¿Premios por robar libros?
Como asiduo lector de EL PAÍS, ocasional colaborador del mismo, y también profesor de la Universidad de Valencia, no quiero dejar de expresar mi sorpresa y decepción por el tono de la información relativa a la sanción impuesta a una alumna que robó un libro de una de las bibliotecas de la universidad a la que pertenezco.
No hay curso en el que algún estudiante no deje de mostrarme sus dificultades para seguir las asignaturas que imparto derivadas de las 'hazañas' de algunos avispados -tan fuertemente subvencionados por todos los contribuyentes- que impunemente destrozan, mutilan, ilust...
Como asiduo lector de EL PAÍS, ocasional colaborador del mismo, y también profesor de la Universidad de Valencia, no quiero dejar de expresar mi sorpresa y decepción por el tono de la información relativa a la sanción impuesta a una alumna que robó un libro de una de las bibliotecas de la universidad a la que pertenezco.
No hay curso en el que algún estudiante no deje de mostrarme sus dificultades para seguir las asignaturas que imparto derivadas de las 'hazañas' de algunos avispados -tan fuertemente subvencionados por todos los contribuyentes- que impunemente destrozan, mutilan, ilustran o, en el mejor de los casos, anotan a su atojo los libros o revistas depositados en las bibliotecas para uso común.
Que EL PAÍS considere el hecho una curiosidad digna de su 'última' y, más todavía, que trate de forma crítica a la Universidad en base a que la norma es de 1954 , que el libro no era un valioso códice, y otros argumentos de similar peso, es, en mi opinión, hacer un flaco favor al esfuerzo de acabar con la castiza norma de que los bienes de todos no son de nadie, y que, por consiguiente, están para ser destrozados o apropiados por los más 'listos'con absoluta impunidad. Al margen, claro está, de plasmar magníficamente el grado de aprecio que le suscitan los libros a la periodista redactora de la noticia y de quien decidió publicarla con tan desafortunado tratamiento.