Crítica:LIBROS

Imaginación y memoria

Explica Miguel González San Martín que el título de su reciente libro, Pobeñeses, se construye como una broma paralela a Dublineses de Joyce. No sé si la broma se entiende, no sé si el título no lleva a confusión, a esa confusión de la que el autor quiere huir: la sospecha de que el lector crea que se encontrará con un mundo costumbrista y saleroso.

Pues, no. No es eso, aunque el guiño cultural no se entienda. El libro es una colección de delicias, de historias donde la mirada atenta de un niño reconstruye una memoria de perdedores, de personajes que se abren a la vida sab...

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Explica Miguel González San Martín que el título de su reciente libro, Pobeñeses, se construye como una broma paralela a Dublineses de Joyce. No sé si la broma se entiende, no sé si el título no lleva a confusión, a esa confusión de la que el autor quiere huir: la sospecha de que el lector crea que se encontrará con un mundo costumbrista y saleroso.

Pues, no. No es eso, aunque el guiño cultural no se entienda. El libro es una colección de delicias, de historias donde la mirada atenta de un niño reconstruye una memoria de perdedores, de personajes que se abren a la vida sabiendo que todo está decidido de antemano, que esperan la vuelta de un prometido, de gentes que se extrañan de lo cotidiano, que saben vivir dignamente la derrota, y que, aunque estén en plena campaña de la guerra carlista, lo que de verdad desean es verle las orejas a su niño recién nacido.

Pobeñeses

Martín González San Martín. Bassarai, Vitoria, 2001. 191 páginas. 1700 pesetas.

Memoria y ternura, en primer lugar. Una mirada que se recrea en la morosidad de la vida diaria y que busca en los pequeños pliegues de lo cotidiano, la forma en crear una metáfora de la realidad, no de la costumbre: no se busca la sorpresa en los relatos, a lo más seguir tirando con dignidad, como ese maestro republicano, que debe dedicarse a llevar las cuentas de las empresas del pueblo. Memoria, como la de esa prometida ante la llegada de la persona amada: 'Sintió que las cosas estaban en orden'. Es ese orden mínimo el que se resquebraja con una sorpresa (la llegada de la aviadora rubia, la victoria improbable al billar, el malentendido con un animador de fútbol, con una frase abierta), para volver a un orden desequilibrado que se perpetúa en esperanzas y en pequeñas tragedias.

También existe en el libro imaginación, cuando se recrea la llegada de un Hitler improbable a Pobeña, cuando se mezcla historia -siempre como un fondo de melancolía- con vida cotidiana.

Los cuentos que recorren Pobeña, una Pobeña a la que se quiere mítica, están escritos con una sencillez precisa, con frases sutiles, con una mirada que destila ternura. Miguel González San Martín recrea un mundo, cuenta historias, y no es poco bagaje en un libro escrito con la destilada dedicación a la memoria de un mundo casi perdido: el del sitio en el que uno querría morir felizmente. María Bengoa ha escrito con exactitud que los cuentos de este libro buscan conmover, y que atrapan emociones. Es una exacta descripción de lo que ofrece el libro: memoria, invención, imaginación, sentimiento.

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