Reportaje:

Vivir con un enfermo mental

Tres familias relatan la trágica historia de sus hijos, aquejados de trastornos psíquicos, y denuncian la pasividad del Gobierno

El caso de una madre que hace unas semanas entregó a su hijo, que padece un grave trastorno de la personalidad, a la Comunidad de Madrid porque no podía hacerse cargo de él, ha descubierto el drama en el que viven los menores afectados por estos trastornos, entre ellos el TLP (trastorno límite de la personalidad), que padece alrededor del 2% de la población.

Las familias de estos enfermos, 'que deben de ser miles, aunque ni ellos lo sepan aún', según el padre de una niña afectada por TLP, se quejan de la falta de recursos y de la carencia de centros en los que internar a sus hijos, sumi...

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El caso de una madre que hace unas semanas entregó a su hijo, que padece un grave trastorno de la personalidad, a la Comunidad de Madrid porque no podía hacerse cargo de él, ha descubierto el drama en el que viven los menores afectados por estos trastornos, entre ellos el TLP (trastorno límite de la personalidad), que padece alrededor del 2% de la población.

Las familias de estos enfermos, 'que deben de ser miles, aunque ni ellos lo sepan aún', según el padre de una niña afectada por TLP, se quejan de la falta de recursos y de la carencia de centros en los que internar a sus hijos, sumidos en el vacío legal que supone no ser ni enfermos mentales ni chavales completamente sanos. 'Necesitamos ayuda', claman.

'Yo no puedo con mi hijo. No me lo estoy quitando de encima, sólo intento salvarle', dice Paloma

María es la hija del matrimonio integrado por Lorenzo y Laura; José es el hijo de Paloma, y Marta, la hija de Antonio (todos emplean nombres falsos); son padres de hijos con estos problemas. 'Nuestra vida es un infierno', relatan. Los tres jóvenes padecen trastornos de conducta o TLP (trastorno límite de la personalidad), dos patologías sobre cuyas características los psiquiatras todavía discrepan, y que, según los afectados, son 'un cajón de sastre, que se investiga poco y se trata mal'. El límite entre las dos enfermedades es difícil de establecer, pero ambas se caracterizan por crisis esporádicas, a veces violentas, muy baja autoestima, un alto grado de frustración y, en muchos casos, un rechazo frontal a cualquier tipo de normas. Y también por la soledad de las familias al afrontarlas.

Marta es uno de los ejemplos más dramáticos. 'Era una niña algo caprichosa y llorona de pequeña, pero normal', cuenta su padre. Hasta que con sólo 12 años sufrió una agresión sexual en el colegio, lo que la llevó a padecer crisis de angustia y a aislarse de todo. Estos síntomas fueron achacados en principio por los padres y los psicólogos a esta experiencia traumática. Pero finalmente el proceso derivó en un trastorno límite de la personalidad, que le fue diagnosticado después de recorrer las consultas de varios psicólogos. 'El problema fundamental es que ni siquiera los médicos saben lo que les pasa', subraya Antonio.

Dentro de su afán por romper todo tipo de normas, Marta comenzó a consumir drogas y a mantener numerosas relaciones sexuales con sólo 15 años. Además, sufría violentas crisis en las que se autolesionaba, por ejemplo, rascándose hasta sangrar, o en las que agredía a su madre o destrozaba el mobiliario de su habitación. Durante meses, sus padres pasaron los domingos sentados en silencio en el salón escuchando cada uno de sus movimientos, esperando una nueva crisis.

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'Era una sensación terrorífica de soledad', asegura Antonio. 'Los amigos, y a veces la familia, te abandonan porque no lo entienden. Creen que simplemente son niños malcriados, pero es mucho más que eso, y regañarles o darles un bofetón no sirve de nada'. El verano pasado, durante una de sus crisis, su hija se cansó de vivir y se tiró por la ventana. Pero su madre estaba allí, y consiguió retenerla unos minutos hasta que no pudo más y tuvo que soltarla. Sobrevivió.

'Posiblemente mi hija no quería realmente matarse. Todos ellos amenazan con suicidarse como una forma de llamar la atención de los padres y de manipularnos. Son muy listos, y quieren que nos sintamos culpables', explica Antonio.

Los padres de esta joven se consideran afortunados dentro de su desgracia. Tienen la capacidad económica suficiente como para pagarle a su hija un tratamiento privado, 'porque el público ni siquiera existe, es una vergüenza', protesta el padre de Marta.

La Comunidad de Madrid carece de centros en los que internar a estos jóvenes. Cuando padecen crisis, muchos de ellos son enviados temporalmente a la unidad psiquiátrica del Gregorio Marañón, como José, el hijo de Paloma, y, en varias ocasiones, María, la hija de Lorenzo y Laura.

María tiene un historial que incluye tres fugas de casa, nueve de los centros donde estuvo interna y dos intentos de suicidio; además, estuvo ingresada en el hospital Gregorio Marañón tres veces. María siempre ha recaído y los padres denuncian que esto ha sucedido porque le dieron el alta antes de tiempo. '¿Por qué no confían en los médicos cuando le dan el alta? Estos niños no están enfermos, lo que tienen es una falta de cariño y de atención brutal', sentencia Esperanza García, gerente del Instituto del Menor de la Comunidad.

García, a través del centro de menores de Tielmes, se ha hecho cargo de José, el hijo de Paloma, que ingresó allí después de renunciar su madre a su tutela, y de María, que acabó en ese pequeño centro del sur de Madrid cuando sus padres firmaron un contrato de cesión voluntaria de la guarda temiendo que pudiera acabar con su vida.

Los padres esperaban que en el Gregorio Marañón o en cualquier otro centro de la Comunidad sus hijos estuvieran controlados y que les impusieran las normas que con tanta violencia rechazaban en casa. Pero no fue así, al menos en el caso de María. 'Mi hija entró mal, pero en Tielmes acabaron de desgraciarla. Hizo lo que quiso y no hubo ningún control', sostiene Lorenzo, el padre de la joven.

'Lo he dicho cientos de veces', contesta Esperanza García. 'Tielmes no es un lugar adecuado para estos niños. Es un centro de régimen abierto, y nosotros no podemos hacernos cargo de que mejoren o se curen. No somos la Virgen de Lourdes'. Los educadores también han denunciado en varias ocasiones que los centros de menores de la Comunidad no están adaptados para acoger a chavales con trastornos de personalidad y han solicitado la creación de centros específicamente destinados a ellos.

'El problema es que no hay otro sitio. Y yo no puedo con mi hijo porque está enfermo. No me lo estoy quitando de encima, sólo intento salvarle', subraya Paloma. 'Lo que pedimos son centros con personal especializado, que se les dé formación y tratamiento, y que no los metan con los demás enfermos mentales o en centros de menores sanos', añade Antonio.

'La desatención hacia estas familias es total', asegura Carmen Ríos, presidenta de la asociación AMAI-TLP, que agrupa a los familiares de estos enfermos. 'Pero estamos esperanzados gracias al nuevo Defensor del Menor de la Comunidad [Pedro Núñez Morgades], que se ha mostrado interesado en solucionar el drama en el que viven estas familias'.

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