La gracia del libro está en que lo escribe como si estuviera redactando sobre la marcha; él advierte que no es de su interés hacer descripciones complejas; el resultado es un recorrido de una viveza extraordinaria en el que se suceden relatos de un trayecto sobre el suelo empedrado en el que acaba uno molido gracias al uso perfecto de la onomatopeya con la descripción hilarante de los modelos que aguardan. Pero esa mirada aguda, intencionada o alegremente maliciosa da en un texto chispeante, sí, pero también en momentos de una seriedad emocionante; ante todo, en el capítulo Un sueño italiano, bellísima visión de Venecia a un paso espectral y real a la vez, donde el juego de la dualidad espacio-tiempo se manifiesta con una modernidad notable. Y el hombre de gusto también aparece en sus apreciaciones artísticas.

Archivado En