OPINIÓN DEL LECTOR

Máquinas infernales

Mucho se habla, y lo que te rondaré, de las molestas obras que sufrimos los sufridos vecinos de la capital del Reino. Yo, que hasta ahora las sufría en silencio, como las hemorroides del anuncio, me veo ahora en la necesidad de hacer algunas reflexiones, partiendo del convencimiento de que nadie hace obras 'por gusto', sino más bien por necesidad.

No pongo en duda el derecho de las empresas, públicas o privadas, de horadar el asfalto con desenfreno en defensa de sus intereses (intuyo que son más suyos que nuestros), pero les ruego que no pongan en duda el mío a descansar y vivir en paz ...

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Mucho se habla, y lo que te rondaré, de las molestas obras que sufrimos los sufridos vecinos de la capital del Reino. Yo, que hasta ahora las sufría en silencio, como las hemorroides del anuncio, me veo ahora en la necesidad de hacer algunas reflexiones, partiendo del convencimiento de que nadie hace obras 'por gusto', sino más bien por necesidad.

No pongo en duda el derecho de las empresas, públicas o privadas, de horadar el asfalto con desenfreno en defensa de sus intereses (intuyo que son más suyos que nuestros), pero les ruego que no pongan en duda el mío a descansar y vivir en paz en mi domicilio. No se trata de 'la hora' a la que empiezan o terminan de hacer ruido 'para no impedir el sueño' de los vecinos: se trata de que el volumen del ruido que provoca el taladro, estando despiertos, es insoportable para cualquier persona.

¿Qué parte de los superpresupuestos de estas megaempresas (Canal de Isabel II, ACS, Dragados, etcétera) se dedica a estudiar el nivel de ruido que provocan sus máquinas infernales?, ¿qué consecuencias tiene ese ruido sobre las personas?, ¿tiene en cuenta el Ayuntamiento de Madrid esos niveles a la hora de conceder las licencias de obra?, ¿son necesarias todas las obras que se adjudican?, ¿a quién benefician realmente dichas obras? Preguntas que, supongo, quedarán eternamente sin respuesta.

Vivir en Madrid es complicado, y quienes decidimos en su día aceptar sus consecuencias somos conscientes de lo que supone a todos los niveles, pero las instituciones están para defender a los ciudadanos, no a las empresas. La libertad de las empresas está muy bien, pero debe reducirse aunque sólo sea por la salud de los vecinos.

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