Crítica:LOS ARGENTINOS

Manipulador de propios y ajenos

Sólo a un puñado de escritores le es dado escribir ficciones con la misma excelencia con la que escriben acerca de las ficciones que conciben. Ricardo Piglia es uno de ellos sin asomo de duda, y Nombre falso, la colección de relatos más pertinente para avalar lo anterior. En la discreta pero reveladora 'Nota preliminar', el autor del laberíntico universo, onettiano y ruinoso de Respiración artificial (1980), le da la mano a Borges confesándonos -en paradoja sólo aparente- que 'trabajar con una trama definida y escribir una historia que ya existe me ha parecido siempre un modo de ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Sólo a un puñado de escritores le es dado escribir ficciones con la misma excelencia con la que escriben acerca de las ficciones que conciben. Ricardo Piglia es uno de ellos sin asomo de duda, y Nombre falso, la colección de relatos más pertinente para avalar lo anterior. En la discreta pero reveladora 'Nota preliminar', el autor del laberíntico universo, onettiano y ruinoso de Respiración artificial (1980), le da la mano a Borges confesándonos -en paradoja sólo aparente- que 'trabajar con una trama definida y escribir una historia que ya existe me ha parecido siempre un modo de afirmar la autonomía de la literatura', convirtiendo la constricción, como hicieron los enigmistas del Oulipo, en inequívoca libertad de creación. En realidad, el Atlante que sostiene la poética de Ricardo Piglia sobre sus hombros es la autoconsciencia desde la que relatan sus narradores, despojados de toda inocencia, siempre a sabiendas de que antes de la historia existe el modo de contarla y la tradición en la que se inserta, asumiendo desde el principio que las conjeturas previas a la historia, como ocurre en ciertos textos de sus admirados Nabokov y Calvino, muy bien pueden acabar siendo la propia historia, pues no en vano el mismo Piglia, que tantas veces y tan bien ha reflexionado sobre la creación literaria, señala que 'lo que puede pensar un escritor es cómo narrar una historia, ni siquiera creo que pueda pensar demasiado en qué historia' (Quimera, diciembre 2000, página 12).

NOMBRE FALSO

Ricardo Piglia Anagrama. Barcelona, 2002 189 páginas. 12 euros

La narrativa de Piglia cobra todo su sentido con textos como 'Tesis sobre el cuento', añadido en la edición española de Formas breves (Anagrama, 2000) o 'Prisión perpetua', primer relato del volumen Prisión perpetua (Lengua de Trapo, 2000), una ficción pergeñada sobre la base de una conferencia acerca del yo poético, textos que obligan a sus lectores a advertir hasta qué extremos el narrador argentino manipula los propios y los ajenos (recontextualización, digresión, superposición, relectura, variaciones, distorsiones) moviéndose siempre alrededor de una idea del relato entendido como proceso, jamás como producto, que no se cansa de desdibujar los géneros enlazando las razones de la filología con las virtudes de la ficción. Nombre falso, el espléndido relato que da título al volumen, se mueve admirablemente en este terreno, entre clamorosos ecos del Borges libresco de Pierre Menard y la voluntad de enmascarar un homenaje académico en toda regla a la obra de Roberto Arlt, con notas al pie y demás parafernalia al uso, con hechuras de artefacto de ficción. Sus veleidades vanguardistas se concentran en Mata Hari 55, del mismo modo en que el conflicto de identidades vertebra La caja de vidrio, y Las actas del juicio, drama rural de aires rulfianos, se diría un matraz en el que Piglia ha diluido la libérrima oralidad en el plomizo registro judicial. Los seis relatos del volumen valen su peso en oro, y en cada uno de ellos destaca esa búsqueda en la que el autor de Plata quemada quiere convertir cualquiera de sus aventuras literarias

. Tiene uno la impresión de que el

inmenso placer que sus textos nos procuran se origina en su envidiable actitud ante la literatura, a un tiempo irrespetuosa con las convenciones genéricas e imaginativa con la tradición y sus conquistas, decidida a que su propia obra no llegue nunca a ocultar su condición de artificio, de maquinaria para la especulación narrativa, de suerte que se haga evidente lo que el propio Piglia advertía en Cuentos con dos rostros (Unam, México, 1999, página 107), que 'el riesgo más grande de un escritor es creer que lo tiene todo claro'.

Archivado En